ALEA IACTA EST,
HORA DE LA SENSATEZ
Por: Robert Gilles
Redondo
Cuando Julio César
se rebeló contra Pompeyo y los Optimates en la eterna Roma, iniciando con ella
la guerra civil. Suetonio es quien atribuye a éste la siguiente frase: «Alea iacta
est, jaci» que significa literalmente: la suerte está
echada, echadla. Eso mismo ha ocurrido con
Venezuela tras la rebelión democrática del 6 de diciembre cuando, con mucho
coraje y pese a todo lo que ya sabemos del sistema electoral venezolano, los
venezolanos dieron la gran estocada a la narco revolución de Maduro-Cabello,
pesadilla legada por la difunta pesadilla.
El 6 de diciembre
fue un grito histórico de rebeldía, insistiré en ello. Ya nada volverá a ser
igual a estos bochornosos y destructivos diecisiete años donde ha privado el
miedo, la apatía cívica, la ilegalidad, la violencia y, sobre todo, la
destrucción absoluta de la República de Venezuela, que tras doscientos años de
aquel 5 de julio de 1811, derivó en un Estado fallido, forajido, disfrazado
burdamente de democracia, pero cuyo proceder es totalitario.
Fue una rebeldía
que se inició pero no ha concluido porque ella habrá de terminar el día en que
sea echado del poder ilegitimo que detentan los destructores ya conocidos.
Al respecto, un
mes después, apenas despertando el año 2016, los venezolanos habrán de
participar en la toma de posesión de los 112 diputados electos y acreditados de
la unidad nacional. Ni uno más, ni uno menos: 112. Aunque el Tribunal Supremo
de Justicia haya decidido con mucha fanfarria y al margen de la Constitución
Nacional de 1999 cosa contraria para así privar a las fuerzas democráticas de
la mayoría de 2/3.
Esa mayoría de
legisladores apenas representa, como así significa su cargo, la mayoría de la
sociedad que está harta. ¿Harta de qué? Lo diré muy abreviado:
La sociedad
venezolana está harta de oír a una presidente ilegitimo manejar el dinero
público como si fuese su hacienda personal, decidiendo de acuerdo a sus anti
principios cuándo, cómo y dónde distribuye el erario nacional. Arrogándose para
sí el derecho exclusivo de decidir quién es venezolano o no. Estamos hartos de
que Venezuela haya sido destruida sin que al menos hubiese un solo momento de
sensatez que detuviera la tragedia. Nos hartamos de saber que somos un país
violento, algo que no éramos. Hay 90 asesinatos por cada 100 mil habitantes, un
récord histórico que hasta supera a países en guerra. Nos hartamos de que los
niños, las mujeres y los hombres mueran en los hospitales porque no hay
medicinas para atender sus enfermedades. Nos hartamos de perder la vida en
colas de todo el día y todos los días para conseguir el poco alimento que queda
en el país. Nos hartamos de la indiferencia de tantos venezolanos. Nos hartamos
de oír, ver, escuchar tantos atropellos en nombre de una revolución, malnacida
en los hechos golpistas del 4 de febrero. Nos hartamos que nos hayan arrebatado
el país. Nos hartamos, al fin y al cabo, de ser el país error que definió
magistralmente Leonardo Padrón.
Es por esto y por
mil cosas más que no caben en estas líneas que debe privar la sensatez.
Venezuela es una olla de presión que puede y va a estallar, conduciéndonos a
todos por igual a un camino que muchas veces no tiene salida. Bueno, en
realidad tampoco es que tenemos salida con el régimen que se apoderó de la Tierra
de Gracia. La salida es sin duda que ellos sean echados.
El irresponsable
llamado del régimen a tomar la Asamblea Nacional el próximo 5 de enero con las
hordas de colectivos y los pocos, muy pocos, engañados que siguen militando en
aquellas filas y que, sin lugar a dudas, pueden catalogarse como traidores a la
patria, debe y tiene que ser respondido con una gigantesca movilización, no
sólo en Caracas sino en todo el país.
Venezuela, aunque
pareciera, no está sola. Tiene a su propia gente que está decidida a ser libre
y será libre. La sensatez al respecto nos convida a ese momento sin retorno. La
MUD debe articular con urgencia los mecanismos para iniciar el proceso de la
salida de Nicolás Maduro del poder que usurpó en 2013 y movilizar la calle. El
régimen tiene que sentir la presión de esta mayoría harta a la cual me he
referido. Igualmente, urge iniciar los trabajos preparatorios para la
convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, todo lo vamos a solucionar
cambiando el modelo político y la estructura misma del Estado que, ahora, ha
sido gangrenada por atroces hechos de corrupción.
Sensatez patria
para terminar de convencernos que debemos hacer la primavera. Es el momento de
salvar a Venezuela del abismo y retornar, al fin y para siempre, a la senda del
progreso, de la justicia y de la libertad.
Los oficiales
miembros de la Fuerza Armada Nacional que están conscientes y vigilantes de
cualquier intento de bañar al país con sangre por parte de Nicolás Maduro y
Diosdado Cabello, deberán expresarse cuando así lo requieran los difíciles
momentos que se avecinan. Basta ya de menguar, es el momento de actuar.
El 5 de enero de
2016 los venezolanos todos no vamos a entrar a la Asamblea Nacional, vamos es a
entrar en la senda de la libertad. Conquistémosla pues con alegría y mucha
firmeza. La suerte ha sido echada, adelante. A la calle este 5 de enero.
Fuerza y Fe
Venezuela.
Robert Gilles Redondo
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