El fracaso de la unión cívico militar
Fernando Ochoa Antich.
Hugo Chávez utilizó el
truco de la unión cívico militar como una de sus principales banderas
en el proyecto revolucionario que trató de imponer en
Venezuela desde 1999. Sus motivos para impulsar esa tesis fueron de distinto
orden: el primero, convencer a la opinión pública de la fuerte presencia
militar que tendría su gobierno como garantía de apoyo y estabilidad. El
segundo, muy personal. Su prestigio militar, después del rotundo fracaso del 4
de febrero de 1992 por su muy lamentable actuación ese día, se encontraba muy
debilitado. Su desastrosa conducción de las operaciones y la inacción cuando
contaba con un batallón de paracaidistas, mientras sus compañeros de
conspiración combatían, a las puertas de Miraflores, tratando de derrocar al
gobierno democrático, le merecieron el rechazo de sus subalternos
De inmediato, apenas
tomó el poder, inició una permanente penetración en los cuadros militares.
Entendió que la generación que estaba, en ese momento, en los mandos,
constituida por oficiales más antiguos que él, no veía con agrado
algunas de las medidas iniciales que empezó a tomar. Por ello, con la excusa de
la urgente necesidad de obras de infraestructura, implementó el Plan Bolívar
2000, con la entrega de ingentes cantidades de dinero sin ningún control, para
generar el desorden y la corrupción administrativa. Seguidamente, Hugo Chávez
continuó con la penetración ideológica en los Institutos militares. Sin
embargo, no pudo evitar la crisis militar del 11 de abril de 2002. La
desobediencia militar terminó en fracaso por distintas razones… A partir de ese
momento el esfuerzo para el control interno se incrementó sin ningún límite
institucional. Se reformó la Ley Orgánica de la FAN y los programas
de estudios en varias oportunidades. Uno de los puntos fundamentales fue la
creación inconstitucional de la Milicia con sus propios cuadros. El motivo:
fortalecer la unidad cívico militar.
Ese truco continúa siendo uno de los
principales slogans utilizados en las campañas de propaganda del
régimen, aunque su verdadera efectividad ha sido muy limitada. La razón es muy
sencilla: en nuestra Fuerza Armada se mantiene la tendencia a rechazar la
ideologización y vinculación con estructuras político-partidistas. No importa
que algunos jefes militares señalen públicamente que la Fuerza Armada
es chavista, revolucionaria y socialista, ni que se mantenga una
campaña para fortalecer el culto a la personalidad de Hugo Chávez. Ese esfuerzo
terminará, como ya empieza a observarse, en un seguro fracaso. Es un choque de
principios y valores. Eso deben conocerlo los venezolanos.
Esa fue la razón por la cual titulé mi
anterior artículo: “La pretendida ideologización de la Fuerza Armada Nacional”,
para crear en la opinión pública la certeza de que esos esfuerzos, realizados
durante diecisiete años, no lograrían el éxito esperado. Las razones son muy
variadas. Lo primero a considerar es la propia sociedad venezolana. El llamado
proceso socialista y revolucionario no ha logrado realmente destruir nuestros
tradicionales valores democráticos. En Venezuela se discute de política en el
seno familiar, donde existe un pensamiento pluralista que abarca todo el espectro
ideológico. Es muy difícil que los cadetes no sean influidos, con mucha mayor
fuerza por esas discusiones, que por cualquier intento de ideologización
orientado hacia un solo pensamiento. Además, la formación académica que
reciben los cadetes en los institutos militares les va creando, igual que en
las universidades, aspiraciones y valores de clase media.
Otro aspecto a considerar son ciertos
requerimientos profesionales que garantizan la eficiencia de una Fuerza Armada.
En eso no interviene la ideología ni el tipo de gobierno de turno. La historia,
muy de moda después de la Revolución de Abril de 1917,
desarrolló por algunos años la idea de las exitosas milicias
populares. Al necesitar realmente hacer la Guerra, todas ellas se transformaron
en organizaciones militares profesionales. Así ocurrió con el Ejército
Revolucionario Soviético, reorganizado por León Trotski, cuando tuvo que combatir
contra la alianza de catorce ejércitos extranjeros con los ejércitos
contrarrevolucionarios blancos durante la guerra civil rusa, y con las milicias
revolucionarias de Mao al necesitar enfrentar al ejército japonés y al del
general Chiang Kai-Shek, para sólo utilizar dos ejemplos. Valores como la
disciplina, la jerarquía, la obediencia, etc. para transformar una
milicia en una Fuerza Armada profesional no aceptan vincularse
activamente con una tesis demagógica como es la alianza cívico militar. Ella
desaparecerá, por exigencia de la Institución Armada. Diferente sería el
natural respaldo de toda la Nación a su Fuerza Armada ante un reto que
comprometa su propia seguridad.
Caracas, 13 de marzo de 2016.
@FOchoaAntich.
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