14 de marzo de 2016

TRANSICIÓN, SIN MÁS DEMORA, por Antonio Sánchez Gracía, @sangarccs / pararescatarelporvenir.blogspot.com 14 de marzo de 2016

TRANSICIÓN, SIN MÁS DEMORA

Todo el tiempo empleado en el diseño de un amplio y profundo programa de transición es anticipo del futuro. La clave maestra que nos permitirá proceder con paso seguro, ganándole tiempo al tiempo. No hacerlo aún, es un error de lesa política. Y en política, los errores se pagan el doble.

Antonio Sánchez García @sangarccs

            La oposición venezolana ha dado el 6D un gigantesco paso hacia el futuro, que desde un comienzo hemos considerado irreversible. Enmarañados en el pataleo de quienes fueran conminados mayoritariamente a dejar el Poder, la bruma de las escaramuzas, las trampas, mañas y amenazas, incluso los crímenes con que los derrotados postergan el momento de obedecer el mandato popular y entregar memoria y cuenta causan incertidumbres y desconcierto. Pero lo cierto es que la transición, una palabra que causaba el espanto y la indignación en algunos opinadores que pensaban que su sola mención amenazaba la victoria opositora al causar incomodidades en las filas de la dictadura, se ha convertido en el concepto definitorio de lo que tenemos ante nuestros ojos. Muchísimo más temprano que tarde, un gobierno democrático copará la escena venezolana y sus tareas deberán dar respuesta, precisamente, a los ingentes problemas que plantea la transición: desmontar la parafernalia del mal llamado socialismo del Siglo XXI, liberar al país de los lazos y compromisos de subordinación y pérdida de nuestra soberanía con la tiranía cubana y los países adherentes al Foro de Sao Paulo, reorganizar el aparato de Estado en todas sus instancias, reconstruir nuestro aparato productivo, restituir las empresas y fundos a sus legítimos dueños, poner el país a producir e invitar a los inversionistas extranjeros a colaborar en la reconstrucción plena de nuestro dañado y fracturado tejido socio económico.

            Sólo enumerar algunos centros neurálgicos de lo que deberemos acometer provoca preocupación y angustia. Y nos sitúa ante la incertidumbre respecto no sólo de nuestra capacidad productiva y creadora como pueblo, tan profundamente fracturado durante esta acometida del castrocomunismo caudillesco y militarista, para resolver exitosamente el desafío, sino y sobre todo respecto del proyecto de país a cuya construcción nos enfrentaremos. Pues, y esa es la primera observación que quisiéramos adelantar: no se trata de reparar, maquillar y vestir a la Venezuela en harapos. Tal como lo señalan algunos columnistas brasileños enfrentados a la mayoritaria exigencia de ponerle un fin definitivo no sólo al gobierno de la ineficiente Dilma Rousseff, sino al régimen lulista: ¿reedición y connivencia con lo viejo o ruptura con el pasado? Se trata de reconstruir a Venezuela como Nación y restablecerla en toda su majestad como República.  No se trata, por lo mismo,  de volver a los esquemas de vida y gobierno que fueran aniquiladas por la acción del chavismo y la omisión de nuestros factores de autodefensa. No se trata de recurrir a las instancias normativas que, resquebrajadas, permitieron la irrupción, ascensión y devastación de los factores hoy en retirada. En pocas palabras: no se trata de volver a la Cuarta República. Ni muchísimo menos de convivir con sus devastadores. Así no falten en las filas opositoras quienes quisieran darle una mano de pintura y volver a poner la vieja carreta por sus fueros.

            Se trata, y es la opinión de cuya expresión me responsabilizo, de aprovechar la crisis existencial que nos aqueja para permitirle a Venezuela dar un salto definitivo hacia la modernidad y la globalización, de desterrar las taras congénitas que han lastrado el desarrollo de nuestra fracasada democracia, de convertir esta espantosa experiencia en fuente nutricia de un nuevo diseño político, económico y social. Puestos ante este balance de nuestra esencia y nuestra existencia, se trata de pensar la Venezuela del futuro y hacernos a la tarea de construirla. Con inteligencia, con lucidez, con coraje, con disciplina. Volver la página de los desastres y las heridas y comenzar a sentar las bases de una Nación moderna que nunca jamás debiera volver a caer en manos de la barbarie.

            La polvareda levantada por la resistencia de los fracasados, en gran medida causada por el terror a perder las fortunas mal habidas y el disfrute escandaloso del poder del que hicieran abuso, no debiera obnubilarnos. Ni el miedo a las acciones de política interior que se harán imprescindibles para mantener a raya a los herederos armados del castrocomunismo fracasado. Ni las previsibles acciones de desestabilización que, si a la caída de Pérez Jiménez provocaran una retahíla de golpes de Estado, a la de Maduro y el castrismo se multiplicarán por diez.

            Lo que nos parece esencial es acometer desde ahora mismo la construcción teórica de un programa de transición, que contemple todos los aspectos mencionados. Convocar a nuestros mejores y más lúcidos espíritus par diseñar la Venezuela del futuro. No mañana, sino hoy mismo. Uno de los más graves problemas a enfrentar, y tal vez el más crucial tiene que ver con las fuerzas armadas y policiales. Alcahuetes y cómplices del asalto de la barbarie, han sido sus cuarteles el nido de las serpientes. Una de las más sentidas y respaldadas reformas a ser acometidas de inmediato será el de la definición del papel y las funciones de los nuevos ejércitos de la República. Los actuales no sólo carecen de la más elemental capacidad operativa: han sido responsables en máxima medida de la devastación material, intelectual y moral de la Nación.

            Todo el tiempo empleado en el diseño de un amplio y profundo programa de transición es anticipo del futuro. La clave maestra que nos permitirá proceder con paso seguro. No hacerlo aún, es un crimen de lesa política. Y los crímenes se pagan

            

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