¿Santos ha roto con la “revolución bolivariana”?
Por
Eduardo Mackenzie
En
su discurso del 9 de septiembre pasado, el presidente Juan Manuel Santos admitió,
por primera vez en seis años, que existen diferencias entre su gobierno y el
que maldirige a Venezuela. Santos hizo
ese análisis para tratar de responder a las soflamas lanzadas por la vecina
dictadura para justificar la crisis humanitaria y diplomática provocada entre
los dos países por Nicolás Maduro y sus violentas expulsiones de familias
colombianas en Venezuela.
Ese
discurso de Santos desde la Casa de Nariño causó no pocas sorpresas pues, de
alguna manera, el tono empleado era inédito. Santos afirmó allí que la
“revolución bolivariana ha fracasado”, que esa “revolución” se “está
autodestruyendo” y que ese fracaso no es culpa de Colombia sino “del
modelo” y de sus
“resultados” (o de sus no resultados) en materia económica, de inseguridad y el
narcotráfico.
Las
causas de ese fracaso no sólo son esas pero hay que admitirlo: nunca antes
Santos había hablado en forma tan acerva, como jefe de Estado, de la aventura
chavista. Las saludables palabras de Santos desataron como se podía esperar la
ira de Maduro y del sulfuroso Diosdado Cabello. Ambos arreciaron sus insultos
contra Colombia. Sus propagandistas eructaron que en Bogotá manda “el
paramilitarismo de la oligarquía”. No satisfecho con eso, Maduro creyó que más
valía desafiar militarmente
del todo a Colombia con el envío --en dos ocasiones (Vichada y Guajira) hasta
el momento de redactar esta nota--, de aviones rusos de combate sobre el
espacio aéreo colombiano. Y, para meter más miedo, Caracas hizo saber que
estaba recibiendo un “impresionante arsenal de guerra procedente de
China”, de una cantidad “no
especificada de tanques anfibios VN16 y vehículos blindados anfibios VN18, así
como camiones tácticos 4x4 North Benz serie 2629”, destinados, según alertó una
página web especializada, “a la Infantería de Marina” de Venezuela.
De
nada habían servido pues las frases de Santos en ese discurso destinadas a
calmar al energúmeno de Caracas. Santos subrayó allí que, en efecto, él siempre
había “respetado” la “revolución” venezolana, que nunca la había atacado y que
él no ha participado “en un complot para destruirla”.
Aunque
algunos en Bogotá creyeron ver en ese discurso una ruptura, o el comienzo de
una ruptura de Santos con el detestable régimen “bolivariano”, la verdad es que
Santos, a pesar de las justificadas puyas que lanzó, siguió en la misma línea
de obediencia a Caracas y borró con una mano lo que había escrito con la otra
al decir que la Venezuela chavista había “ayudado a Colombia” en la
“construcción de paz” y que en eso “no hay ninguna discusión”. Y al concluir que en Colombia “estamos
en una revolución para buscar más equidad”.
La
naturaleza inviable y ruinosa del régimen de Maduro había quedada expuesta ante
el mundo. El caos económico en que viven los venezolanos, las deportaciones
masivas de colombianos, y la intimidación con los Sukhoi 35, son signos de
impotencia. No obstante, Santos siguió sin aceptar que tales actos señalan
sobre todo la muerte del proceso “de paz” del cual Nicolás Maduro es hasta
ahora “garante”.
Santos
no comprende (o lo comprende pero hace como si no viera nada) que Maduro al
amenazar a Colombia con sus blindados chinos y sus aviones rusos le puso él
mismo una lápida a la pretendida negociación de paz. Maduro destrozó así ese
proceso de paz no porque quisiera sino por su conocida incapacidad para llevar
a buen puerto las tareas políticas que heredó de Hugo Chávez y las que él mismo
se ha impuesto.
Para el difunto
dictador, ese proceso de paz en Colombia era el núcleo central de la agenda
internacional de la “revolución bolivariana”. Para Chávez y los demás
aventureros del castrismo, incluido Maduro, el proceso abierto por Juan Manuel
Santos con las Farc en La Habana era la mejor forma, la más insidiosa,
silenciosa y letal para perfeccionar un dispositivo de dominación sobre el
norte de la América del Sur, dispositivo que se halla hoy en crisis
precisamente por la resistencia que ofrece Colombia a esa opción absurda: la de
ser embarcada y devorada por esos ambiciosos planes expansionistas.
No, Maduro no ha
“ayudado” jamás a Colombia. Tampoco es cierto que la negociación habanera con
las Farc sea una “revolución para buscar más equidad”. En un discurso que
parecía haber sido redactado para cobrarle a Maduro sus fechorías contra
Colombia Santos terminó de nuevo empantanado y a la merced de Maduro.
Las
mayorías en Colombia ven ahora lo que antes no veían: que el proceso de paz que consiste en hacerle
concesiones exorbitantes a las Farc es, en realidad, la maniobra más audaz y
temeraria de la historia reciente del continente americano para trasferir, bajo
el disfraz de una negociación política, el
poder a una minoría violenta anti capitalista y anti democrática que nunca pudo
conquistar, ni por las armas ni por la corrupción, el poder en una nación de
larga tradición democrática.
¿Qué
relación puede haber entre las gesticulaciones anti Colombia de Maduro, y la actividad
simultánea de Rafael Correa quien está impulsando a su vez disturbios en la
frontera entre Ecuador y Colombia?
La
relación es clara. Esos dos agentes de la subversión castrista creen que
cercando a Colombia, bloqueando el comercio fronterizo, represando el carbón de
la Guajira, arruinando el comercio de Ipiales, dejando pasar armas y explosivos
para el narcoterrorismo por esas fronteras, van a minar la resistencia y la
unidad de Colombia. Creen que hay que reforzar el caos en todas partes para que
las Farc, ante una opinión aturdida, obtengan el triunfo definitivo en la mesa
de La Habana.
Lo
que han conseguido es lo contrario. Las agresiones de estas últimas semanas
alertaron más a Colombia y reforzaron el sentimiento patriótico contra las
ínfulas de Maduro y contra su plan más siniestro en Colombia: el proceso de paz.
Eso
explica el tono desesperado que adoptan en estos días los jefes de las Farc en
Cuba. Iván Márquez cree saber, por ejemplo, que su organización y el
gobierno de Santos están “a
las puertas de alcanzar un acuerdo sobre el complejo tema de justicia”. El jefe
terrorista trata de hacer creer a los medios que “en sólo siete días” los
negociadores resolvieron el punto más delicado, el de la justicia para esos
traficantes, un punto que los colombianos no se van a tragar, y que nadie ha podido resolver en tres años de
agitadas danzas y contradanzas en La Habana.
El
afán de las Farc por creer la imagen de que las negociaciones van a culminar
pronto –ante lo cual Santos trata de abolir la Constitución vigente mediante
reformas grotescas-- hay
que invertirlo: esas negociaciones son un cadáver insepulto que apesta por
donde pasa y cuya naturaleza monstruosa está cada vez más expuesta ante los
ojos de los colombianos.
Asombra
que Santos insista todavía en seguir en la línea de las concesiones extremas a
las Farc cuando todos sabemos que, como bien lo resumió el matutino cartagenero
El Universal en un editorial memorable: “Las Farc ya no son un movimiento
guerrillero. Las Farc son el gobierno de Venezuela armado con Sukhoi 35
(aviones de guerra rusos) y misiles de largo alcance”. Es eso lo que trató de decirnos Maduro al enviar sus
bombarderos. La respuesta de Colombia debe ser de golpear la parte que más le
duele a Maduro: poniendo fin a la operación habanera de las Farc y abriendo un
verdadero proceso de paz que comience con la concentración de las huestes
depredadoras en un punto preciso de la geografía nacional.
Periodismo sin Fronteras, Bogotá
http://www.periodismosinfronteras.org/santos-ha-roto-con-la-revolucion-bolivariana.html
Revista Debate, Bogotá
http://periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/9595-%C2%BFsantos-ha-roto-con-la-%E2%80%9Crevoluci%C3%B3n-bolivariana%E2%80%9D/
16 de septiembre de 2015
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Tenía que llegar, no obstante la difusa heterogeneidad de la "socialdemocracia", de los partidos integrantes de la Internacional Socialista, donde tantos años luche y que conozco bien, por mucha "cabronería" de los burócratas internacionales, los desafueros y atropellos del régimen venezolano tenían que terminar recibiendo respuesta, no esperamos que todos sean Shimon Peres o Felipe Gonzalez, pero no pueden seguir haciéndose los mensos ante el chavismo-madurismo engendro que desprestigia y ensucia al socilaismo, sin ser más que una camarilla de prevaricadores dictatoriales huérfanos de toda ideología.