Tumban las estatuas de Lenin, y el nuevo
Kominterm
Revista Este y Oeste, París
Traducido del francés por E. Mackenzie
18 de marzo de 2016
Este 17 de marzo de 2016, tumbaron la última gran estatua de Lenin en Ucrania. De veinte metros de altura, el último monumento importante que cantaba la gloria del padre de la revolución bolchevique estaba en la ciudad de Zaporizhia en el sureste. El jueves pasado cayó tras dos días de esfuerzos y con la ayuda de una grúa gigante.
Cerca de mil estatuas de Lenin han sido derribadas desde que los manifestantes anti-rusos destruyeron, a finales de 2013, la que se erguía en Kiev. Sólo en algunas localidades del país controladas por los separatistas pro-rusos quedan los símbolos de la opresión estalinista. El "leninismo" había sido instituido como religión de Estado por sus sucesores y discípulos. El culto del fundador de la Unión Soviética tiene todavía como centro el mausoleo en la plaza Roja en Moscú.
El monumento de Zaporizhia había sido construido hace 60 años. Mostraba al jefe revolucionario en pose heroica, con el brazo derecho levantado. En los últimos tiempos, para ridiculizarla, la estatua había sido cubierta con una gran camisa ucraniana bordada y una camiseta de la selección nacional de fútbol.
En mayo, el Parlamento de Kiev aprobó una ley para borrar el pasado comunista de Ucrania. Ese texto prevé, en particular, cambiar el nombre de casi mil ciudades y pueblos. El mismo 17 de marzo el diario parisino Libération saludaba, en un artículo intitulado “El Komintern soberanista de Putin”, la publicación del libro de Cécile Vaissié Las redes del Kremlin en Francia (Editorial Les Petits Matins, París, 392 páginas, 19 euros).
Renaud Rebardy, autor del artículo, dice que algunos artículos de la prensa "ya habían tratado de hacer luz sobre la existencia en Francia de una nebulosa pro-Putin”. Agrega que “el libro de Cécile Vaissié va mucho más allá”. El nuevo jefe moscovita busca, en efecto, reconstruir una internacional que pasa en Francia por el partido [de extrema derecha] Frente Nacional, como lo demuestra el libro de investigación de Cécile Vaissié, universitaria especialista de Rusia. Ella revela los múltiples circuitos sobre los cuales se apoya el régimen ruso para tratar de convertirse en un polo de atracción ante el mundo occidental. Tomando muchos ejemplos y haciendo algunos retratos bien significativos ella revela los contornos de lo que parece ser un nuevo Komintern.
A diferencia del que existía durante la Unión Soviética, este se apoya más bien en valores conservadores e intenta atraer hacia Rusia a los partidos soberanistas europeos. Pretende, en primer lugar, obtener el apoyo, en Francia, del Frente Nacional (el cual pudo fácilmente obtener un préstamo en Rusia) y del ala derecha de Los Republicanos (partido que multiplicó las visitas a Moscú de sus diputados y sus protestas contra las sanciones anti rusas de la Unión Europea). Moscú busca también el apoyo en los más diversos círculos. El libro revela el funcionamiento interno de ese trabajo de penetración y de influencia.
Cuenta cómo el régimen de Putin, en particular, desde sus orígenes, ha tratado de ganar el apoyo de la primera emigración rusa blanca, y ha logrado establecer una "Unión de Compatriotas", una organización estructurada y bien financiada que se ha convertido en un instrumento eficaz de los intereses de la potencia rusa fuera de sus fronteras. Cécile Vaissié detalla el nacimiento y el funcionamiento de esa organización y observa, con cierta ironía, que, al mismo tiempo, Rusia persigue en su casa a los “agentes extranjeros”...
Esta historia, uno de los momentos más fuertes del libro, facilita la comprensión de hasta qué punto el esfuerzo de influencia de Rusia en los países occidentales reposa sobre un trabajo profundo y de largo aliento. Descubrimos de paso los “príncipes” rusos más o menos auténticos que obran en favor del actual régimen ruso a cambio de algunos honores o de beneficios más concretos...
Cécile Vaissié también se interesa por las “factorías de trolls” y por los medios de información rusos en francés. Da una idea del esfuerzo financiero del Kremlin para consolidar esa maquinaria de propaganda y analiza los métodos de ésta. El primer método es el “relativismo” que consiste en poner, ante cada acusación contra Rusia, otra acusación supuestamente equivalente contra el “campo occidental”, para hacer creer que “todo es equiparable”. Cécile Vaissié también denuncia la complacencia de algunos comentaristas franceses, como Hélène Carrère d'Encausse, que llegó a decir que el KGB reunía la élite rusa “como el ENA (Escuela Nacional de Administración) en Francia”. Sin embargo, subraya Cécile Vaissié, “los graduados del ENA, cualesquiera que sean sus defectos, nunca han tenido que ir a buscar literatura prohibida en los cubos de ropa sucia de sus compatriotas”.
La autora también cuenta otras anécdotas. Por ejemplo, narra cómo en los papeles abandonados en la casa de Viktor Yanukovich, ex presidente [pro ruso] de Ucrania, se encontró una factura por 5.000 euros pagados al periodista francés Dimitri de Kochko quien era, en esa época, empleado de la AFP. Él había recibido ese dinero para organizar en Francia la estancia de varios miembros del Partido de las Regiones, donde fueron a defender la imagen del régimen de Ucrania... Cécile Vaissié se pregunta si Dimitri de Kochko, quien era invitado habitual en esos momentos a los debates en la televisión, podía intervenir sobre Ucrania en los medios de información presentándose como periodista cuando él había sido pagado por instancias aparentemente muy cercanas al ex presidente Yanukovich?
En el entrecruce de las redes activas en favor de Rusia aparecen algunos personajes omnipresentes. Del lado ruso, hay dos multimillonarios, de los cuales, Vladimir Yakunin, es muy cercano de Vladimir Putin, mientras que el otro, Konstantin Malofeev, actúa de manera más independiente, pero nunca contra los intereses del Kremlin. En el lado francés hay una cohorte de “idiotas útiles”, cuyos nombres y hazañas da el autor del libro, desde Jacques Sapir hasta Alexandre Latsa, pasando por Thierry Mariani o Gérard Depardieu.
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