LA PONCHERA DE FIDEL
por: Leandro Area
Sentado a la orilla de su isla personal, de espaldas al bullicio y a la
gente, mirando el mar profundo y tan lejano, no deja de jugar con sus pies
escamosos dentro del agua tibia y medicada, acopiada en ponchera de las de
antes por uno de los enfermeros guardaespaldas que con ganas íntimas de Miami
lo protegen como a un bebé barbudo.
Otrora atracción de circo, ya a su edad no es más que un espejismo, objeto raro abandonado en el rincón de su decrepitud, un radio viejo que cantó e hizo bailar a más de uno, pero que ahora solo tartamudea baboso, en ropa deportiva, aquellas canciones marineras de cuando Batista era el Sultán de aquel tibiri tábara. “Cambalache” era ya un tango famoso.
Reposan mientras tanto sobre una mesa pesada de marfil como elefante genuflexo, convenientemente acomodada debajo de un almendrón rozagante, sostenidos del capricho del viento por blancas piedras y gigantes moluscos, libros, revistas, informes técnicos con propuestas que nunca se llevarán a cabo, cartas, salutaciones, periódicos, una libreta intacta para sus notas y mensajes cifrados que ya ni escribe por rubor, sospecha o desengaño, y unas fotos de borrosos recuerdos y rostros ojerosos que a veces le hacen dar un suspiro danzón cuando nadie lo mira, para que no sepan que es humano.
Una idea está fija en su pensamiento y es la muerte que ya se le ha asomado varias veces. Sí, la pelona, la suya, la de él. Con su cruz de lagañas a cuestas, hijos, traidores y demás desaparecidos, murmullan desde el olvido, y la arena cercana, móvil y polvorosa lo descubre en su poquedad, multiplicado en un espejo microscópico e interminable. “Nada es para siempre, solo lo es la revolución”, se ampara, defiende de sí mismo y de lo que lo rodea y sigue abstraído en el mar cuya espuma lo lleva sin querer al sonsonete inconveniente aquel de “Maringá, Maringá”: “…Que después que tú partiste todo el mundo quedó triste porque amaba tú bondad”. ¿Se pondrá Leo Marini de moda nuevamente?
En esas tribulaciones, después de alcabalas, requisas y permisos, se le acerca un lleva y trae de anteojitos, calvito prematuro, con ilusiones de canciller, embajador al menos, vestido de guayabera manga larga, creyendo ganar puntos con un informe recién salido del horno, de su puño, letra y trasnocho, sobre las laberínticas conversaciones de paz que en tierra de Martí llevan hoy adelante o atrás o en neutro o en suma de todo lo contrario, el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, ejército del pueblo para más apellidos rimbombantes.
“¿Y qué se dice?”, refunfuña mirándose los pies en tanto que el fulano miope ya le extiende la carpeta de rigor sin que el anciano dé muestras de aceptarla; símbolos del poder. “Jefe”, lo llama aunque después recule y carraspee, y afirme “Comandante”, casi que con K. El “Mi” posesivo al revés, entregativo pues, vendría a continuación: “La cosa está trancada, pero poco a poco”.
“Ni que fueran estíticos, carajo”. “Es que así son estas cosas –y ahora sí y por fin y abierto– “Mi Comandante’, de tira y encoge, y la estrategia no es la de ganar-ganar como dicen en Cambridge, sino de dilatar y apurar al mismo tiempo para que parezca se está, sin estar de verdad”.
“¿Pero cómo es esa vaina Ramoncito?”, y por primera vez lo llama por su nombre de pila igual al de su padre y el interfecto que casi de vahído. “Ya yo le he dicho a los compañeritos de las FARC que las condiciones están dadas para la toma del poder; sobre todo las subjetivas. Que se olviden de montañas, de muertos, de secuestros, de barbas, de banderas coloradas, que dejen la imitación, que a ese tiempo se lo tragó la historia. No ven a Venezuela, a Nicaragua, Ecuador, Bolivia, a Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, cada quien con su tumbao, o es que están ciegos. ¡Tráiganme un vaso de agua sin veneno, que esta maldad que siento en el cuerpo no puede ser otra cosa que muerte lenta!
“Yo se los dije: ‘Fidel, el Che, Sandino, Gaitán, el cura Camilo Torres, Tiro Fijo, todos esos son muertos, menos yo que ya casi, y hay que terminarlos de enterrar. La revolución de hoy es por las buenas y con salivita. Poder electoral, encuestas, diálogo, marketing, todo ese cachivachero burgués ahora está a nuestro favor y hay que explotarlo, para que quede claro’.
“Yo se los afirmé, ¿se dice así?, por la mitad del medio del centro en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, en 1999 con Chávez ya de presidente electo y constitucional, que la revolución de ahora no necesita ni de sangre ni de héroes; es, debe ser, una revolución tan civilizada como la de Estados Unidos y así no nos metemos con el imperialismo. ¿Para qué buscarse enemistades? ¿Para hacernos fuertes, eternos? Mírame yo. Ayer no es hoy.
Dije, pues, en Caracas: ‘Les voy a decir algo más, ustedes no pueden hacer lo que hicimos en 1959. Ustedes tendrán que tener mucha más paciencia que nosotros y me estoy refiriendo a aquella parte de la población que esté deseosa de cambios sociales y económicos radicales inmediatos en el país. Si la revolución cubana hubiese triunfado en un momento como este, no habría podido sostenerse’. ¿Te lo explico mejor, Ramón?
“O es que no saben estos tarados que la Guerra Fría terminó y hay que aprovechar antes de que vuelva a empezar, porque lo de Putin va por esos caminos.
“Ahorita, hoy, ya, la pobreza está de nuestro lado, la falta de educación, el imperio del ‘bobismo’, que es como ponerse en cuatro patas a favor del que venga con unos periquitos embusteros a criticar la democracia que ya se bajó los pantalones, se corrompió hasta los tuétanos; anda balsera. ¡Qué clase dominante ni qué ocho cuartos! Esa entelequia no existe; burguesía, lucha de clases, élites, empiriocriticismo; palabrejas de diccionarios democráticos y marxistas que ya no sirven ni para limpiarse el rabo de apolillados que andan, los libros digo. Todo ese chiste del subdesarrollo, de las élites en América Latina, no me jodan, salieron corriendo a comprarse baratijas por el mundo.
“Aprovechemos que la niña está sola, sin dictaduras a lo clásico, sin militares golpistas por ahora, con crisis inmensa de partidos políticos, con lumpen como arroz. No hay necesidad de invadirla, ni expropiarla, no es negocio. No tiene quien la cuide, ni quien la llore. Eso que tú llamas las élite en el cartapacio ese que me trajiste y que no voy a leer como imaginas, se chuparon todo lo que pudieron. Y se fueron pal’ carajo a vivir bien, a jugar golfito, sin mosquitos, sin militares, sin pueblo, sin estiércol que los vaya persiguiendo a donde vayan. No se exiliaron, se esfumaron más bien. Este mundo frondoso, diluviano, corrompido de tanta podredumbre y Caribe, además, les quedó grande, de otra talla, en sus endulzados saberes europeos. A tus élites les dio el alzhéimer tropical, ya no se acuerdan de esto o nunca lo tuvieron en mente como destino, como tumba. Le huyeron a la mortandad de peces en la orilla, a las aguas negras, al dengue, a los carajitos con los mocos afuera, a la chikungunya africana, ¡qué vaina!, al mierdero que somos. ¡Viva la democracia, camarada!
“Así, sin enemigos y con eso que ustedes siguen llamando las condiciones objetivas, como que si no hubiera pasado nada en cien años, ¡qué montaña ni qué montaña!, elecciones carajo, modernos por fin, actuales, democráticos mi sangre. La era está pariendo un corazón pero de votos, carajito.
“Diles a los compañeritos de las FARC que yo lo que les mando a decir es que le digan que ‘sí’ a todo. Mañana serán gobierno y mandarán al Estado al mismísimo sacramento del carajo; ya haremos entonces las cosas a nuestra manera. ¿No y que somos caribes? Seámoslo pues, que quiero verlo en vida. Y ese mandado es rápido, que para ayer es tarde.
“Muévete que me estoy muriendo del cansancio de oírme y de esperar que te vayas. Acuérdate de la embajada, aunque con esos lentes que tienes te pareces más bien a un tercer secretario. Anda y caliéntame el agua de la ponchera que esto se está poniendo frío y gánate unos puntos con la historia. Saludos por allá”.
Otrora atracción de circo, ya a su edad no es más que un espejismo, objeto raro abandonado en el rincón de su decrepitud, un radio viejo que cantó e hizo bailar a más de uno, pero que ahora solo tartamudea baboso, en ropa deportiva, aquellas canciones marineras de cuando Batista era el Sultán de aquel tibiri tábara. “Cambalache” era ya un tango famoso.
Reposan mientras tanto sobre una mesa pesada de marfil como elefante genuflexo, convenientemente acomodada debajo de un almendrón rozagante, sostenidos del capricho del viento por blancas piedras y gigantes moluscos, libros, revistas, informes técnicos con propuestas que nunca se llevarán a cabo, cartas, salutaciones, periódicos, una libreta intacta para sus notas y mensajes cifrados que ya ni escribe por rubor, sospecha o desengaño, y unas fotos de borrosos recuerdos y rostros ojerosos que a veces le hacen dar un suspiro danzón cuando nadie lo mira, para que no sepan que es humano.
Una idea está fija en su pensamiento y es la muerte que ya se le ha asomado varias veces. Sí, la pelona, la suya, la de él. Con su cruz de lagañas a cuestas, hijos, traidores y demás desaparecidos, murmullan desde el olvido, y la arena cercana, móvil y polvorosa lo descubre en su poquedad, multiplicado en un espejo microscópico e interminable. “Nada es para siempre, solo lo es la revolución”, se ampara, defiende de sí mismo y de lo que lo rodea y sigue abstraído en el mar cuya espuma lo lleva sin querer al sonsonete inconveniente aquel de “Maringá, Maringá”: “…Que después que tú partiste todo el mundo quedó triste porque amaba tú bondad”. ¿Se pondrá Leo Marini de moda nuevamente?
En esas tribulaciones, después de alcabalas, requisas y permisos, se le acerca un lleva y trae de anteojitos, calvito prematuro, con ilusiones de canciller, embajador al menos, vestido de guayabera manga larga, creyendo ganar puntos con un informe recién salido del horno, de su puño, letra y trasnocho, sobre las laberínticas conversaciones de paz que en tierra de Martí llevan hoy adelante o atrás o en neutro o en suma de todo lo contrario, el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, ejército del pueblo para más apellidos rimbombantes.
“¿Y qué se dice?”, refunfuña mirándose los pies en tanto que el fulano miope ya le extiende la carpeta de rigor sin que el anciano dé muestras de aceptarla; símbolos del poder. “Jefe”, lo llama aunque después recule y carraspee, y afirme “Comandante”, casi que con K. El “Mi” posesivo al revés, entregativo pues, vendría a continuación: “La cosa está trancada, pero poco a poco”.
“Ni que fueran estíticos, carajo”. “Es que así son estas cosas –y ahora sí y por fin y abierto– “Mi Comandante’, de tira y encoge, y la estrategia no es la de ganar-ganar como dicen en Cambridge, sino de dilatar y apurar al mismo tiempo para que parezca se está, sin estar de verdad”.
“¿Pero cómo es esa vaina Ramoncito?”, y por primera vez lo llama por su nombre de pila igual al de su padre y el interfecto que casi de vahído. “Ya yo le he dicho a los compañeritos de las FARC que las condiciones están dadas para la toma del poder; sobre todo las subjetivas. Que se olviden de montañas, de muertos, de secuestros, de barbas, de banderas coloradas, que dejen la imitación, que a ese tiempo se lo tragó la historia. No ven a Venezuela, a Nicaragua, Ecuador, Bolivia, a Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, cada quien con su tumbao, o es que están ciegos. ¡Tráiganme un vaso de agua sin veneno, que esta maldad que siento en el cuerpo no puede ser otra cosa que muerte lenta!
“Yo se los dije: ‘Fidel, el Che, Sandino, Gaitán, el cura Camilo Torres, Tiro Fijo, todos esos son muertos, menos yo que ya casi, y hay que terminarlos de enterrar. La revolución de hoy es por las buenas y con salivita. Poder electoral, encuestas, diálogo, marketing, todo ese cachivachero burgués ahora está a nuestro favor y hay que explotarlo, para que quede claro’.
“Yo se los afirmé, ¿se dice así?, por la mitad del medio del centro en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, en 1999 con Chávez ya de presidente electo y constitucional, que la revolución de ahora no necesita ni de sangre ni de héroes; es, debe ser, una revolución tan civilizada como la de Estados Unidos y así no nos metemos con el imperialismo. ¿Para qué buscarse enemistades? ¿Para hacernos fuertes, eternos? Mírame yo. Ayer no es hoy.
Dije, pues, en Caracas: ‘Les voy a decir algo más, ustedes no pueden hacer lo que hicimos en 1959. Ustedes tendrán que tener mucha más paciencia que nosotros y me estoy refiriendo a aquella parte de la población que esté deseosa de cambios sociales y económicos radicales inmediatos en el país. Si la revolución cubana hubiese triunfado en un momento como este, no habría podido sostenerse’. ¿Te lo explico mejor, Ramón?
“O es que no saben estos tarados que la Guerra Fría terminó y hay que aprovechar antes de que vuelva a empezar, porque lo de Putin va por esos caminos.
“Ahorita, hoy, ya, la pobreza está de nuestro lado, la falta de educación, el imperio del ‘bobismo’, que es como ponerse en cuatro patas a favor del que venga con unos periquitos embusteros a criticar la democracia que ya se bajó los pantalones, se corrompió hasta los tuétanos; anda balsera. ¡Qué clase dominante ni qué ocho cuartos! Esa entelequia no existe; burguesía, lucha de clases, élites, empiriocriticismo; palabrejas de diccionarios democráticos y marxistas que ya no sirven ni para limpiarse el rabo de apolillados que andan, los libros digo. Todo ese chiste del subdesarrollo, de las élites en América Latina, no me jodan, salieron corriendo a comprarse baratijas por el mundo.
“Aprovechemos que la niña está sola, sin dictaduras a lo clásico, sin militares golpistas por ahora, con crisis inmensa de partidos políticos, con lumpen como arroz. No hay necesidad de invadirla, ni expropiarla, no es negocio. No tiene quien la cuide, ni quien la llore. Eso que tú llamas las élite en el cartapacio ese que me trajiste y que no voy a leer como imaginas, se chuparon todo lo que pudieron. Y se fueron pal’ carajo a vivir bien, a jugar golfito, sin mosquitos, sin militares, sin pueblo, sin estiércol que los vaya persiguiendo a donde vayan. No se exiliaron, se esfumaron más bien. Este mundo frondoso, diluviano, corrompido de tanta podredumbre y Caribe, además, les quedó grande, de otra talla, en sus endulzados saberes europeos. A tus élites les dio el alzhéimer tropical, ya no se acuerdan de esto o nunca lo tuvieron en mente como destino, como tumba. Le huyeron a la mortandad de peces en la orilla, a las aguas negras, al dengue, a los carajitos con los mocos afuera, a la chikungunya africana, ¡qué vaina!, al mierdero que somos. ¡Viva la democracia, camarada!
“Así, sin enemigos y con eso que ustedes siguen llamando las condiciones objetivas, como que si no hubiera pasado nada en cien años, ¡qué montaña ni qué montaña!, elecciones carajo, modernos por fin, actuales, democráticos mi sangre. La era está pariendo un corazón pero de votos, carajito.
“Diles a los compañeritos de las FARC que yo lo que les mando a decir es que le digan que ‘sí’ a todo. Mañana serán gobierno y mandarán al Estado al mismísimo sacramento del carajo; ya haremos entonces las cosas a nuestra manera. ¿No y que somos caribes? Seámoslo pues, que quiero verlo en vida. Y ese mandado es rápido, que para ayer es tarde.
“Muévete que me estoy muriendo del cansancio de oírme y de esperar que te vayas. Acuérdate de la embajada, aunque con esos lentes que tienes te pareces más bien a un tercer secretario. Anda y caliéntame el agua de la ponchera que esto se está poniendo frío y gánate unos puntos con la historia. Saludos por allá”.
Leandro Area
leandro.area@gmail.com
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