LA REINA DEL SUR ENTRE SOLES Y FLORES
En este trance terminal nos encontramos. Al borde del abismo.
por: Antonio Sánchez García
Un estremecimiento de agonía recorre a Venezuela. La revolución está dando sus últimos estertores y lo aterrador del caso es que nadie – de “parte y parte” - parece dispuesto a hacerse cargo del cadáver. La catatonia es total y absoluta. Venezuela se nos muere entre los brazos. Y nadie dice ni hace nada. Asombroso.
Al momento de redactar estas líneas han transcurrido más de 72 horas desde que en el aeropuerto de Puerto Príncipe, capital de Haití, la DEA – máximo organismo policial del estado norteamericano encargado del control del tráfico de estupefacientes en el mundo – detuviera y despachara ipso facto al distrito Sur del estado de Nueva York, en el corazón de los Estados Unidos, para ser enjuiciados por narcotráfico a unos extraños familiares de la pareja presidencial venezolana sorprendidos in fraganti con un cargamento de casi una tonelada de cocaína de alta pureza, provista por los órganos competentes de las FARC, para ser introducida en los Estados Unidos. Según informaciones fidedignas, confiesan haber contado con el respaldo del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado cabello, y el gobernador del Estado Aragua, Tarek El Aissami. El núcleo del poder de lo que resta del Estado venezolano en pleno.
Si bien los emisarios directos de la llamada Primera Dama, Cilia Flores, consanguíneos suyos e hijos adoptivos de su esposo, Nicolás Maduro, presidente de la República, y en tal circunstancia miembros de la familia de la pareja presidencial, enfrentan la posibilidad de un juicio sumario con la máxima condena prescrita para el caso – cadena perpetua – y sus acompañantes – el piloto, el copiloto y el dueño del jet privado en que el que viajaran y transportaran el importante alijo – ya se encuentran a resguardo de las autoridades judiciales y a la espera del juicio respectivo, todo lo cual configura un cuadro de extrema gravedad incluso para la estabilidad del gobierno y del régimen que lo sustenta, hasta este momento no existe comunicado, expresión o reacción alguna de parte de nuestras máximas autoridades. Ni de los máximos responsables de la oposición venezolana. Con la notable excepción de María Corina Machado, que exige la inmediata renuncia de los principales responsables de esta ofensa innombrable e imperdonable a la honra de la República.
¿Existen tales autoridades? ¿Existe tal gobierno? ¿O estamos en manos de una banda de facinerosos y pandilleros sin Dios ni Ley? En un anterior caso de parecida naturaleza y ante la detención en Curazao de una alta autoridad de gobierno investigada y perseguida por la DEA bajo la acusación de ser uno de los capos máximos del Cartel de los Soles, el general Hugo Carvajal, las reacciones fueron instantáneas y las presiones y amenazas a tal grado eficientes, que la DEA se vio obligada a dejarlo en libertad y permitirle el regreso a Venezuela, sin otros inconvenientes que el disgusto. La misma pareja presidencial y Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, hoy en el ojo del huracán y en el más parco de los silencios, removieron a tal extremo cielo y tierra, que no hubo instancia que no fuera abordada para salir del apuro. Exhibieron con orgullo ante el mundo del trofeo de guerra: un exultante pollo Carvajal descendiendo del avión que lo traía de regreso entre abrazos y vitores de la familia del fallecido Hugo Chávez. ¿Por qué ahora este brutal silencio y esta aparente apatía? ¿Tan profunda es la diferencia entre uno y otro caso? ¿Tanto ha cambiado la situación desde entonces?
Ciertamente: el pollo Carvajal no fue sorprendido con las manos en la masa, in fraganti, como es ahora el caso. Y estaba protegido por una discutible inmunidad diplomática. Así su expediente judicial abundara en datos inculpatorios y él mismo iniciara tratativas para entregarse a la DEA a cambio de un trato justo. El caso daba para la hipocresía del Poder y la manipulación de la justicia. El país aún no terminaba de despertar de la pesadilla.
Pues bien, todo indica que el deterioro de la situación interna ha alcanzado cotas tan apocalípticas, el enfrentamiento entre los carteles de la droga que sostienen y acompañan a la comitiva presidencial y manejan sus destinos ha alcanzado tal crudeza, la pugna de intereses y las dentelladas por el control del negocio han adquirido tales contornos, que la mascarada de gobierno y sus parapetos formales se han desvanecido y lo que otrora fuera el gobierno es hoy un cuerpo despellejado, descuartizado y moribundo, entregado a la furia devastadora de los matarifes respectivos. Unos escapan como ratas, otros se escabullen como gusanos del cadáver putrefacto del chavismo. A lo que restan se les agotó el futuro. Están a la deriva y sin perspectiva de resurgimiento.
Calza a la situación como anillo al dedo la definición del fascismo dada en 1940 por el pensador alemán Theodor Adorno: “la historia del estado fascista es la historia de las luchas entre bandas, pandillas y grupos delictivos.” Si éste es el caso, y nada parece desmentir que así no sea, los venezolanos nos encontramos inermes y desguarnecidos ante la disgregación, la desintegración y el caos. ¿Tiene sentido voltear la mirada hacia la eternidad y continuar en el juego de las elecciones de diciembre, como si éste fuera un país de verdad, su gobierno una entidad virtuosa e incuestionable, nuestras acciones parte de una vida social y colectiva en normal desarrollo y el futuro un tránsito previsto sin mayores contratiempos?
¿O llegó el momento de que quienes tendrán la pesada tarea de rescatarnos del abismo den un paso al frente, exijan la inmediata renuncia del circense, esperpéntico y delictivo parapeto que hace de gobierno, tomen en sus manos el control de la situación civil, militar, política, jurídica y nos propongan una vía de tránsito hacia la normalidad democrática?
¿O deberemos seguir sumidos en este laberinto a la espera de que un uniformado le de un palo a la lámpara y se apodere del coroto, como ha solido suceder desde hace doscientos años? ¿Es el comienzo del fin o el fin del comienzo?
En este trance terminal nos encontramos. Al borde del abismo.
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