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NO LANCEMOS COHETES DE TRIUNFO 
César Vidal (*) 
    
   Estoy con la redacción en inglés de las siguientes entregas sobre el
  síndrome de Cartago cuando los acontecimientos en el mundo hispano me obligan
  a separarme de esa serie y redirigirme hacia lo pasado en las últimas semanas.   
     
  El reciente triunfo electoral de Macri en Argentina y la todavía más cercana
  victoria de la oposición al chavismo en Venezuela han provocado explicables
  oleadas de euforia entre los que aman la libertad.  Es comprensible que
  así sea porque se trata de dos golpes de consideración al denominado
  “socialismo del siglo XXI”, una mezcla de fascismo mussoliniano y de
  castrismo revenido que trasmina a rancio y causa la miseria de los pueblos
  sobre los que cae.  Para los optimistas, se habría iniciado un proceso
  imparable que se irá llevando por delante en breve plazo a Ortega en
  Nicaragua, a Correa en Ecuador y a Morales en Bolivia.  Incluso algunos
  estarían dispuestos a apuntarse los sudores que sufre en Brasil Dilma Roussef
  a la que, en puridad, no puede incluirse en este grupo siquiera porque
  representa una izquierda bastante más sensata que la ya citada e incluso de
  lo que es la española.  A pesar de todos estos datos, anuncio que,
  lamentándolo mucho, yo no soy tan optimista sobre el futuro y que creo que sería
  conveniente no lanzar todavía los cohetes que celebran el triunfo.  
    
  Para empezar por el caso más indiscutible de victoria, debo señalar que la
  presidencia de Macri – que ya está demostrando una notable inteligencia a la
  hora de realizar nombramientos -  no lo va a tener fácil siquiera porque
  tendrá que suprimir subvenciones que afectan a millones de argentinos. 
  Es un avance, pero si pudiera sentir envidia – uno de los pecados capitales
  en que no incurro - jamás iría dirigida hacia Macri. 
    
   En Venezuela, la situación dista mucho de ser halagüeña.  La
  victoria legislativa sólo puede ser motivo de celebración, pero…  a
  decir verdad, la oposición se enfrentará con una resistencia encarnizada a la
  hora de intentar deponer a Maduro.  De entrada, el anuncio de un doble
  parlamento – la Asamblea nacional y el poder comunal – es uno de los peores
  anuncios que podría realizar el chavismo.  Replicando el modelo
  bolchevique del “todo el poder para los soviets”, previsiblemente Maduro va a
  coaccionar, acosar y violentar al poder legislativo mediante una “doble
  legitimidad”: la legislativa y la comunal.   Ese poder comunal será
  la banda de la porra que llevará a cabo cualquier acto para hacer imposible
  la vida de la oposición, ahora mayoritaria en el legislativo, y para impedir
  por cualquier medio la deposición de Maduro.  Como ha advertido el
  mentor cubano, a Maduro le ha pasado esto por cometer el error de convocar
  elecciones.  Sabe, desde luego, lo que dice la dictadura castrista que
  sólo en este mes de diciembre ha realizado más de mil quinientas detenciones
  de disidentes según el organismo de las Naciones Unidas relacionado con los
  Derechos Humanos.  En otras palabras, el chavismo venezolano va a
  resistir a cara de perro y nadie debería esperar otra cosa de la dictadura
  cubana.   Los Somozas y los Batistas se van cuando los presiona el
  departamento de estado; los Chávez, los Castro y los Maduro se aferran con
  más fuerza al trono aunque las manos con que lo agarran estén teñidas de
  sangre.  Por si fuera poco, en España, el PP – como algunos veníamos
  anunciando desde hacía años – no ha obtenido mayoría absoluta para
  gobernar.  No arrojen las culpas sobre nadie salvo el propio
  gobierno.  Rajoy ha sido un presidente desastroso y ha contado con
  ministros como Montoro que le han podido costar con facilidad dos millones de
  votos.  Al acabar su mandato, Rajoy deja a España en peor situación que
  tras gobernar Rodríguez Zapatero.  La deuda pública nacional supera ya
  el 100 por 100 del Producto Interior Bruto; el desempleo sigue situado por
  encima del 20 por ciento; el déficit está desbocado y ha provocado
  recientemente varias advertencias de Bruselas y tan sólo en el primer año de
  gobierno el gobierno del PP realizó no menos de cincuenta – han leído bien
  ¡¡¡cincuenta!!! - subidas de impuestos  y todo ello por no hablar del
  rosario de promesas incumplidas en relación con la presencia de ETA en las
  instituciones, de la ley del aborto o de la falta de firmeza frente a los
  independentistas catalanes.  El castigo de Rajoy en las urnas es
  archimerecido porque ha sido un presidente pésimo, pero ahora España – Dios
  no lo quiera - puede verse sometida a un gobierno del Frente popular con
  Podemos a bordo.  Si tiene lugar tal eventualidad, el chavismo contaría
  con un grande – y anunciado – aliado en el seno de la Unión Europea.  
     
  Por lo que se refiere a la Nicaragua sandinista, Ortega – que sufre desde
  hace semanas una fiebre legisladora verdaderamente liberticida – es difícil
  que sea desalojado del poder en las próximas elecciones de enero.  A
  decir verdad, todo indica que revalidará en las urnas su despotismo para
  varios años más.  Sí, ya sé que es cierto que Correa no atraviesa sus
  mejores momentos, pero no es menos cierto que Evo Morales da la sensación
  urbi et orbi de estar bien afianzado en la presidencia, en parte, porque el
  cultivo de la coca y la regulación minera le proporcionan recursos muy
  elevados y, en parte, porque ha ido creando un sistema clientelar que, en una
  sociedad carente de clases medias por la torpeza de los que lo precedieron,
  proporciona enormes réditos electorales.  Las elecciones no son limpias
  en Bolivia, pero incluso aunque lo fueran Morales tendría posibilidades de
  alzarse con el triunfo.  
    
  En otras palabras: no deberíamos dejarnos llevar por el optimismo al
  contemplar el panorama de la libertad en Hispanoamérica.  Que se han
  dado pasos relevantes es innegable.  Que las perspectivas de futuro son
  mucho mejores que hace unos meses nadie puede negarlo.  Sin embargo,
  queda mucho trabajo por hacer.  La unión de las fuerzas opositoras –
  como en Venezuela – y la articulación de un mensaje esperanzador – como en
  Argentina – muestran cómo alcanzar la meta de liberar a millones de
  hispanoamericanos de regímenes de conducta y resultados sobrecogedores. 
   Pero, de momento, seamos fríamente realistas y no lancemos cohetes de
  triunfo. 
(*) César Vidal es historiador y escritor; tiene
  doctorados en Historia, Derecho, Filosofía y Teología y es miembro del
  Consejo Directivo del Interamerican Institute for Democracy, y de la Academia
  norteamericana de la lengua española. | 

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