Por Federico Boccanera.
“El país debe estar contenido en cada uno de nosotros, hasta confundirse totalmente con nuestra vida y hacerse indisoluble, si sientes eso ya eres político, ya eres líder, ya eres todo lo que hace falta…”
Enrique Tejera París (1919-2015)
Esto NO es algo preciso, y no sé si ha quedado registrado en algún escrito, pero es así como recuerdo algo que me dijo (o me citó) el Doctor Tejera en su magnífica biblioteca, cuando hablábamos de algo tan indescifrable como lo es la vocación política (la verdadera).
El que escribe, se considera un ser privilegiado por haber tenido la oportunidad de conocer personalmente al “Doctor Tejera”, que era la única forma como uno podía dirigirse a él.
Forma que nunca abandonaré porqué cuando uno conoce a alguien así, entiende no solo el respeto, sino esa forma exaltada de admiración, que es la veneración.
El Doctor Tejera era el remanente de un país que uno pudiera pensar superado, fósil, muerto, tan muerto (o cercano a la muerte) como él mismo.
Nada más lejos de la realidad…
Conocerlo, fue igual a recibir el impacto brutal de una mente, de una inteligencia, de una lucidez sin descanso, el impacto inolvidable de toparse con un ser dedicado sin pausa posible y con febrilidad tangible, contagiosa, embriagante, a pensar el país.
A pensar el país, sobre el país, por el país…
La obsesión de un VENEZOLANO que a pesar de sus 96 años, sabía perfectamente que todo el trabajo, todo el esfuerzo, toda la tarea, estaba sólo al comienzo.
La visión del Doctor Tejera era ya la de una vida que desde una dimensión que era temporal, extensamente temporal, era al mismo tiempo ajena a ella, y entendía que la historia es un acto permanente, continuado, cotidiano, imparable.
Y que él quiera hacerla ¡DEBE SER IGUAL!
Y sobre todo y lo sorprendente, terminar entendiendo gracias a él, que la historia debe ser precedida por pensamiento, estudio, reflexión, planificación, cálculo.
Pero al mismo tiempo entender que solo puede ser parida de una forma…
Mediante LA ACCIÓN.
Que en el Doctor Tejera siempre y en forma esencial, esa acción sólo podía ser democrática, porqué mentes como la de él, no pueden concebir acciones para detener, atrapar, incautar, cerrar…
¿Revolucionario? El Doctor Tejera era capaz de ridiculizar al mismísimo concepto ¡pues nunca conocí a alguien más joven hablando de lo que debería ser una revolución! en el sentido más fulgurante del término.
Y desde la limitación de un cuerpo que ya no permitía otra cosa que no fuese contención, se proyectaba una mente que todo lo contrario, era de todo menos contenida, una mente que aún desbordaba por sus ojos, perfectamente luminosos aún.
¡No señores! ¡Si hay algo que no pediré por el Doctor Tejera, es que descanse en paz! porque no puedo traicionarlo: porque lo menos que deseaba para sí y para todos nosotros, era el descanso…
No hasta conseguir de nuevo a ese país que él sabía perfectamente posible.
Vayan sabiendo que en este servidor y en cada venezolano que quedó hechizado por él, el Doctor Tejera nunca descansará en paz.
Hasta que por fin hagamos lo único que se puede hacer.
Caraqueño, sempiterno inadaptado. Ingeniero de sonido. Apasionado estudioso de la Política. Articulista y bloguero. Demócrata radical post-ideológico. Cabillero retórico y tecladista beligerante. Militante de Acción Democrática, donde trabajó en el departamento nacional de capacitación y doctrina. Director editor de La Cabilla. En twitter es: @FBoccanera
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