Bajaron los cerros
RCL les invita a leer a Felipe Guerrero.-
Este domingo mientras el reloj se desperezaba para marcar las primeras horas del día salimos presurosos a cumplir nuestro deber cívico, en un acto que nos permite seguir amasando versos de vida y horneando el pan de la democracia.
Era la misma ruta que hemos recorrido en un millón de oportunidades. Nos corresponde sufragar en la populosa comunidad de la «Unidad Vecinal» pero este domingo mi aldea era un paraíso de esperanza que mostraba como nunca la estrecha unidad de sus vecinos. En medio de ese derroche de vida, me acerqué al lugar de votación ubicado en el Grupo Escolar identificado con el nombre del guerrillero de la libertad Leonardo Ruiz Pineda.
En el camino por primera vez no encontramos las bochornosas y degradantes «colas» que sólo sirven parea humillar a los sectores marginados y excluidos pero si nos reencontramos a miles de peregrinos con la mirada transparente de mis paisanos, esa mirada que irradia el brillo de honestidad que muchos necesitan.
Al llegar al centro de votación aparecieron las gigantescas «colas» de los seres humanos que siempre han proclamado su vocación de libertad
Y… Ahí en la larga «cola» de votantes, me topé con una vieja, porque esa valiente anciana ha logrado sobrevivir a las gigantescas «colas» de irrespetos que durante estos años ha soportado cada vez que busca sus medicamentos, cada vez que intenta adquirir pañales para su nieto y cada vez que desea tomarse un «cafecito». Con un morral cargado de esperanzas la abuela me dibujó la patria que desea para su bisnietos, sin decaer en nostalgias, pero conservando aromas de libertad y sonidos de dignidad acunados en el tiempo, porque ella sabe que envejecer dignamente es una obra de arte.
Y… nos enseñó la abuela que se aproxima la hora en la cual los Venezolanos sin portar fusiles ni bayonetas tendremos la hermosa posibilidad de caminar tranquilamente, amando y cuidando el entorno, en armonía, en silencio, en paz…
Y… Ahí la larga «cola» de votantes, me sirvió para el encuentro con un grupo de valientes madres cuyos hijos están injustamente detenidos por el «delito» de luchar por la libertad. Estas intrépidas y valerosas mujeres han aprendido de memoria el silencio sonoro de la interioridad en la cual viven y que los poderosos no han podido encarcelar. Intenté preguntarle al grupo de heroicas mujeres por los gritos de los hijos inocentes que arbitrariamente están tras las rejas y la música que escuchan en silencio pero me bastó con sus miradas. En esos ojos y en el gorjeo de sus labios había el elocuente estruendo de denuncias que callan los que guardan silencio para conservar miserables privilegios.
Y… Ahí en la larga «cola» de votantes, logré abrazar miles de muchachos tan parecidos a mis nietos que no pueden asistir a las aulas y laboratorios de la Universidad. Ahí estaba esa generosa juventud participando de estas clases de civismo que se dictan en los caminos, veredas, calles y avenidas de nuestra patria. Ahí estaba la fecunda y desinteresada patria nueva recibiendo y dictando las eternas lecciones de democracia que sólo se aprende en escenarios donde se comparten visiones plurales, porque eso nunca se puede aprender en los cuarteles.
Ahí en esa larga «cola» de jóvenes votantes, estaba esa ilustre formación cívica que no ha podido silenciar la oligarquía privilegiada instalada en los palacios de gobierno. Esa oligarquía encargada de secuestrar los alimentos de los pobres y que intenta mancillar la autonomía universitaria porque desde Miraflores se mira a la universidad como un espacio crítico y cuestionador, por eso le niegan los recursos y acosan su autonomía porque con toda perversión saben que «Sinautonomía no hay universidad y sin universidad no hay país».
Y… Ahí la larga «cola» de votantes, me permitió estrechar la mano de miles de obreros y trabajadores a quienes la oligarquía de Miraflores buscó por todos los medios destruirles los sindicatos, les negó la posibilidad de firmar sus contratos colectivos, los convirtió como dijo Eduardo Galeano en «Los hijos de nadie, los dueños de nada… Los ninguneados, los jodidos, rejodidos… Los que no son, aunque sean… Que no son seres humanos, sino recursos humanos…Que no tienen cara, sino brazos…bQue no tienen nombre, sino número… Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata».
Y… Ahí en la larga «cola» de votantes, me topé con un grupo de madres que viven en medio de un rosario de lágrimas porque la violencia generada desde la oligarquía del poder les arrebató a uno o a más de uno de sus hijos. Al ir a depositar su voto en los oídos de esas madres resonaba el eco de las balas asesinas que destruyeron sus promesas y descuartizaron sus flores. Con razón Miguel de Unamuno dijo que «Cuando se muere alguien que nos suena, se muere parte de nosotros». Aquellos muchachos los mataron porque soñaban con un mundo mejor y con ideales humanistas; porque soñaban con transformar la sociedad y con una revolución de las conciencias.
Esas madres depositaban su voto por los hijos que murieron defendiendo la vida y no como sus viles asesinos que la marchitaban allí donde comenzaba a florecer.
Y… Ahí en la larga «cola» de votantes, me encontré con miles de anónimos ciudadanos que se acercaron a votar como un Deber de Justicia que nos prohíbe vivir como cobardes e indiferentes.Deber que nos manda ser solidarios con los más débiles, con los excluidos y con los más desafortunados, frente a los poderosos que viven en los palacios.
Y… Ahí en la larga «cola» de votantes, me encontré con Andrés Eloy junto a Juan Bimba, el popular personaje oriundo de la tradición de su tierra, como el prototipo de hombre humilde del pueblo venezolano
Y… Ahí en la larga «cola» de votantes, Juan Bimba le recuerda a Andrés Eloy que él no sufrió solo, que lo acompañó en los calabozos del régimen y que al final del camino aún habiendo derramado el sudor de su trabajo y su sangre continúa al pié de la lucha:
«Juntos vamos en el gozo… Como en dolor juntos fuimos… Uno y otro conocimos… Los grillos y el calabozo… La carne supo el destrozo… Del látigo y no mi fé… Con sangre y sudor regué… Carreteras al cretino… Pero, al cabo del camino… Juan Bimba estaba de pie».
En medio de las cívicas «Colas de Votantes» estaba Andrés Eloy junto a Juan Bimba, ambos despiertan con el sueño de una Patria verdadera, libre, hermosa y altanera, en los cuatro costados del país, coloreada por el tricolor de su bandera.
Este domingo con Juan Bimba a la cabeza LOS CERROS BAJARON Y BAJARON A VOTAR.
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Profesor Felipe Guerrero
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