La incoherencia divisionista de Capriles
por: Gustavo Tovar-Arroyo
@tovarr
“Señores, o ustedes –refiriéndose a la oposición-
cambian la política que están planteando o hay una ruptura. Lo digo
clarito.”
Henrique Capriles Randonski
¿Qué le pasó a Capriles?
Venezuela atraviesa uno de los momentos más delicados en su tránsito de la
dictadura chavista a la democracia, no podemos permanecer impasibles, la
compleja coyuntura exige no sólo “unidad” sino “cohesión total” entre los
miembros de la oposición y Henrique Capriles, desde el 7 de diciembre la ha
puesto en peligro -incluso
amenazado con “ruptura”- con
arremetidas irresponsables e incoherentes.
Con incredulidad y sorpresa, pero sobre todo pena, hemos leído las
inauditas declaraciones de Capriles en las que se solidariza con Maduro (en El
País de España incluso lo llama “compañero”) y ataca sin ton ni son a la
oposición.
¿Qué le pasó a Capriles? ¿La tensión política -otra vez- lo ofuscó y perturbó? ¿Es tan sólo
reconcomio político o es algo peor?
La incoherencia divisionista
En sus recientes declaraciones, Capriles por un lado se muestra sumiso,
condescendiente y hasta obsecuente (chupa medias) con quien antes llamaba
usurpador, ilegítimo y toripollo; con quien nos aseguró -con pruebas en mano- le
habría robado nada más y nada menos que las elecciones presidenciales en 2013;
con quien según sus propias palabras ha destruido las instituciones del país y
al país mismo: Nicolás Maduro; a quien de manera insospechada, casi cómica,
ahora quiere salvar porque salvarlo sería “salvar” a Venezuela, ofreciéndole
diálogo, apoyo, incluso en un singular disparate político concediéndole un
“trimestre” más para que rectifique como “estadista” (¡carajo, qué clase de
locura es esa!); y por otro lado, en las mismas declaraciones acusa, deshonra y
arremete de manera irresponsable contra cientos de miles de venezolanos de todo
el país que se movilizaron en 2014 para protestar de forma valerosa y
noviolenta contra el régimen de Maduro, algunos de los cuales hoy tristemente
están muertos, presos, torturados o en el exilio, por tener y luchar por la
democracia y la libertad.
Responsabilizar a la oposición y no a Maduro de las calamidades que estamos
padeciendo es inaceptable, por no decir patético.
La incoherencia -¿dislate?- divisionista de Capriles en un momento tan inoportuno y crucial es
instantáneamente observada y capitalizada por la dictadura, que al notar
nuevamente debilidad en él y falta de unión en la oposición, se sintió inmune,
tomó por asalto el poder judicial e intenta desconocer nuestra apoteósica
victoria electoral.
¿Qué haremos? ¿Le daremos la mano y nos inclinaremos de modo sumiso -otra vez- frente a Maduro? ¿Golpearemos -con arrechera- una
cacerola para reivindicar la verdad? ¿O en el algún momento nos movilizaremos
consciente y legítimamente para reivindicar nuestros derechos?
Capriles con penosa indulgencia ante Maduro pero con mucha soberbia frente
a la oposición, amenaza: “Habrá ruptura si se vuelve a protestar”.
Tú, como venezolano, ¿qué harás?
¿Qué es “La Salida”?
Capriles nunca pudo derrotar a Chávez electoralmente; ni Capriles ni nadie.
Los únicos que lo lograron fueron los estudiantes junto a Leopoldo López en el
2007. No sólo lo derrotaron, sepultaron su “invicto” en lo que significó
políticamente el comienzo del fin del sátrapa.
Como es sabido, el movimiento estudiantil y Leopoldo López lo hicieron en
aquella ocasión enmarcados en una estrategia de lucha mixta -siempre noviolenta- con
movilización en las calles, protestas, reivindicaciones sociales y “elecciones”.
Nunca fueron abstencionistas como pretende señalar equívoca y mentirosamente
Capriles, la diferencia fundamental fue que a las “elecciones” (al activismo
político, trabajo comunitario, etcétera) le sumaron sabiamente el activismo
social (protestas, manifestaciones, marchas, conciertos, asambleas, foros y
huelgas de hambre), y así se logró por primera vez la impensable victoria
contra un Hugo Chávez que estaba en plena apoteosis de popularidad.
Esa historia de éxito se repitió con la movilización social y
reivindicadora del 2014 conocida históricamente como “La Salida”, donde
estudiantes y políticos -Ledezma,
López, Ceballos, entre otros, actualmente presos- se
unificaron y activaron para iniciar una andanada de protestas que no sólo logró
movilizar al pueblo y arrinconar al régimen, sino que lo desenmascaró frente al
país y el mundo como lo que realmente era: un régimen represor, corrupto,
narcotraficante, cínico y violador de los derechos humanos.
¿Quién en su sano juicio se atreve a desmentir esa realidad?
El dedo en la llaga, otra vez
Es inconcebible, por no decir suicida, que Henrique Capriles -otra vez- insista en desconocer los esfuerzos
y resultados de las movilizaciones sociales y políticas del 2007 y del 2014 y
hable de “errores”. Él, que fue derrotado en 2012 por Chávez, que se dejó robar
las elecciones en 2013 por Maduro y cuyo llamado a “plebiscito” contra Maduro
en las elecciones regionales de diciembre de ese mismo año resultaron en una de
las más sonoras derrotas que la oposición haya sufrido en todo este tiempo.
¿Cómo se olvida tan rápido de sus propios “éxitos”?
No quería poner el dedo en la llaga, pero las circunstancias me obligan. Se
trata de reflexionar en voz alta, de abrir el debate. Capriles ha señalado y
acusado a otros de supuestos “errores” sin ninguna vergüenza ni autocrítica
sobre los suyos; hay que responderle con firmeza por el bien de la coherencia y
de la unidad.
Y en ese sentido hay que señalar que lo único verificable, público y
notorio, lo histórico, es que Henrique Capriles le ganó unas elecciones
presidenciales a Maduro, como él mismo denunció y probó, y no fue capaz de
reivindicar esa victoria.
No sólo desobedeció y desautorizó la soberana voluntad del pueblo
venezolano que lo hizo Presidente, la engañó. Le mintió de manera bochornosa e
irreversible. Dijo que no se dejaría robar las elecciones y se las dejó robar.
Peor aún, se rindió en su obligación política de hacer efectiva la victoria
popular y en un hecho vergonzoso, inexplicable, sin aviso, claudicó ante el
usurpador, se inclinó ante él, le dio la mano y traicionó así la sagrada
decisión del pueblo de Venezuela.
¿Con qué cara se atreve a dar lecciones políticas? ¿No se da cuenta que es
más vulnerable e enjuiciable que nadie en ese sentido?
Su exceso de cautela -por no
llamarlo cobardía y no ofender- sí
que fue un desastroso e irreparable error político, que ha llevado a Venezuela
a la ruina total (y lo que falta), con decenas de miles de muertos, con
escandalosos actos de corrupción como nunca jamás en nuestra historia, con
devaluación, desabastecimiento, caos institucional, criminalidad desbordada,
crisis de salud, de seguridad y educativa.
Un auténtico apocalipsis nacional que seguramente hubiésemos evitado si
Capriles hubiese honrado con par de talantes bien puesto la voluntad del pueblo
de Venezuela que lo hizo presidente.
¿Quién tiene la razón?
Es importante, vital, pese a las acusaciones y desencuentros de última
hora, que todos entendamos que el pueblo venezolano no sólo nos quiere unidos,
su mandato es que lo estemos.
En Venezuela, la Unidad (en mayúsculas), la cohesión opositora es la
verdadera y única triunfadora. Desconocer eso puede ser fatal. Y en esa unión,
repito lo que he señalado en otras entregas, pese a las diferencias de criterio
y antípodas políticas, están Machado, Solórzano, Ramos Allup, Borges, Capriles,
López, Ledezma, Torrealba, todos los que lucharon dentro del seno de la unidad
o fuera de él para liberarse de la peste chavista.
La razón de la victoria en las parlamentarias fue la sumatoria de esfuerzos
que realizó la oposición: protestas, asambleas, trabajo comunitarios,
movilización, organización y activismo.
Es totalmente inaceptable a pocos días de un momento tan crucial como lo es
el cambio de la Asamblea Nacional, ponernos a sacar cuentas (sobre todo cuando
éstas son tan desfavorables para algunos), reprocharnos con razón o sin razón,
pelear entre nosotros, abrazar a Maduro y patear a la oposición. No lo hagamos.
Reivindiquemos la política no los reconcomios.
Espero sinceramente que Capriles recapacite y reivindique la unión. No es
tiempo de jugar adelantado, es tiempo de jugar cohesionados y unidos por la
democracia y la libertad. Llegarán nuevas oportunidades que plantearán nuevos
escenarios, pero el actual es mantenernos unidos, instalar la nueva Asamblea
Nacional, legislar y controlar al poder.
Y si es necesario protestar, hacerlo; y si es necesario votar,
hacerlo.
Lo cierto, lo histórico, lo público y notorio, es que cuando los pueblos se
han movilizado para votar y protestar “unidos” han sido capaces de liberarse de
dictaduras.
Cuando no lo han hecho, han alargado su suplicio.
¿Qué haremos nosotros?
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