EL FIN DE LOS MITOS
JURATE
ROSALES
La hazaña electoral venezolana del
6D, rompió estructuras de un contexto mundial, hasta ahora consideradas
inamovibles. Hay en eso algo similar a la marcha que partió de Venezuela y
liberó toda América, porque el votante venezolano será el primero en haber
fracturado las columnas que desde hace décadas, mantienen de pie en América
Latina, gobiernos apoyados en la mentira electoral y el engaño populista.
Hay una dimensión internacional e
histórica del 6 de diciembre 2015 venezolano, que sólo se verá con el tiempo y
que tangencialmente ya menciona Elizabeth Burgos en las páginas de esa misma
revista. El votante venezolano, que en su gran mayoría reaccionó ante algo tan
elemental como la falta de comida, destrozó en una sola jornada una serie de
conceptos básicos de la política y medios de comunicación. Los más sagrados
instrumentos de poder, tales como el control de elecciones, la propaganda
política y la amenaza represiva, fueron anulados por la nación en su abrumadora
mayoría. Lo ocurrido esa noche, ocupará durante días, meses, años y décadas, la
atención de sociólogos, historiadores, expertos en comunicación social y sobre
todo, politólogos.
Vamos por partes. Mucho se habla y
se hablará de la mecánica que rompió por primera vez – insisto en que es la
primera vez – uno de los pilares del sistema que todavía impera en Cuba y que
en gran parte fue inyectado a Venezuela durante los 17 años del chavismo: la
utilización de una cifra electoral “ajustada” por el ente electoral, para
aparentar una “voluntad del pueblo soberano”. Mi palco observador desde la
dirección de esta revista Zeta, me permitió analizar – y los que tienen la
colección de todos los números de la revista podrían revisarlo -, cada nueva
elección desde el inicio de la presidencia de Hugo Chávez con su
correspondiente treta utilizada para aparentar resultados electorales y
anunciarlos como la voz del pueblo soberano. Era fácil reconocer el sistema
instaurado por los soviéticos y recogido por Cuba, donde las cifras
electorales, debidamente tratadas, suelen ser una pantalla, creada para
exhibirla en la vidriera del régimen. Esos números que nadie puede verificar,
se utilizarían luego para nutrir una propaganda difundida urbi et orbi, lo que,
irónicamente, solía convencer a propios y extraños.
Venezuela fue víctima de ese
sistema de manera consistente a partir del año 2000. Los venezolanos conocieron
entonces unas primeras elecciones chavistas con tarjetas perforadas cuya trampa
fue luego abiertamente denunciada. Pueden recordar que luego vinieron los
“lectores electrónicos” de la empresa Indra confiados a la canadiense ES&S
y se trató de inducirla en obediencia colocando una pistola en la boca del
técnico, hecho que llevó a la salida del país de esa empresa (el relato
recogido y publicado por Zeta, nunca fue negado). Cabria recordar la aparición
de la máquina electoral Smartmatic con su sistema de comunicación
bidireccional, cuyo resultado fueron los continuos éxitos oficiales tras cada
elección, culminando con el milagro de una inversión de cifras, a última hora,
ocurrida durante la elección presidencial que encumbró a Nicolás Maduro,
posteriormente amparado por una partida de nacimiento que la presidenta del
Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, mostró sin otro comentario.
A vuelo de pájaro puedo mencionar
que incluso para instaurar la actual Constitución de 1999, nunca hubo
aprobación mayoritaria: en el referendo aprobatorio, 55% de la población se
abstuvo y de los 44% del padrón electoral que votaron, sólo 3 millones
aprobaron el texto, mientras que más de 1 millón votó “no”. De manera que ese
día, de los casi 11 millones de votantes inscritos, la actual Constitución fue
aprobada por 3 millones de votos. La debilidad numérica fue opacada por una
gigantesca y continua propaganda del propio Hugo Chávez, quien siempre presentó
esa Constitución como la voluntad expresada por todo el pueblo.
Un aparte constitucional
Por cierto que en relación a la
Constitución de 1999, donde los constituyentistas introdujeron muchos aspectos
de gran valor para la población, en forma solapada fue introducido el
vocabulario y sistema cubanos, cuando por orden presumiblemente venida de
arriba, el parlamento bicameral de diputados y senado, fue sustituido por una
sola cámara nombrada como en Cuba “Asamblea”. Se trataba de un solo cuerpo que
sería más fácil de manipular, por no existir el control de unos senadores
(¿podría el entonces presidente de la Constituyente, Luis Miquilena, aclarar
hoy, quién o quiénes introdujeron la exigencia de esa modificación?).
Lo de cambiarse a una Asamblea fue
en aquel momento un tiro certero, pero ahora salió por la culata, puesto que
esa misma cámara única será el arma principal de la oposición, al conseguir el
control total del importantísimo poder legislativo, sin que mediara freno
senatorial alguno.
La confiabilidad del voto
Insisto, con la Historia y pruebas
al apoyo, que uno de los pilares de todo sistema comunista del que Cuba sigue
siendo un sobreviviente, ha sido la utilización de cifras electorales definidas
artificialmente, para “legitimar” los desmanes del dictador gobernante. Desde
los inicios del siglo XX, no encuentro ni un solo ejemplo de elecciones en país
comunista, que no fueran el simple anuncio de cifras que por norma, casi
siempre aparecían en el tradicional dígito de los 90%. Hasta hubo elecciones
que fueron proclamadas como el logro de un 98% de aprobación. De hecho, las
elecciones con resultados falsos son un aspecto estructural de todo régimen
comunista.
Ese molde fijo, fue roto solamente
dos veces en la trayectoria mundial de esos regímenes, y ambas ocurrieron en
Venezuela, donde la inserción del sistema cubano nunca llegó a ser total. En
ambos casos, lo rompió la Fuerza Armada Venezolana: la primera, al obligar a
Hugo Chávez a aceptar el rechazo de la Reforma Constitucional de 2007 y la
segunda ahora, con las elecciones legislativas de 2015. En ambos casos, la
razón aparece como una voluntad de preservar la integridad de la Fuerza Armada
Venezolana. ¿Quién fue el que dijo que Venezuela es un cuartel?
En el proyecto de la reforma
constitucional de 2007, Hugo Chávez introdujo la creación de una “Milicia
Popular Bolivariana”, con poderes que amenazaban superar la estructura
tradicional de la Fuerza Armada Venezolana. Al alto mando militar le bastó
imponer que por una vez, el Consejo Nacional Electoral se atuviera a los
resultados reales de la votación popular. La reforma constitucional fue
rechazada. Posteriormente, Chávez, pese a la negativa expresada por el “pueblo
soberano”, creó esa Milicia, pero ella nunca logró imponerse como un cuerpo
militar importante y autónomo. Los generales quedaron tranquilos.
El dilema del general Padrino
En estas elecciones de 2015, la
situación fue muchísimo más compleja que en el 2007 y es cuando se puede
afirmar que por primera vez en el mundo, a un gobierno de diseño comunista, le
fue fracturado el pilar del fraude electoral, que sostiene el sistema.
Lo más interesante de observar, es
que contrariamente a muchos otros países, en Venezuela está tan arraigado el
concepto democrático, que nadie se presta a engaño y se discutió abiertamente,
la opción de aceptar un fraude electoral, o forzar el reconocimiento del voto
real.
La noche del 6 de diciembre, el
ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, se vio enfrentado al dilema de
manera tan directa, que el tema de amparar o no el fraude ya había sido
discutido en el más alto nivel “civico-militar” dos días antes, y, según
informes, se adujo el peligro de fracturar la Fuerza Armada, puesto que en una
encuesta interna el 70% del estamento militar apareció favoreciendo un cambio.
Serán muchos los análisis
referentes a todos los elementos que “arrinconaron” a Padrino López obligándole
a adoptar la solución salvadora del país y de la Institución Armada. Solo para
enumerar algunos y siendo la principal la voluntad de la nación en su enorme
mayoría, también estaban esta vez activos, la antes inexistente directa presencia
internacional en muy alto nivel; el tecnicismo para imposibilitar en 1.600
mesas “pivote” el ya tradicional fraude de la comunicación bidireccional de las
máquinas de votación; el conocimiento cabal del sistema fraudulento de
introducir votos después del cierre de las mesas; y la capacidad de los
testigos de la MUD para mostrar en pocas horas, antes de que el previsto fraude
aparezca, la totalidad de las Actas de votación de todo el país, debidamente
refrendadas y firmadas por los integrantes de cada mesa. Cabe agregar la
operatividad de la Mesa de Unidad Democrática dirigida por Chúo Torrealba, que
nunca flaqueó; la destreza política de Henry Ramos Allup, enlace de la MUD con
el CNE, que no dejó otra opción que reconocer las Actas; y finalmente la decisión
del ministro Padrino López, de evitar un inminente derramamiento de sangre.
Con eso, los votantes venezolanos
marcaron posiblemente el fin de los sistemas de gobierno que vivían, crecieron,
respiraban y existieron, en los países de inspiración comunistoide, gracias al
fraude electoral.
OJO Recuadro
El fracaso de la propaganda
Entre los cuestionamientos que
necesariamente surgirán en relación a la lección del 6D, estará la destrucción
por los venezolanos de otro dogma universal, como lo es la propaganda
electoral. Se demostró la inutilidad de los más importantes instrumentos de una
campaña, como lo es la propaganda repetida por todos los medios y vías, al
precio de millones de inversión.
En un momento en que importantes
naciones vuelven a plegarse al populismo, como ocurrió en el pasado con
Mussolini, Hitler, Mao, y actualmente se asoma en las elecciones laboristas de
Inglaterra, el avance regional de la ultra derecha en Francia, el inaudito
fenómeno de Donald Trump en Estados Unidos, desde Venezuela vino la señal de
una fuerza política destructora no sólo del populismo, sino de sus instrumentos
de difusión. Fracasó el calculado efecto de un casi total control de las
televisoras, las emisoras de radio y la prensa, cuyos mensajes llenaron durante
meses el espacio, sin ser escuchados. Cayeron en oídos sordos las múltiples
cadenas de radio y TV, fue inútil el gasto publicitario de vallas, afiches,
volantes y la estridencia de altoparlantes.
Por contraste, la campaña de la
oposición fue acallada en todos sus aspectos, pero la gente la oyó. Al final,
los venezolanos votaron no por inducción, sino por convicción y decisión
propia. Será algo para recordar y tomar en cuenta de ahora en adelante… no
solamente en Venezuela.
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