DE MAX WEBER A ANGELA
MERKEL
Por: Aníbal Romero
Hace menos de un año Angela Merkel, canciller de Alemania,
se hallaba en la cima de su poder tanto dentro de su propio país como en el
ámbito europeo. Hoy, pocos meses más tarde, Merkel y su partido político acaban
de experimentar severas derrotas en varios comicios regionales, y su prestigio
e influencia en Europa se han visto seriamente erosionados.
¿Qué pasó? El caso
de Merkel ofrece a la vez un intrigante ejemplo de los vericuetos insondables
del alma humana en el ejercicio del poder, así como una interesante ilustración
de la distinción entre la “ética absoluta” o “ética de la convicción”, de un
lado, y de otro la “ética de la responsabilidad”.
Estos conceptos fueron
analizados por Max Weber en su extraordinario texto “La política como
vocación”, basado en una conferencia inicialmente pronunciada en Múnich en
1919. Dicho texto me servirá de guía para estudiar el enigma de Merkel. El
sustancial cambio en la posición política de Merkel comenzó a raíz de su
decisión, tomada en 2015, ante el reto migratorio desde el Medio Oriente y
Africa del Norte hacia Europa.
Sería injusto minimizar las dificultades que
entonces enfrentaban y siguen confrontando los dirigentes políticos europeos,
con relación al desafío representado por millones de seres humanos expulsados
por guerras y conflictos y atraídos por mejores oportunidades de vida. No es mi
propósito menoscabar ni la magnitud del problema ni las posiblemente nobles
intenciones de Merkel, quien optó por abrir las puertas de su país a la marea
de gente agolpada en sus fronteras. Pero la política no es meramente una
cuestión de intenciones, sino también de resultados.
De paso, en este escenario
concreto, Merkel actuó sin consultar a sus ciudadanos ni a sus socios europeos,
que se ven muy afectados por la crisis. Merkel, además, no estableció límite
alguno en cuanto al número de personas que Alemania estaría dispuesta a acoger,
ni precisó qué correspondía hacer a los otros países que se encuentran en el
camino desde las costas del mar Egeo y a través de la llamada “ruta balcánica”,
hasta llegar a Alemania.
2 En un principio numerosos alemanes de buena voluntad
salieron a las calles a dar la bienvenida a los centenares de miles de
inmigrantes, que llegaban al país huyendo de sus penurias, pero no era difícil
percibir que esa reacción inicial, sustentada en la compasión, más temprano que
tarde chocaría contra las inmensas dificultades que experimentan comunidades
históricas y étnicamente homogéneas, que de pronto acogen grandes grupos de
personas con tradiciones, culturas y modos de conducta muy diferentes.
Algunos
han interpretado la decisión de Merkel como producto de un sentimiento
humanitario, doblemente fuerte en su caso debido a su religiosidad protestante
y al hecho de provenir de Alemania comunista, donde aprendió lo que significa
ser un “refugiado interior” que se veía obligada a escapar de la represión y la
violencia. No dudo que esto haya jugado un papel. No obstante, los problemas no
tardaron en presentarse, hasta explotar de manera gráfica y fatal en varias
ciudades alemanas durante los festejos de año nuevo de este año, sitios donde
se produjeron graves y masivos incidentes de asaltos, acoso y violaciones de
parte de grupos organizados de adultos musulmanes contra mujeres alemanas.
El
resultados de tres elecciones regionales hace poco más de una semana, pone en
evidencia de manera muy cruda el acierto de Weber, al señalar que “Es una
tremenda verdad y un hecho básico de la Historia…el que generalmente el
resultado final de la acción política guarda una relación absolutamente
inadecuada, y frecuentemente incluso paradójica, con su sentido originario”.
Merkel quiso hacer el bien a otros seres humanos, pero el producto de su
imprudencia ha sido la polarización política en Alemania, la erosión de las
relaciones entre Alemania y varios de sus socios europeos, la confusión y falta
de decisión de Europa ante la crisis de los refugiados, y el surgimiento en
Alemania, por primera vez en décadas, de un movimiento político extremista que
ya la semana pasada alcanzó, como mencioné, cifras muy importantes de respaldo
en tres regiones clave, apuntando –si el panorama no cambia— a posibles
victorias mucho más relevantes en las elecciones nacionales de 2017.
De manera
increíble, pero real, el sistema político alemán, muy estable y predecible por
tantos años, se ha fragmentado, la sociedad alemana se encuentra perpleja y
atemorizada, y si bien Merkel todavía tiene espacio de maniobra su figura ha
sufrido una merma patente de popularidad.
3 Merkel no actuó como una estadista
sino como “Mutter Merkel” (o mamá Merkel, como le dicen o decían), violentando
los límites entre una “ética absoluta” o “de la convicción”, que es o puede ser
la de personas comunes, y una “ética de la responsabilidad” que es la que en
todo momento debe guiar la acción de un político. En palabras de Weber, “No es
que la ética de la convicción sea idéntica a la falta de responsabilidad, o la
ética de la responsabilidad a la falta de convicción. No se trata de esto. Pero
sí hay una diferencia abismal entre obrar según la máxima de una ética de la
convicción, tal como la que ordena que el cristiano debe obrar bien y dejar el
resultado en manos de Dios, o según una máxima de la ética de la
responsabilidad, como la que ordena tener en cuenta las consecuencias
previsibles de la propia acción”. Los trágicos errores de cálculo de Merkel han
generado consecuencias funestas, y me temo que no hemos visto aún sino parte de
un drama que muestra síntomas de complicarse en los venideros tiempos.
No cabe
exagerar la importancia del ascenso del nuevo partido Alternativa para Alemania
dentro del cuadro político germano y europeo. Pocos vislumbraron, hasta hace
tan sólo unos meses, que Alemania podía verse afectada por el surgimiento de
movimientos radicales como el Frente Nacional en Francia y otros similares en
Holanda, Austria e Italia, por ejemplo. Alemania es el eje económico de Europa,
pero además es un sismógrafo político. Algunos piensan que ese papel de alerta
temprana lo juega Francia, y ello es parcialmente cierto. Pero los cambios en
Alemania tienen un peso fundamental, y como lo muestra el pasado histórico
Alemania no causa temblores sino terremotos. Lo más lamentable de todo esto,
tal vez, es que Angela Merkel, crecientemente acosada por imprevistos desafíos
políticos, ahora está intentando sacar las castañas del fuego mediante un
acuerdo mal concebido y de grandes riesgos con Turquía, llegando a ofrecer
dinero a un cada día más autoritario gobierno turco para que reciba refugiados,
a cambio igualmente de visas para los ciudadanos turcos en la Unión Europea y
de la promesa de acelerar las negociaciones del acceso de Turquía como miembro
pleno de la asociación.
Todo esto es rechazado, entre otros, por Francia y el
Reino Unido (Reino que se prepara a votar sobre su pertenencia o salida de la
EU), y la crisis se acentúa en medio de nuevas alambradas de púas, alcabalas,
muros y controles que 4 empiezan a erigirse en una Europa en la que día tras
día desaparece el liderazgo. Merkel jamás debió abrir las puertas del modo que
lo hizo, multiplicando un problema de enormes dimensiones. No le queda más
remedio que retroceder, a riesgo de producir una estampida
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