¿Será la sentencia de López el fin del cuento?
por: Juan Carlos Sosa Azpúrua
"Crónica de una muerte anunciada"
fue la sentencia de Leopoldo López.
Hace muchos años quedó en evidencia que el
régimen chavista es una agencia operativa de la dictadura cubana, y sus métodos
son los mismos, aunque con ciertos modismos adaptados a las circunstancias
específicas de Venezuela.
Chávez, a diferencia de Castro, no tuvo que
fusilar a nadie; en su caso, el método
escogido fue el de las transferencias bancarias, a tantos humanos con rabo de paja, que si se
les prendiera un fósforo en las posaderas, la hoguera se visualizaría en la
estación espacial que orbita el planeta Tierra.
El régimen, y el secuestro que ejecutó
sobre el Poder Judicial, se puso en
evidencia llenando las cárceles de presos políticos desde hace trece años,
cuando condenó con la máxima pena posible, treinta años, a personas inocentes;
mientras los culpables, que fueron grabados disparando a mansalva a una
población desarmada, fueron premiados por la revolución, algunos con cargos
diplomáticos muy atractivos.
Luego vino aquella imagen dantesca de
magistrados del Tribunal Supremo de Justicia - TSJ - coreando en sesión
plenaria: "Uh, Ah...Chávez no se
va" y su presidenta declarando a todo pulmón que la revolución siempre
estaría por encima de todo, incluyendo la justicia. Confesó que la "justicia"
aplicable es aquella que le sea conveniente a la revolución.
A partir de tantos hechos aberrantes, sucedió
un cúmulo de acontecimientos que no hicieron otra cosa que profundizar el hueco
donde enterraron al Derecho.
Serían demasiados los ejemplos a citar,
pero recordemos cómo el TSJ permitió celebrar referéndums inconstitucionales en
2007 y 2008; y terminar de clavar su daga revolucionaria cuando los magistrados
- y la MUD - se hicieron los locos con decretos presidenciales firmados por un
Chávez que tenía semanas de fallecido; y aquellas sentencias insultantes, donde
violando cínica y doblemente la constitución, dieron luz verde a Maduro para
que fuera presidente.
Todas estas cosas se sabían de sobra,
demasiadas pruebas se han acumulado para que cualquier persona con dos dedos de
frente entienda que aquí no existe justicia, y que las instituciones que dicen
representarla, son una quimera, una mentira con nombres rimbombantes, que no
hacen diferente a los tribunales de cualquier casita de plástico, colocada
sobre el tablero de un juego de Monopolio,
jugado por malandrines que no respetan reglas de la vida ni de nada.
La justicia en Venezuela, es igual a las
sesiones del parlamento, a las declaraciones del defensor del pueblo, del
fiscal, del contralor; es igual a las elecciones; es un concepto altisonante:
"justicia", que se prostituyó y cayó en manos de una mafia que se la
violó con tal nivel de animalidad, que la redujo a un despojo inerte, cuya
única valía es el uso que le pueda dar la revolución para seguir engañando a
los incautos. O sencillamente para servirle de traje de gala en el festín de
los hipócritas, donde siguen bailando felices y enmascarados casi todos los dirigentes políticos de
cualquier tendencia; y muchos integrantes de la sociedad civil "enchufada".
López es un caso singular y es difícil
tocar este tema en momentos donde tantos sentimientos pasionales circulan por
los aires. Pero si queremos ponerle
sindéresis al país, se requiere hacer análisis frío de los hechos, evitando las
subjetividades de cualquier tipo, que pudieran empañar la posibilidad de
entender qué cosa está pasando.
No hay duda que su cárcel es una
aberración. Todo el proceso que se le
siguió fue una farsa colosal, desde su orden de detención hasta la predecible y
aberrante sentencia que se le dictó.
Nada justo puede extraerse de una pantomima
semejante, pero sí hay cosas que deben someterse al juicio crítico de los
venezolanos, porque esto - pese a la cruel tragedia que significa para la familia López - no se trata exclusivamente
de una persona en concreto, y sería un
error imperdonable hacer de lo que está ocurriendo una épica individual, ajena
al contexto que rodea todo el asunto, y en donde cada uno de nosotros somos
afectados directos.
López ha sido miembro principal de un
conglomerado político - la MUD - que ha
evadido una cuestión de vida o muerte para la nación: el hecho de estar
secuestrados por una organización criminal que no respeta ningún derecho
humano, y que notablemente carece de cualquier tipo de legitimidad.
Este conglomerado político ha decidido
darle trato de gobierno a una mafia, y asumida esa actitud, han llevado su vida
como si en Venezuela no pasaran las cosas que pasan, insistiendo en narrar un
cuento de ficción que atrapa a los ingenuos, empujándoles a un teatro de
mentira, donde se experimenta una realidad
paralela, en una dimensión en donde los años pasan y la trama siempre es la
misma.
Este conglomerado político ha aplaudido la
obra de Chávez; ha hecho campaña reivindicando su farsa y ha mitificado su
imagen. La esposa de López ha manifestado abiertamente su dolor por ver
comprometido "el legado" del felón por cuenta de su sucesor. Y principales figuras del partido de López
hablan de Chávez como si éste hubiera sido un dignatario respetable. Hace pocos días se retrataban felices con los
socialistas del mundo, ratificando su visión de izquierda, algo que sería
inocente y válido si no fuera por lo afectado que está el destino venezolano
por cuenta de esa ideología fracasada.
Estos hechos son graves y se suman a otros
que ya habían dejado malos precedentes.
A sabiendas de la falta de condiciones para
celebrar comicios, López invitó al país a seguir ese rumbo electoral. Siendo
jefe de campaña de Capriles, hizo mutis ante el fraude gigantesco que se
perpetró en 2012 y luego, otra vez, en 2013; poniéndose a trabajar activamente
para ser protagonista pocos meses después en otra farsa conducida por un
Consejo Supremo Electoral, cuya naturaleza envilecida es exacta a la de los
tribunales.
En 2014 la calle reventó de hastío, fueron
demasiadas las mentiras acumuladas, y la frustración llegó a su cénit. Miles de
personas, especialmente jóvenes,
decidieron jugárselo todo, y enfrentaron con gallardía a las fuerzas del
terror.
López fue astuto y buscó capitalizar el
momento, acuñando el concepto de "La salida", tema del que ya se venía hablando en diversos sectores durante
los meses previos. Ejerciendo su
liderazgo, encabezó manifestaciones y pronunció discursos sonoros. Allí el régimen ubicó al chivo expiatorio que
necesitaba para endosarle sus crímenes y le dictó orden de captura.
Aquí es donde todo se complica y las
pasiones se mezclan, haciendo muy peligroso siquiera pensar sobre el tema sin
temor a ser el blanco de cualquier tipo de insultos fanáticos.
¿Una orden de captura hecha por unos
mafiosos confesos?
Semejante ironía ameritaba una carcajada para
cualquier persona viviendo la realidad y no la ficción. Y, para el afectado,
una razón más que justificada para no acatarla, teniendo la oportunidad de oro
para declarar su desconocimiento a una autoridad írrita, que usa la
institucionalidad como brazo ejecutor de sus fechorías.
Pero López optó por lo insólito, decidió
entregarse, no sin antes organizar una concentración de personas para televisar
mundialmente su rendición. El acto fue
un mitin político - sobre la estatua de Martí - y los eventos subsiguientes
fueron dignos del realismo mágico que cincela las facciones de
Latinoamérica.
Vimos a un López lanzando consignas desde
una tanqueta de la Guardia Nacional que lo apresó; y luego siendo conducido a
su sitio de reclusión, teniendo como piloto a nada más y nada menos que uno de
los agentes más temibles del proceso revolucionario, el sujeto que con su mazo
destruye lo que le da la gana. Este mafioso
declaró que la vida de López estaba en peligro, y que su misma familia había
convenido con él - en la biblioteca del hogar de los padres de López - que se entregara a la "justicia",
para que así el régimen velara por su protección.
Otro hecho insólito nace de esta situación.
Se entrega López a un sistema notoriamente
injusto, atendiendo la orden de captura de un régimen asesino, que le promete
velar por su vida y protegerlo de las amenazas que se ciernen sobre su
cabeza. Aquí la paradoja parece más bien
una broma de algún chistoso del infierno. Cualquier historia concebida por García
Márquez palidecería.
Una vez recluido, López y su familia
comienzan un periplo legal nada envidiable, donde lo más resaltante es la
esperanza que manifiestan de probarle su inocencia al sistema que lo procesa, y
recibir justicia del juez de la causa, una funcionaria que trabaja para una
pantomima.
Pasan los meses y vemos galerías
fotográficas de López en su vida cotidiana como preso. Aprende a tocar cuatro, se deja crecer la
barba y pinta dibujos hermosos. También emite declaraciones públicas. Logra
grabar videos y éstos salen a rodar por las calles, escribe cartas que todos
leemos, hace campaña electoral para su partido, nunca más habla de calle ni
constituyente, es entrevistado durante media hora por CNN en prime time, convoca marchas, saca fotos
y más fotos, menos de la huelga de
hambre a la que dice someterse; y la esposa se transforma en su vocero
internacional, además nos presenta a sus hijos, esos niños bellos e inocentes,
que son retratados para el público en las peores circunstancias.
Poco a poco su causa resuena en el mundo, y
conmueve a dignatarios, académicos, y personalidades de la farándula.
Pasan los meses, y todo el proceso judicial
que se le sigue muestra sus muecas grotescas y le escupe a diario al deber
ser. Hasta el último momento, su esposa
declara que se hará justicia, que el Estado no probó nada y que la juez tendrá
que dictar sentencia favorable. Llega
incluso a declarar que le dijo a sus hijos que esperaran a su padre con los
brazos abiertos, porque finalizado el juicio, la sentencia no podía ser otra
que la liberación de su marido.
Toda la historia de este caso es
extraordinaria. La sentencia de López es una crueldad cantada que suma a la
montaña de crueldades del régimen que nos secuestra; un régimen sádico que tiene a otros presos políticos, como
Vasco Da Costa, comiendo caraotas con gusanos y en celdas oscuras que apestan a
excrementos y orine.
Pero su misma excepcionalidad, y la
notoriedad que ha alcanzado, deberían servir de reflexión a un país que
desaparece. Si de algo debe servir esta
patraña a la que se sometió López es de material para comprender de una buena
vez y para siempre el carácter criminal de un régimen que no se detendrá hasta
destruirlo todo.
La cultura del espectáculo, a lo que ha
degenerado la civilización occidental, hace que sea tentador para muchos
convertir este penoso y trágico caso en una suerte de reality show, de esos que transmite "E entertainment television".
Manipular sentimientos, usar niños y
lágrimas, dibujos infantiles y tragedias auto infligidas se vuelven
instrumentos poderosísimos para influir en las emociones de la gente y
motivarlas a creer y hacer cosas que
en otras circunstancias no harían. Es el
método de la lástima, un vicio que se aleja del concepto de responsabilidad
individual, el cual es imprescindible para el progreso de las sociedades.
El caso de López debería ser el punto final
de la historia de ficción narrada por el conglomerado político que ha insistido
en realidades fantásticas. Debería convertirse en el prólogo de la nueva
historia, la de verdad, el mundo donde no hay gobierno sino mafia, y no existen
posibilidades de usar instrumentos del régimen para lograr nada distinto a lo
que quiera el régimen.
Pero ya hay indicios alarmantes de que el
conglomerado no tiene intenciones de que esto sea así.
Lo que motiva estas letras es la angustia
que siento al ver que no habían pasado tres minutos del anuncio de la
sentencia, y ya aparecían los miembros del conglomerado político velando por la sobrevivencia de su cuento de
mentira. La misma esposa de López anunció
que leería una carta de su marido, pero que lo haría junto con la MUD y en un acto
popular al día siguiente.
Por más que intento comprender, me cuesta
sentir empatía ante semejante histrionismo en un momento tan delicado. Todo a
partir de la sentencia me ha sonado a guión pre hecho, al nuevo episodio de un reality show donde la víctima principal,
el espectador obligado, es el destino de
un país, la nación de todos nosotros.
A Leopoldo López le deseo libertad y me
siento asqueado de la injustica a la que fue sometido. Ninguna persona inocente merece un castigo
semejante; pero no puedo omitir el hecho de que él mismo decidió someterse a un
sistema que de antemano se sabía injusto y cruel.
Lo que hizo López con su entrega física fue
coherente con eso que hace cada vez que incita al país a participar en las
farsas electorales que monta el régimen para legitimarse y prolongar la vida de
su aberrante existencia, una que ha destruido a Venezuela.
López decidió entregar su vida a una
justicia que trabaja para el mal. El resultado fueron casi catorce años de
injusta prisión donde su familia sufrirá lo indecible. Es un destino terrible que no se le desea a
nadie.
Pero no podemos permitir que este hecho
trágico en la vida de López y su familia, sirva de motor al conglomerado
político para seguir impulsando su mundo de mentira, esa ficción donde nada
bueno pasa.
Si López quiere libertad, y yo imagino que
eso quiere, lo mejor que puede hacer es no seguir legitimando con sus palabras
y acciones al régimen que le condenó injustamente; y nada mal le vendría
separarse del conglomerado político que insiste en la ficción, mentira que ya para él, a partir de anoche,
ha de transformarse en su peor enemiga.
Venezuela merece libertad... Leopoldo López
y su familia también.
Llegó la hora de cambiar estrategia, y eso
empieza por vivir la realidad y no el cuento.
@jcsosazpurua
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