15 de noviembre de 2015

Una convención global: "COMO ENFRENTAR EL TERROR" por: Juan Daniel Jaramillo Ortiz, El Siglo, Bogotá / pararescatarelporvenir.blogspot.com 15 de noviembre de 2015

Una convención global


COMO ENFRENTAR EL TERROR


Anunciar una guerra regular es estropicio fáctico y jurídico



 ¿El inicio de un conflicto bélico global, como lo sugiere Semana a raíz de la tragedia en París? La simple pregunta trasluce ignorancia gruesa de relaciones internacionales y deja el sabor a moho muy propio  de quien tiene nociones desuetas y desactualizadas de las relaciones de fuerza y poder en el mundo contemporáneo.

Un repaso a los principales medios escritos, como Guardian Weekly, Le Monde, The Financial Times, Der Spiegel o Corriere della Sera durante el fin de semana deja clara la situación. No estamos ad portas de un conflicto bélico por la razón elemental de que no sabemos el asiento temporal del Estado Islámico y su Califato. Al Raqa, en Siria, proclamada como capital, pequeña ciudad devastada por la guerra, ha sido base de ofensivas del grupo terrorista y está lejos de ser sede soberana de un gobierno.

El mundo enfrenta un grupo terrorista extraordinariamente poderoso frente al cual el alemán Baader-Meinhof o las italianas Brigadas Rojas o la misma ETA son casi juegos de niños. Así, se trata de enfrentar las formas clásicas del terrorismo en sus elementos de movilidad, sorpresa, ubicuidad e indefinición geográfica bajo el gran rótulo del fanatismo religioso extremo.

Si se tratara, como lo anuncia precipitadamente Semana de una conflagración bélica, entrarían a actuar las cuatro Convenciones de Ginebra de 1949 y los Protocolos Adicionales de 1977. Ninguno de estos cuerpos, salvedad hecha del artículo 13, parágrafo 2 del Protocolo II, se refiere al fenómeno terrorista. Este es el único dispositivo legal existente dentro del universo legal multilateral contemporáneo. Y es insuficiente para tratar un delito –no tipificado en derecho internacional- que debe estar por fuera del marco conocido de los conflictos internacionales e internos.

El Consenso de Madrid en 2005 pidió la celebración de una Convención Internacional de Lucha Antiterrorista. Han pasado 10 años sin que los países más interesados, los Estados-miembros de la U.E. y EE.UU. hayan desplegado la voluntad política necesaria, dentro del marco de la ONU, para hacerla una realidad.

Se ha reiterado en esta columna una y otra vez: cuando se convocó la Conferencia Diplomática de 1974 [Ginebra] que dio origen a los Protocolos de 1977 se dijo que a las Convenciones de 1940 nuevos fenómenos venían rebasándolas. Ahora, a los Protocolos de 1977, con casi 40 años de edad, se le han colado elementos criminales de desestabilización. Jamás podrían equipararse los movimientos insurgentes anti-colonialistas o de inspiración política [como son las Farc o el ELN] a terrorismo del perfil de Estado Islámico, un ente netamente terrorista.

Anunciar peligro de un nuevo conflicto bélico global es un estropicio fáctico y jurídico, apenas entendible en quien estudió relaciones internacionales en los 70s y paró de evolucionar. Proponerlo significa erigir una contraparte criminal que goza de las protecciones y garantías del derecho de la guerra, desde las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907 hasta Protocolos de 1977.
Así mismo, la realidad de los hechos no revela enfrentamiento entre Estados soberanos.

Se trata de terrorismo hecho y derecho. Así es preciso evaluarlo con toda la energía y determinación en extirparlo. Colombia debería pedir ya la convocatoria de reunión especial de la Asamblea General de la ONU con el fin de que se tomen los borradores existentes de convención. El mundo necesita ya  de las herramientas que le permitan tratar con este estado de excepción global.

Mientras tanto, Francia tendrá que mirar a sus banlieues donde involuciona otro país galo que respira exclusión total. Donde viven franceses de segunda y tercera generación, levantinos y medio-orientales cuya identificación con la Patrie qui passe, la gran Francia, simplemente no existe. Para quienes la conciencia política evolucionada, el gran activo de la educación francesa, es hoy una pesadilla de odio, atraso y locura vindicativa.






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