UNA MONUMENTAL E HISTÓRICA CEGUERA
Maduro, confundido por la colosal derrota, le confesaría a un ex presidente que lo visitara en Miraflores, que la oposición debía enterarse de una vez por todas que en donde ellos eran invencibles, era desde las filas opositoras. De allí que no se entienda su rechazo a asumir el rol facilitándole el control de la situación a quienes se sentarán en las bancadas del futuro gobierno. Y dar paso a la transición de su gente a la futura oposición. El único rol en el que pueden y debieran ir pensando. Si el PSUV pretende sobrevivir, debiera apurar el traspaso. No hacerlo implica una monumental e histórica ceguera.
Antonio Sánchez García @sangarccs
En un remake del nefasto precedente instaurado por su protector, impulsor y mecenas Hugo Chávez, quien ante una derrota electoral de hondo significado institucional pues se trataba de un plebiscito para imponer una práctica monarquía vitalicia en Venezuela, gritó por cadena nacional y delante de su Estado Mayor, que al igual que esta vez le impusiera entonces el reconocimiento de los adversos resultados, que esa victoria opositora era “una victoria de mierda”, esta vez Maduro, con retardo pero con mayores ímpetus, trata de contener las iras de sus seguidores, mortalmente golpeados por la descomunal derrota, desatando una aspaventosa guerra declarativa contra la victoriosa oposición. Está acorralado entre Cabello, la ultra y el deslave.
No osó descalificar la contundente victoria de la oposición democrática en los mismos rencorosos términos de su padre putativo sino que intenta descalificarla descalificando a sus principales gestores: el propio chavismo, indignado por la incompetencia, la inmoralidad e inescrupulosidad de las pandillas gobernantes. Obviamente: sin hacer mención de sus sobrinos narcotraficantes, ya a punto de ser enjuiciados en Nueva York, lo que llevará más aguas a los mortíferos molinos de la oposición, salió a la palestra amenazando urbi et orbi, reprochando a quienes le voltearon la espalda y prometiendo la inquisición, hogueras incluidas, al nuevo Congreso, dominado por una mayoría opositora calificada. Y hundiéndose aún más en su pantanoso presente, ya rechaza un proyecto de amnistía que prepara la nueva mayoría parlamentaria, actuando, posiblemente sin la debida asesoría, contra sus propios intereses. ¿Es el momento de reaccionar con tanta iracundia en el peor momento de su carrera? ¿O más bien sería el momento de proponer la paz y dialogar con los vencedores para ampliar sus espacios de maniobra? ¿No sería hora de ir pidiendo cacao?
Dios, dice el viejo refrán, ciega a quienes quiere perder. Y parece haberse empeñado en enceguecer al poco agraciado y no particularmente talentoso líder que salió de la nada. Delante de Maduro, delante de los cárteles gobernantes y de sus más próximas pandillas, se encuentra el abismo del más furibundo descontento popular, el desamor de sus bases, la DEA, el Departamento de Estado, los ex presidentes del Hemisferio, los tribunales internacionales de Justicia y la INTERPOL. Pero en contra de todo sano cálculo político, que lo obligarían a él y a sus seguidores, pero sobre todo al partido de gobierno, a prepararse a la dura e inexorable travesía por el desierto del Poder retirándose con la sabiduría de quienes saben que la peor derrota puede y debe ser enfrentada con una oportuna retirada, se esfuerzan por dar un paso al frente lanzándose a las profundidades del precipicio de esta verdadero fin de ciclo.
Maduro, confundido por la colosal derrota, le confesaría a un ex presidente que lo visitara en Miraflores, que la oposición debía enterarse de una vez por todas que en donde ellos eran invencibles, era desde las filas opositoras. De allí que no se entienda su rechazo a asumir el rol facilitándole el control de la situación a quienes se sentarán en las bancadas del futuro gobierno. Y dar paso a la transición de su gente a la futura oposición. El único rol en el que pueden y debieran ir pensando. Si el PSUV pretende sobrevivir, debiera apurar el traspaso. No hacerlo implica una monumental e histórica ceguera.
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