LA HORA MENGUADA
por: Carlos Canache Mata
Una
hora menguada -como la que alguna vez mencionó Gallegos- vive nuevamente
Venezuela. Es una hora que ya lleva una duración de casi 17 años. Repúblicos
insignes han pasado por la Presidencia de la República, como el mismo Rómulo
Gallegos y José María Vargas, para mencionar sólo dos que sobresalieron más
allá de la acción política. Esa institución, la presidencial, fundamental para
el Estado y el rumbo del país, se ha degradado para preocupación y alarma de la
comunidad nacional e internacional.
Esta
malhadada desventura ocurre cuando los venezolanos estamos a las puertas de las
elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Estamos esperando que esta sea la
ocasión para comenzar a dejar atrás la noche
y desde la Asamblea Nacional se echen las bases para que el país recupere, dentro y fuera de
nuestras fronteras, la dignidad extraviada. De las manos del pueblo surgirá el
milagro de la redención.
Hace
unos días, el 10 de noviembre, el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, dirigió
una carta pública a la presidenta del CNE en la que hace una lista de las
irregularidades que han estado vulnerando la campaña y reclama que sean libres y limpias las próximas elecciones y
ofrece nuevamente la observación internacional de ese organismo. Acertadamente
advierte que “Venezuela tiene obligaciones con la democracia que trascienden a
su propia jurisdicción” y que velar por la transparencia de esas elecciones es también obligación de la OEA y no es ninguna “injerencia”, como ha
pretendido hacer ver el oficialismo. Para avalar la declaración de Almagro,
bastaría con citar el artículo 3º de la Carta Democrática Interamericana,
suscrita por Venezuela, que señala como uno de los elementos esenciales de la
democracia “la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas
en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo”.
Por eso es que Almagro recuerda en su carta que cuidar la no adulteración de la
voluntad popular “es una obligación del CNE, pero también es una obligación de
la OEA”.
El
mismo 10 de noviembre, la Conferencia Episcopal Venezolana emitió un comunicado
en el que expresa que “la presencia de observadores internacionales ayuda a
fortalecer la confianza y la
transparencia del proceso” y le recuerda a la FAN, cuyo rol institucional
pretende castrar el régimen, que “los integrantes del Plan República son los
encargados por oficio de velar por el desarrollo seguro, pacífico y confiable
del evento comicial”.
Si
ese CNE regañado por la OEA y la Iglesia da un resultado electoral fraudulento el
6 de diciembre, pienso que esta vez la protesta popular creará una crisis
política de enormes proporciones.
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