¡A VOTAR!
Carlos Canache Mata
¿Se atreverá el régimen a
realizar un gran fraude electoral el 6 de diciembre? Es la pregunta que, a
cuatro días de la crucial fecha, se están haciendo los venezolanos y la
comunidad internacional. Es la preocupación que pende sobre la expresión de la
soberanía popular por todos esperada.
A pesar del ventajismo sin
precedentes desplegado por el oficialismo, a pesar de la utilización descarada
de los recursos de la Administración Pública, a pesar del black-out mediático decretado contra la oposición
democrática por quienes con arrogancia hacen uso de su hegemonía comunicacional,
a pesar del terrorismo de Estado traducido en intimidación y atropellos
políticos de toda laya, a pesar de las triquiñuelas y maniobras dirigidas a
confundir a los votantes, a pesar del control de un CNE incondicional, el resultado electoral, urbi et orbi, está
pronosticado unánimemente por las encuestas de modo irreversible: no hay manera de que pueda ser favorable al
gobierno.
El acatamiento del
inminente pronunciamiento de la voluntad del pueblo venezolano ha sido
demandado por la ONU a través de su Alto Comisionado para los Derechos
Humanos, por la OEA a través de la
célebre carta de 18 páginas del Secretario General enviada el pasado 10 de
noviembre a Tibisay Lucena recordándole
la transparencia y la justicia electoral
“que usted desde el CNE debería garantizar”, por cincuenta intelectuales
españoles y latinoamericanos (encabezados por el Premio Nobel Mario Vargas Llosa
y el filósofo Fernando Savater) que en comunicado público exigen “que el actual gobierno (de Maduro)
respete el resultado de las próximas elecciones”, y por varios gobiernos y
organizaciones internacionales. Para completar las voces alzadas contra un
eventual fraude, también la Iglesia venezolana , por boca del cardenal Jorge Urosa
Savino, ha reclamado que “estas elecciones sean pacíficas y que todos
respetemos los resultados”, y, a falta de la negada observación internacional más creíble, ha instado a la Misión de Unasur
a garantizar, con su “acompañamiento” tan cuestionado, “la transparencia del
proceso electoral”.
Ante la interrogante
inicial de este artículo, algunos opinan que es una ingenuidad pensar que
quienes no tienen ningún talante democrático y obedecen las órdenes de la Cuba
de los Castro que necesita seguir beneficiándose con las regalías venezolanas
que recibe, que quienes tienen que conservar el poder para tapar sus robos y el
saqueo al tesoro público, que quienes tienen conexiones con el narcotráfico y
el lavado de dinero en bancos ocultos o recién descubiertos en el exterior y temen
perder sus inmensas fortunas, que quienes saben que pueden ser sometidos al juzgamiento nacional e internacional por haber cometido flagrantes violaciones de
los derechos humanos, puedan desmontar el fraude que tienen montado y acepten
la derrota.
Sin despreciar ese punto de
vista, cabría conjeturar que el pueblo en la calle y el gran sector de la
Fuerza Armada no comprometido con la corrupción, harán respetar la Constitución
e impedirán la burla, si es que se intenta,
a lo que digan las urnas electorales.
¡A votar!.
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