Trump, uno de los efectos perversos
por: Juan Claudio Lechin
John McGraw un viejito iracundo de 78 años le madrugó un puñetazo en la cara a un manifestante negro anti-Trump y declaró con suficiencia: “la próxima vez tendremos que matarlo”. Un grupo de migrantes islámicos violó mujeres en Bonn, en el año nuevo, la policía alemana se hace la vista gorda y en Londres mujeres islámicas le gritaron “puta” a una inglesa en minifalda.
El racismo y la misoginia son la descomposición de dos poderosos vectores patriarcales: la etnia y la superioridad masculina. Pero en lugar de esta lectura, en realidad obvia, las criticas señalan como culpables al capitalismo y a occidente, precisamente quienes aportaron más en la historia universal a la libertad humana con la razón, el pensamiento crítico, los derechos humanos, la multiculturalidad, la igualdad de género así como en la solución de históricas carencias materiales con la producción masiva de alimentos, vestimenta, casa propia y transporte colectivo.
Automáticamente (maniqueísmo mediante) liberan de culpas a lo contrario —incluso al comunismo y al islam misógino— o lo justifican con argumentos de folletín antropológico. Quienes lideran esta comparsa perniciosa de argumentos son ¡los popes académicos occidentales cuyo nicho perverso de mercado es criticar al capitalismo! El mismo resabio patriarcal ha instalado prohibiciones inquisitoriales en las disciplinas sociales, donde se debe estar de acuerdo con el anti-capitalismo o ser un hereje, desprovisto de moral.
Estos grandes vectores del pasado —lo racial, lo viril, el pensamiento único—, al descomponerse aceleradamente reaccionan con violencia para sobrevivir. Si el occidente capitalista no pone orden y no instala una fe alternativa que alimente al ser humano necesitado de credulidad, la modernidad sucumbirá a este desplome general de milenios de cultura patriarcal.
Juan Claudio Lechin
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