Lo que está pasando aquí es que Maduro tiene que sostenerse por unos meses, mientras Raúl Castro negocia con Bruselas una capitulación que incluye a Venezuela y la entrega de sus riquezas, lo cual ha sido claramente anunciado por la Unión Europea, pero la gente no quiere verlo, y quienes están o esperan estar en el guiso no quien que lo vea.
Raúl Castro está negociando su capitulación y el mundo no puede creerlo. Especialmente mis lectores no pueden creerlo. Pero la está negociando, y en condiciones totalmente desfavorables, con el hándicap del hambre extrema rondando a Cuba, que ya es nación hambrienta. De estas negociaciones, la suerte de Venezuela depende más que de cualquier otro factor.
Las tratativas se desarrollan en Bruselas con Castro de espalda a la pared, porque ya Venezuela no puede mantenerlo, y la Unión Europea representando a Occidente en ánimo implacable. Desde allí la noticia se dio al mundo sin dejar sitio a segundas interpretaciones. En clara e inteligible voz, con una sequedad aterradora, la Alta Comisionada (suerte de super ministra) para Relaciones Exteriores y Seguridad Continental de la Unión Europea, baronesa Catherine Ashton, lo anunció hace poco más de un mes, en marzo. No le importó resaltar la incómoda posición de Castro. Con calculada indelicadeza destacó que es ella quien pone las condiciones. Castro no podrá esperar a que la capitulación se firme para entonces restablecer los Derechos Humanos y las libertades individuales. Debe empezar ya ese restablecimiento. El insistente uso del verbo restablecer es insultante, porque denuncia que esos derechos y esas libertades no existen en Cuba. Catherine Ashton es noble más de casta que de ánimo, una baronesa laborista, de esa versión británica del socialismo que nos enseñó, en la voz de Harold Lasky, que los privilegiados no sueltan sus privilegios por las buenas. Hay que patearlos a los privilegiados, como ella hace con el famélico establishment cubano. No siempre la diplomacia es suavidad y disimulo, a veces lo diplomático es enrostrar a la contraparte su indefensión, frente a todo el mundo, para que al derrotado no le quede un ápice de duda acerca de cómo debe comportarse. En efecto, a las pocas semanas de este anuncio Castro ha producido una Ley dando absolutas seguridades a las inversiones extranjeras y declarando –él, que encarceló obispos, cerró templos, ridiculizó creencias y prohibió procesiones-, asueto nacional y oficial el Viernes Santo. Es que el Vaticano, potencia europea, ha sido el facilitador de esta capitulación con la cual los jerarcas revolucionarios, venezolanos y cubanos, salvarán el pellejo y los caudales. Si la baronesa decide asfixiarlo, Castro tendrá que respirar bajo la blanca sotana de Francisco, igual que Chávez se hundió en el aroma varonil de monseñor Porras cuando éste acudió a salvarlo del linchamiento en Fuerte Tiuna, el 11 de abril de 2002.
Volvamos a marzo. Al día siguiente de producirse las ásperas declaraciones de la super ministra Ashton, el canciller español ratificó su contenido insistiendo sin consideración alguna en los Derechos Humanos y las libertades individuales, digestivo indispensable para que el personal digiera el guiso. España tiene un velón en este entierro, porque Europa le ha confiado el caso cubano e inversiones españolas ya están bien asentadas en la isla. España podría ser el refugio de los capitales cubazuelanos cuando se redondée el negocio. Recuérdese que en la anterior ronda de dictadores, años cincuenta, allá fueron a dar con sus huesos Batista, Pérez Jiménez y Perón. Y en España fueron a recalar los capitales de la Filipinas de Ferdinando Marcos.
Hablado que hubieron la Unión Europea y España. Cuba guardó silencio por un par de semanas, como esperando que se disipara el impacto. Al cabo de ese lapso, su ministro de Relaciones Exteriores dijo que sí, que así es, que está bien, que si los derechos humanos, pero que la dignidad de la revolución… Y dejó resbalar una furtiva lágrima.
Inmediatamente vino la Ley garantizando las inversiones extranjeras pero que ni Chile, y la reposición del Viernes Santo, cuota inicial de una reparación a la Santa Madre Iglesia por medio siglo de groserías y atropellos. Y esto sigue, porque la tremebunda baronesa no sólo impuso que el restablecimiento de libertades y derechos debe ir parejo a las negociaciones, sino que éstas sólo deben durar un año, o si no muérete.
Pero, ¿qué se negocia? Cuba no será. Negocios, Cuba no tiene mucho que ofrecer. Sus playas las ha entregado a los hoteleros españoles y sus cañamelares a Brasil, para que haga etanol en perjuicio del petróleo venezolano. La carta de Raúl Castro es Venezuela, las reservas energéticas calculadas como las mayores del mundo. Sus acerías apoyadas en hierro a mano y energía hidroeléctrica inmediata. Su bauxita ya industrializada. Y el oro. Y el uranio. Y sus treinta millones de habitantes acostumbrados a consumir.
Como cuando a lomos sobre el cambio de siglo XIX al XX se dirimió sin su presencia la suerte de la Venezuela esequiba, hoy, también sin su presencia, otros deciden por Venezuela el destino de sus riquezas básicas. La patria despojada será la obra culminante del chavismo. Qué se va a hacer. Todo sea por el yate de Aristóbulo. Los próceres revolucionarios que se llenaban la boca hablando de soberanía, para salvar su pellejo y lo pillado han apoderado a Castro para que les represente en las negociaciones de rendición. Para mantener a sus negociadores, que no se pueden sentar a discutir con el estómago vacío, los revolucionarios venezolanos están obligados a mantenerse en el poder aunque sea matando muchachos y sacrificando la relación de respeto que debe existir entre el país nacional y su estamento militar al cual poco falta para que el concierto mundial le ponga en picota.
De otro modo a Occidente le será aún más fácil torcerle el brazo a Castro, y quien quita este año pase algo, un milagro bajo la forma de un acuerdo político que al Esperpento conceda siquiera un mínimo de margen de maniobra.
Se preguntarán ustedes, por qué de esto no se habla. Pues no sé, o más bien no me da la gana saber. Sí les digo que estos enfrentamientos entre bandos de la oposición, estas descalificaciones y este dejar podrirse en la cárcel o el exilio a compañeros estorbosos, me sabe a riña por el privilegio de ser quien esté en Miraflores cuando a mediados de 2015 (un año, dijo la Señora Baronesa), los musiúes toquen la puerta de palacio preguntado por quienes serán sus socios. De repente es por esto que “¡Chito!”, como decía mi general Juan Vicente Gómez.
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