11 de marzo de 2016

Humor y ciudadanía por Laureano Márquez, RUNRUNES / PRIMER PODER / pararescatarelporvenir 11 de marzo de 2016

Me "llegó" particularmente, este artículo, del excelente y serio humorista Laureano Márquez, un buen humorista tiene necesariamente que ser "serio". Los conceptos del colega politólogo me retrotrajeron a experiencias y dudas personales de mi juventud. En mi caso, quizá porque empecé a escribir demasiado pronto, no supe asumirlas exitosamente, el trabajo humorístico lo hacía en El Nacional, en aquella página A-5 que dirigía el culto amigo Julio Barroeta Lara, licenciado en Filosofía y en Letras, no supe o pude desenredar una confusión vocacional, que hubiese sido -sin comparame cualitativamente- perfectamente subsanable, como lo ha demostrado Márquez. Luego me sumé, una especie de "pitcher tapón", a un grupo de cuartos bates que resolvieron editar un semanario, que denominamos "El Infarto": Pedro león Zapata, Kotepa Delgado, Carlos Gottberg, Rudenangel Hurtado, Régulo Pérez y algunos espontáneos.
No podría decir que no tuve éxito, de los seudónimos que recuerdo (en El Nacional): Cyrano y Jacinto Canek, produjeron bastante impacto y eran discutidos en círculos de escritores y poetas o periodistas -en mi presencia, mientras yo guardaba "inocente" silencio sobre mi autoria- No obstante yo sentía que se estaba desarrollando en mi una propensión a buscar el lado humorístico de todo lo que analizaba -inclinación que no he perdido del todo- y decidí "cortarme la coleta" como pichón de humorista, eso sí, cuidándome de no devenir en "tonto grave" como reza la sabia expresión chilena. Sigo creyendo que quien no es capaz de reir, especialmente de si mismo, es un ser intratable. Salud Don Laureano, gracias y que Dios lo bendiga


ALFREDO CORONIL HARTMANN

Itaca 11 de marzo de 2016.



Humor y ciudadanía por Laureano Márquez


HumorEnSerio
  Dos conceptos aparentemente distantes.  Reflexionemos  sobre su conexión. Que fastidio cuando un humorista se vuelve reflexivo y no gracioso, cosas del mal tiempo que vivimos. Hace poco luego de una presentación, alguien me cuestionó en las redes  que en mi presentación hablaba mucho del país, que me refería demasiado  a la política y a la situación actual de Venezuela, que en verdad ese espectador que me escribió había ido a reír despreocupadamente y no a que le recordara la angustiante situación que padecemos. Como sucede con todas las críticas hechas con respeto y fundamentación, te ponen a pensar  y a cuestionarte con la misma intensidad que los insultos te refuerzan en la certeza de que transitas el camino correcto.
Varias cuestiones surgieron en mí al respecto:
    ¿Tiene función el humor?  O simplemente tendría que concentrarse en la pura risa sin fijar posición, comprometerse ni tomar partido en la situación que padece el humorista o sus congéneres.  Examino a los humoristas que más admiro Zapata, Aquiles Nazoa y Chaplin:  todos se comprometieron y mucho. Nadie está obligado a comprometerse y no es mejor ni peor por ello, pero tampoco es malo comprometerse. Más aun, no hay manera de no comprometerse, porque cuando uno selecciona unos temas y evade otros, eso ya es una forma de fijar posición. En otras palabras el humor no político también es político. Guardar silencio también es tomar partido.
  ¿Es el humor válvula de escape o por el contrario estimula el descontento ciudadano frente a las inconsistencias del poder? Puede ser ambas cosas: el humor puede ser un enemigo incontestable del poder, porque lo deja sin argumentos. Frente a la fuerza demoledora del ingenio solo cabe la descalificación o la sanción: “Zapata: ¿Cuánto te pagaron por esto?”.  Sin embargo, se cuenta que la antigua KGB en la URSS tenía un departamento de chistes que los ponía en circulación para aliviar las tensiones acumuladas en la sociedad soviética. Luego el humor puede ser ambas cosas dependiendo de la contundencia, el ingenio y el compromiso ciudadano con el cual se ejerce.
  ¿Puede el humor hacernos mejores ciudadanos? Definitivamente creo que sí. En primer lugar la crítica ejercida con humor nos vuelve tolerantes, porque el humor llega por otro camino diferente al cerebro que el cuestionamiento  hecho desde la gravedad. De hecho la fuerza del humorismo radica en el componente de verdad que encierra. Un humorismo basado en la mentira no causa gracia. Igual que tampoco causa gracia un humor hecho a favor del poder, porque irremediablemente produce la sensación de adulación y no hay cosa peor que un humorista adulante del poder.
¿Como ciudadano por qué hago humor?
  • Porque quiero tener un mejor país en el cual el dólar a 200 no sea una emoción porque vamos a seguir ganando plata mientras viajamos a costa del bienestar de nuestros conciudadanos. Es decir, porque deseo  que la ruina del país no sea la causa de nuestro éxito.
  • Porque quisiera contribuir a mejorar el conocimiento de nuestra historia y cultura. Creo en el intelectualismo ético: creo que la gente inteligente siempre busca el bien. Admiro la inteligencia y debemos propiciarla.
  • Por último hago humor porque creo que es una extraña y misteriosa forma de amar, como diría Cabrujas. Una manera de cuestionar a los que hacen mal las cosas, a los que sin el humorismo tendríamos la debilidad de odiar, como dice Pocaterra en sus Memorias de un venezolano de la decadencia, cita esta última hecha sin alusión alguna al tiempo que vivimos. No seamos tan egocéntricos en nuestro tiempo que aquí decadencia ha habido casi siempre.
  • Por último, la ciudadanía se refiere a nuestra relación con el cumplimiento de las normas, con el cumplimiento de deberes y el ejercicio de derechos. Creo que el sueño de todos los humoristas en el fondo es un país serio en el cual los ciudadanos internalicemos nuestros deberes y tengamos la contundencia y dignidad suficiente para exigir nuestros derechos frente al abuso del sempiterno grupito de los poderosos, a los que una palabra de origen griego denomina oligarquía.

@laureanomar

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