Editorial
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El género cobró fuerza en el país gracias a la apuesta de Palo de Agua por presentar obras como El violinista sobre el tejado y Jesucristo superestrella.
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Al doctor Ventura, por desventuras del destino y con la ayuda de ser miembro del PSUV, le llovió del cielo el cargo de ministro de Salud. Le dieron una silla eléctrica porque los anteriores (o anterioras) jefes del despacho duraron poco y una de ellas terminó acusada de corrupta por la Contraloría, un organismo que jamás se había atrevido a acusar a nadie relacionado con la cúpula ladrona del PSUV.
De manera que el destino de Ventura pinta como muy desventurado, y más ahora que ha cometido el error de pelearse con la prensa y de “desmentir” una información sobre la escasez de medicamentos para los niños con cáncer. Esto último es tan grave que cualquiera en su sano juicio jamás hubiera cazado esa pelea.
Al despistado de Ventura se le olvidó que también los niños con cáncer son hijos de chavistas y que estos, con toda razón, exigen que el gobierno que apoyan, o apoyaron cuando Chávez estaba vivo, se ocupe de remediar esta emergencia que le duele en el alma a todos los venezolanos. Por lo visto, el señor Ventura cree que los niños con cáncer son hijos del imperialismo, de la ultraderecha o de la burguesía depredadora.
Pues no, señor Ventura, son venezolanos y su deber de burócrata rojo rojito, aburguesado y fofamente lleno de comodidades, es el de procurar que los recursos del Estado no solo lleguen a la gente de su partido sino a los pacientes de todas las edades y regiones donde habiten. Para eso se le paga y se le dan privilegios de choferes y escoltas para su seguridad y la de su familia. Incluso usted, Ventura, ha hecho uso inadecuado de esos privilegios para, digámoslo decentemente, “obligar” a un colegio privado a aceptar a su hijo y su hija fuera de la época de inscripciones. El mundo es muy pequeño, Ventura, y todo se sabe.
Usted, Ventura, criticó una información que El Nacional publicó con el título “Quimioterapias que trajo el gobierno son ineficaces”. Usted como político está acostumbrado a decir mentiras, nosotros como periodistas estamos obligados a decir verdades. Y las decimos con los pelos del burro en la mano. Así que cómprese un paraguas porque lo que viene es tormenta.
Usted trata de atemorizarnos al aseverar que la Constitución, en sus artículos 57 y 58, prohíbe el anonimato. Se nota, Ventura, que usted no ve el excelso programa de televisión del capitán derrotado, en el cual apela minuto a minuto a los anónimos “patriotas cooperantes”, y para mayor gracia les pone unos raros nombrecitos. Pida una copia del programa y verá cómo el capitán dice a cada rato: Aquí tenemos una información del “Gusanito azul” o de la “La lombriz languidecida”. ¡Ay, chamo!
En cuanto al laboratorio Pfizer, que usted señala como socio en comandita con El Nacional, le damos un consejo: hable con el Sebin para que comprueben que, en todo el año, Pfizer ha gastado en publicidad en este medio no más de medio millón de bolívares fuertes. Por cierto, lo invitamos a que mañana vea en nuestras páginas (y en la de otros medios) uno de esos escasos avisos.
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