Penetrante y fresco análisis de mi querido amigo Rafael Grooscors Caballero, quien en lugar de divagar en un léxico tecnicista, diría Betancourt con una de sus célebres carcajadas "up to day", va directo a la profundidad sociológica de nuestro drama nacional, mucho mas cultural que económico o constitucional, el "racho mental" infinitamente más difícil de superar que la precaria estructura, ayer de bahareque hoy de zinc. Que albergó a tantas generaciones de venezolanos. Entre ellos unas cuantas notabilidades.
Si de algo se está muriendo este país es de puerilidad, de superficialidad, de patológica frivolidad. Y no damos señales claras de mejorar, pese a una cuantas y preciadas excepciones de jóvenes.
Felicito a Rafael por este excelente artículo y los invito a su lectura y asimilación. Salud.
Itaca 29 de febrero de 2016.
Si de algo se está muriendo este país es de puerilidad, de superficialidad, de patológica frivolidad. Y no damos señales claras de mejorar, pese a una cuantas y preciadas excepciones de jóvenes.
Felicito a Rafael por este excelente artículo y los invito a su lectura y asimilación. Salud.
ALFREDO CORONIL HARTMANN
SUBDESARROLLO
por:Rafael
Grooscors Caballero
La decisión de “activar” el motor de la
minería, para pasar de depender del petróleo, dado sus bajos precios en el
mercado internacional, al brillo y relumbre del oro y los diamantes, no sólo es
un mentís a quienes dicen trabajar para librar a Venezuela del “rentismo”
–Maduro y Aristóbulo— sino una flagrante demostración de cómo es que no podemos
dejar de pensar sin tener el subdesarrollo como modelo para guiar nuestras
ideas.
Modelo, por lo demás, impuesto por una cultura dominante
--¿sub-cultura?— la cual nos arrastra, miserablemente, desde la colonia. Somos
gente de segunda; dependientes. Somos periféricos. Incapaces de concebirnos
como centro del mundo, estamos siempre prestos
a producir ayudas a las grandes corporaciones que controlan el comercio
y los mercados mundiales. Materias primas, minerales, para su transformación
exógena.
Primero, petróleo; ahora, oro, diamantes, grafito, coltán. Para lo
primero –petróleo-- nunca pensamos en la
utilización estratégica del Golfo de Venezuela (Lago de Maracaibo) en función
de su ubicación en el Mar Caribe, sección Atlántica y a pocos kilómetros de
distancia del Océano Pacífico, vínculos de los demás Continentes del orbe.
Nunca pensamos en la transformación de los crudos y en la investigación e
innovación en los procesos para lograrlo, con la vista puesta en la inmensidad
de productos petroquímicos derivados y en sus incuantificables variables para
un mundo en constante renovación.
Para lo segundo –el oro, los diamantes, los
metales raros—probablemente nos quedaremos en la fascinación de los aventureros
del descubrimiento, enceguecidos por la leyenda de “El Dorado”.
Nada de extraño tiene que a pesar de
que somos una de las más grandes reservas de agua del mundo, tengamos una
economía primaria sometida a las rigideces de un medio ambiente “seco” y a una
población sedienta, a la cual ahora se le dice cómo es que tiene que hacer para
ahorrar el líquido vital. Que la fuerza de las aguas que riegan al Orinoco, no
sea tampoco suficiente ni siquiera para garantizar el nivel de reservas del
Guri, para mantener, preferiblemente, en producción creciente las empresas
básicas de Guayana, igualmente amenazadas de perecer por la incapacidad
gerencial de los funcionarios públicos a quienes le corresponde.
¿Qué decir de
nuestra agricultura; de nuestra ganadería; de nuestra piscicultura? Somos
dependientes; por eso importamos lo que tenemos que comer para vivir.
Más que “sacar” a Maduro y sustituir al
gobierno, lo que tenemos que hacer es aprender a pensar y enseñar, asimismo, a
nuestros coterráneos, a concebir la posibilidad de cambiar el modelo y
esforzarnos todos para convertirnos en un país desarrollado. En poner a
Venezuela a convivir en el “Primer Mundo” y dejar atrás la insolencia
ideológica del “tercero”, percibido como “propio” por nuestras mentes
subdesarrolladas, en el entendido de que nos sobran condiciones para aspirar a
este cambio, sustancial e histórico, mucho más ejemplarizante, si se quiere,
que todas las demás “gestas” que nos han hecho famosos en nuestro medio. Debería
ser esta la obligación primaria del pensamiento dirigente de nuestra sociedad,
de los líderes políticos, de los aspirantes al control del Poder.
Dejar que nos digan, sin respuesta
indignada, que ahora vamos a tranzar oro y diamantes para pagar las
importaciones que requerimos para vivir, que desde hace cien años pagábamos con
petróleo, es convencernos de que todos somos unos irresponsables, víctimas de
una cultura de segundos, o de terceros, en fila, la cual tenemos que erradicar
de nuestra conducta. Pasemos a ser venezolanos de verdad. Rompamos el modelo.
Reorganicemos nuestro orden político territorial y metámonos en la cabeza de
que somos suficientemente capaces de producir, dentro de nuestras fronteras,
para consumir, satisfacernos y exportar, compitiendo con los grandes del mundo,
a quienes también deberemos vencer. Decidámonos a hacerlo. No podemos seguir,
con los brazos cruzados, sin mensaje y sin aliento, viendo el derrumbe de
nuestro solar, como vecinos ausentes de un barrizal.
Cambiemos el discurso. No nos sigamos
engañando. Los que nos leen, saben a qué nos estamos refiriendo. Seguir
estimulando el pobre pensamiento de los pobres, como fuerza definitiva para que contribuyan a nuestra peligrosa victoria, con votos, si no
con balas, es una misión perversa que debemos abandonar. Hablemos claro. La
democracia tiene que ser para crecer, para cambiar, para desarrollar y
engrandecer a nuestra sociedad. Para dejar el subdesarrollo y entrar, de lleno,
a un estadio superior en el Primer Mundo.
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