por: Juan Claudio Lechín
Las convicciones democráticas se han vuelto ociosas,
dispersas, en cambio sus agresores, el populismo y el yihadismo, tienen
claridad y avanzan. Esta indefinición debilita el único sistema que otorga
libertad individual y beneficios materiales al pueblo. Mientras el populismo
engaña con el espejismo del paraíso terrenal, el liberalismo otorga poco a poco
soluciones materiales, a pesar de la corrupción de élites, de políticos y del
infantilismo de pueblos victimizados. Aún así, hoy el pueblo tiene mejores
condiciones de vida que en toda la historia humana, y las hambrunas existentes
están arrinconadas y son combatidas.
Pero en lugar de fortalecerlo, lo manipulamos.
Votamos para desfalcar el erario público y, a nombre de la estabilidad,
corruptos y terroristas están libres. El asistencialismo prolonga la pobreza,
“en lugar de enseñar a pescar”. En Colombia, el referéndum por la paz puede
perdonar a las criminales FARC; en Venezuela dicen que hay que conservar a los
cuarenta mil cubanos castristas que la ocupan; dicen no reclamar los dineros
robados por el pillaje populista; no ser implacables con el yihadismo y recibir
migraciones masivas en occidente, empujadas por dictadores feroces.
Si a nombre de la bondad o la paz, la revolución
francesa hubiera mantenido a la nobleza y el norte hubiera permitido la
esclavitud en el sur, el liberalismo no existiría en el mundo.
El liberalismo reclama total rigor en sus
principios: la ley, el pueblo ciudadano e individual, el trabajo, la
honestidad, la separación de poderes, y un etcétera también riguroso, sin
vacilaciones. Pero tenemos que creer y difundir este sistema entero, con coraje
y no a medias. Sino volverá el populismo con sus señores absolutos y el
yihadismo será aceptado, con su loca violencia, porque “todos tienen derecho”.
juanclaudiolechin.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario