A propósito del 6D
80º Mensaje histórico (Ensayo de Historia prospectiva).-
Había considerado prudente abstenerme de tocar la importante cuestión con sólo un número y una letra simbolizada, por el cuidado de no interferir con el trato político de la misma por los agentes políticos a quienes competía, en primer lugar, orientar a la opinión pública acerca de sus posibilidades, desde el punto de vista del restablecimiento de la democracia liberal en nuestro país.
Así lo observé, si bien en mis contribuciones al Diplomado de Historia contemporánea de Venezuela, impartido en la Fundación Rómulo Betancourt, en reiteradas ocasiones expresé, y comenté, al tratar de un enfoque prospectivo del presente histórico, una consideración, estrictamente historicista, que consideraba muy oportuno recordar y, quizás, tomar en cuenta.
Consistía en que: …“no he hallado constancia histórica de un régimen democrático que hubiese sido establecido democráticamente. Tampoco la he hallado de un régimen democrático que hubiese sido restablecido democráticamente.”
Cumpliendo con un elemental deber de historiador, abonaba pruebas de lo dicho. Consistían en que mi visión de la Historia, escrita con H grande, se basaba en mi ejercicio como miembro del Buró internacional encargado de elaborar la nueva versión de la Historia del desarrollo científico y cultural de la Humanidad, además de ser coeditor del volumen VI, dedicado al Siglo XIX, y autor de lasConclusiones del mismo; como Director del Comité científico internacional encargado de la elaboración de la Historia General de América Latina; como miembro del Comité de redacción de laHistoria General del Caribe; y como miembro del Comité de redacción y editor de un volumen, de laHistoria de América Andina, patrocinada por la Universidad Andina Siomón Bolívar. En algunas de las obras mencionadas fui, igualmente, autor de capítulos sobre el siglo XIX.
Como cabía esperarlo, algunos de quienes me favorecieron al escucharme críticamente, alegaron el caso del cese de la dictadura militar y del restablecimiento de la Democracia, ocurrido en Chile; pero lo hicieron subestimando el papel desempeñado en ese tránsito por el Pronunciamiento del Alto Mando militar. Obviamente, quizás la cuestión cambiaría de significado si hubiesen actuado como ciudadanos militares, cual lúcidamente los denomina María Corina Machado; pero, en tal caso, sólo si lo hubieran hecho con sus votos; no en función del servicio llamados a prestarle a la República.
Hoy, cesando en mi decisión, me veo obligado a ocuparme de la cuestión. Lo hago movido por la preocupación que estimo suscitan recientes tesis, expuestas con motivo de la ejemplar conducta, cívica y democrática, tenida por los ciudadanos con motivo de las elecciones celebradas en el 6 de diciembre de 2015. Me refiero a las siguientes tesis:
1º. Lo acontecido careció de antecedentes significativos en lo concerniente a la participación de la sociedad y a la invocación de principios.
Resistiéndome a creer que quienes así valoran los acontecimientos, padecen del contagio de la peregrina tesis de que para derrotar a Chávez se necesita otro Chávez, -escuchada por mí no una sino muchas veces-, representantes de la oposición substituyeron la invocación de los principios de la Libertad, la Democracia y el respeto del ejercicio pleno y libre de La Soberanía popular, que orientó la instauración del Poder civil y rigió el ejercicio de la política durante más de cuatro décadas, por un discurso centrado en una lista de mercado. Esto, porque eso, y no la invocación de principios, sería comprensible por el pueblo. Por ello el resultado electoral del 6D habría sido un voto de castigo, por la escasez y la inflación; y no la reconfirmación, en las urnas electorales, de los valores que han generado la resistencia, activa y pasiva, de millones de ciudadanos durante más de una década.
Por ello, igualmente, la desestimación del papel desempeñado, en tan sostenida como heroica resistencia, por la mujer, los estudiantes universitarios, la Iglesia cristiana católica, la clase media y no pocos ciudadanos soldados, de baja y activos.
2º. Las expresiones de descontento, y hasta de franca resistencia, de sectores de la sociedad, resultaban, en el menor de los casos, redundantes; bastaba con esperar la ocasión electoral y prepararse para hacerla valer.
Durante más de una década se vivió la confusión consistente en que la disidencia expresada electoralmente lograría, pese al trucado Consejo Nacional Electoral, restablecer el régimen sociopolítico liberal-democrático. La persistencia de este erróneo enfoque de la naturaleza del conflicto, ha llegado ahora a desestimar la eficacia de los heroicos actos de resistencia activa; entre los cuales los vividos, con grandes esfuerzos y sacrificios, en varios estados de la República. No sólo se les desdeña como estímulo de la resistencia, sino también y sobre todo como advertencia nada desdeñable dirigida a las fuerzas institucionales que han puesto de lado sus obligaciones constitucionales.
3º Los resultados electorales no deberían tener consecuencias conflictivas con el régimen así puesto en condiciones de minoría legislativa, pues quedaría abierta la posibilidad, muy civilizada, de la cohabitación.
Quienes aún parecen no haber comprendido la naturaleza de la confrontación política padecida por los venezolanas buscan la manera de recomendar tesis colaboracionistas cuya más descabellada expresión se da en el concepto de cohabitación. Pareciera que la creen posible entre un régimen sociopolítico militar-militarista y un régimen sociopolítico liberal-democrático. ¿No están enterados de la suerte corrida por el glasnot y la perestroika; y padecida por el muerto en vida Miguel Gorbachov? Pensar en cohabitación entre un régimen totalitario que se fija como objetivo la destrucción del opositor, y uno que se funda en el ejercicio liberal de la Democracia. La semejanza de la fundamentación ideológica, y el respecto comprobado de las normas constitucionales, son requisitos irremplazables de la cohabitación política.
4º El cambio de régimen, electoralmente procurado, es posible partiendo del acertado desempeño de la nueva Asamblea Nacional.
¿Valdría decir confundiendo una derrota política, aunque grande, con un cambio de régimen?
Cuando entrada la noche del 6D acariciaba la posibilidad de que este gran pueblo que siempre ha sabido superarse en sus propósitos de Libertad y Democracia, pudiese contradecir lo que acostumbraba a decir sobre tal probabilidad, mi conciencia histórica me advirtió de la que parecería ser una simpleza: ganar una batalla no significa, necesariamente, ganar una guerra. En otras palabras: infligirle una derrota a un régimen sociopolítico no significa demolerlo; mucho menos erradicarlo. No creo necesario apelar a las ya vistas reacciones del derrotado, manifiestas y activas, para hacer valer este aserto. En cambio, la Historia registra muchos casos en los cuales una victoria significó la definitiva derrota del vencedor. ¿Será necesario enumerarlas? ¿O bastará recordar el aserto del Mariscal Kutusoff cuando, enfrentado a Napoleón, produjo el aparentemente simplista aserto de que la batalla más importante es la última.
5º La tarea primordial planteada es la de lograr una suerte de concertación nacional para enfrentar, y al menos paliar, la aguda crisis económica y financiera.
No creo que sea el momento de subestimar el hecho de que tal crisis es resultante del ejercicio despótico del Poder público por el régimen militar-militarista bolivariano, cuya instauración fue anunciada por este historiador en el instructivo, publicado, que elaboró para el Seminario de graduados que impartió durante el semestre de otoño del 2000, en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Florida, en Gainesville (1ª ed. 2001; 2ª, 2005; 3ª, 2011, como “El bolivarianismo-militarismo, una ideología de reemplazo, por intoxicación ideológica propia e inducida por el fidelismo, -entendido éste como arrebato despótico, substitutivo de toda aspiración ideológica, ¿Alguien sabe algo de la Doctrina básica de la destrucción del esfuerzo republicano de los cubanos, erróneamente bautizada como La Revolución cubana?
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No creo razonable cerrar estas sumarias consideraciones historiográficas sobre acontecimientos que inician su evolución y desarrollo, sin dejar constancia de las dos razones que me inducen a comunicarlas por esta vía:
Estimo cumplir de esta manera con el por mí exaltado deber social del historiador venezolano, que consiste no sólo en contribuir a la fundamentación y orientación de la conciencia histórica del venezolano, sino también en explorar los procedimientos de la historia prospectiva, como generadora de elementos para esas fundamentación y orientación, ubicando el estudio de la Historia contemporánea en un largo período que, intentando penetrar en el presente histórico, desborde el presente cronológico.
Caracas, 28 de diciembre de 2015.
Germán Carrera Damas
Escuela de Historia
Facultad de Humanidades
Y Educación, U.C.V.
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