Soledad Bravo / “Soy todo lo que canto”
Su prodigiosa
voz, presencia escénica y profesionalismo la consagran como una de las grandes
en toda Hispanoamérica. Su excelso repertorio toca fibra, despierta emociones y
recuerdos
Soledad Bravo logra expresar con su voz, en esa potencia que es su voz,
tantas y tan variadas emociones: están el amor y el desamor, la esperanza y el
desaliento, la dicha y la tristeza, el arraigo y la transitoriedad. En esta
variedad de sentimientos, condensados en su amplio repertorio, radica parte de
su gran éxito: por una u otra razón nos identificamos siempre con su canto.
Resulta imposible no referirse también a su virtuosismo vocal, a esa presencia
en el escenario, capaz de llenarlo todo, acompañada en ocasiones tan solo por
un piano, unos tambores, un contrabajo y un bandoneón. Considerada una de las
grandes cantantes de música popular no solo en Venezuela si no en toda
Hispanoamérica, ella se presenta ante su público con su sonrisa fresca, sus sandalias
y sus coloridas batolas, dispuesta a darlo todo, luciendo como mejor adorno su
honestidad.
Su versátil voz
Son 47 años dedicados en cuerpo y alma a los escenario. Primero fue la
música de protesta. En sus inicios, cuando era una estudiante de Arquitectura
de la Universidad Central de Venezuela, sus canciones estaban impregnadas de
esa lucha que reclamaba justicia social. Cantó entonces los temas de Silvio
Rodríguez y Pablo Milanés, y acompañó en más de una ocasión a Alí Primera.
Descubierta por Sofía Ímber, quien la llevó a su programa de televisión, inició
una carrera de éxitos con más de 40 discos grabados que incluyen canciones de
los más prolíficos compositores de habla hispana, en géneros tan variados como
la salsa, el jazz, el bolero, el tango, la ranchera y la canción urbana
contemporánea.
Sobre esa versatilidad a la hora de cantar, Soledad asegura que su carrera
no está signada por adhesión o despegue de proceso alguno, sino que es el
resultado de sus pulsiones y anhelos, de su propia aventura personal.
“Decidí cantar boleros cuando sentí la necesidad vital de darle expresión a la
cultura popular que llevo en mis entrañas”. Aunque nació en la llamada Madre
Patria, se siente profundamente caraqueña. Llegó a Venezuela junto a sus
padres, siendo una niña, huyendo de los estragos del franquismo, de allí esa
facilidad para el flamenco y la rumba; los boleros y las rancheras los
escuchaba en Catia, el barrio de su infancia donde asegura fue profundamente
feliz. A los galerones, las fulías, los cantos margariteños y los joropos les
agarró el gusto desde niña cuando sintonizaba la radio y disfrutada del
extraordinario músico, compositor y cantante Benito Quiroz. A la salsa llegó,
nada más y nada menos, que de la mano de Willy Colón. “Soy todo lo que
canto. Canto todo lo que soy”, enfatiza.
Canciones
inolvidables
Y si de canto se trata, en la voz de Soledad Bravo son muchas las canciones
que se hicieron eternas. Sumamente cuidadosa en la selección de su repertorio,
siempre estuvo inspirada por la máxima de Violeta Parra: Cantar la diferencia
que hay de lo cierto a lo falso. Ávida lectora de poesía, incentivada por su
padre descubrió a Lorca, a Alberti, a León Felipe, a los Machado, a Hernández,
a Vallejo, a Neruda y a los clásicos. Con tal grado de sensibilidad se decantó
siempre por bellos temas “capaces de desafiar la dictadura de las modas y
trascender más allá del momento en que vieran la luz”. Así, en su voz,
canciones como “Gracias a la vida”, de Violeta Parra; “Palabras de amor”, de
Joan Manuel Serrat; “Ojalá”, de Silvio Rodríguez; “Yolanda”, de Pablo Milanés;
“Almanaque”, de Chico Buarque; y “Qué vale más” de Simón Díaz, por solo
mencionar unas pocas, se convirtieron en melodías emblemáticas de esta
trovadora que ha viajado por el mundo conquistando con su voz y su guitarra el
alma de muchos.
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