FERNANDO MIRES - LA CULTURA POLÍTICA DEL
NEO-FASCISMO ALEMÁN, DESDE ALEMANIA
Me estoy tomando el trabajo molesto pero
necesario de ir a las fuentes intelectuales del pensamiento neo-fascista
alemán. Y sin duda una de las más apreciadas entre ellas es la revista Junge
Freiheit, editada en Berlín.
De acuerdo a la idea de Hannah Arendt relativa a que
el fascismo surgió como una alianza entre determinadas elites con la chusma
(Mob), parece ser importante concentrar la atención no solo en las
manifestaciones de masas, sino también en el pensamiento de las elites
neo-fascistas, sobre todo en momentos como los actuales signados por el
terrorismo islámico y las masivas migraciones que avanzan desde Irak y Siria
hacia Alemania.
Los colaboradores de Junge Freiheit serían por
supuesto los últimos en declararse fascistas. Casi todos insisten en
distanciarse del ideario del Tercer Reich. Ellos se entienden como
conservadores, nacionalistas, patriotas, críticos de Europa. Sin embargo, basta
un ejemplar para darse cuenta que desde el comienzo hasta el final sus
artículos están marcados por el sesgo cultural que una vez fuera monopolio del
nazismo.
Por de pronto, la mayoría de los autores orientan sus
diatribas en contra de la clase política europea, como si ella fuese una
dictadura impuesta por el destino y no el resultado de elecciones periódicas y
soberanas. Esa clase, según ellos, sin convicciones nacionales, burocratizada,
cobarde, consensual, es la responsable de la decadencia de Europa (durante
el periodo nazi los intelectuales de Hitler nos hablaban, de acuerdo a las
tesis de Oswald Spengler, de la “decadencia de Occidente”). Esa decadencia se
expresaría hoy en dos fenómenos: la ocupación (término usado frecuentemente) de
Europa por la población islámica y el auge del terrorismo. Para todos los
columnistas de Junge Freiheit, terrorismo y migración son fenómenos
inseparables. Incluso, sinónimos.
En casi todos los artículos encontramos una perversa
inversión de los términos. Las migraciones no son el resultado de la acción del
terrorismo islámico sino a la inversa, el terrorismo aparece como consecuencia
de las migraciones. En otras palabras, todos los que vienen desde la zona
islámica son sospechosos. ¿De qué? De lo que sea. Antes de llegar – así lo dijo
Daniel Cohn-Bendit en un foro televisivo haciendo un paralelo con el caso de
los judíos que llegaban a Alemania antes del surgimiento del nazismo- los
emigrantes ya están estigmatizados por una “sospecha”, cualquiera que ella sea.
El judío era el “sospechoso” de antes. El musulmán es “el sospechoso” de hoy.
Naturalmente, los emigrantes no son ángeles. Más de
uno ha sido o será reclutado por alguna organización terrorista. Tampoco hay
que decir que la vida será más hermosa con ellos que sin ellos. La mayoría son
jóvenes, y la juventud es de por sí peligrosa. Algunos caerán en actividades
delictivas, suele suceder.
Pero también hay datos que demuestran como muchos
jóvenes participaron activamente en las sublevaciones de la mal llamada
“Primavera Árabe” antes de que estas fueran arrolladas por los movimientos
islamistas. Cierto; esas sublevaciones fracasaron. Pero existieron; y eso es
muy importante. Su sola existencia demuestra como el mundo islámico no es una
antípoda de occidente sino, además, está cruzado interiormente por líneas
occidentales.
La contradicción islam-occidente es falsa y esa
falsedad es divulgada copiosamente por publicaciones como Jugend Freiheit. Si
hay contradicciones, en el estilo planteado por Samuel P. Hungtinton (“El choque
de las Civilizaciones”), estas son mucho más fuertes en el interior de cada
cultura. Millones de musulmanes están plenamente integrados a las normas de la
vida europea, prestan sus servicios ocupacionales, pagan sus impuestos y
cumplen con las leyes.
Llama la atención, con relación al fenómeno
migratorio, que ninguno de los artículos de la revista defina a los emigrantes
como emigrantes. La mayoría se refiere a ellos como una “Überschwemmung”
(inundación) o como una “Überflutung” (rebalsamiento) esto es, como a fenómenos
de la naturaleza frente a los cuales es necesario protegerse. Incluso, el
ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, sin duda un demócrata, se refirió a
los refugiados de guerra con el término “Lavine” (alud). ¿Qué significa
eso? Muy simple: los neo-fascistas están imponiendo su lenguaje aún entre
quienes están alejados del pensamiento fascista. Hecho peligroso: La hegemonía
política siempre ha comenzado con el uso tendencioso de las palabras.
Cultura y nación, concebida esta última como estado-nación,
constituyen para los articulistas de Junge Freiheit, elementos inseparables. El
Estado es para ellos el agente destinado a asegurar la cultura-nacional, así se
lee en la editorial del último número. Michael Paulwitz, un redactor, pone como
ejemplo “luminoso” para Alemania el de los ex países comunistas que erigen
alambradas y muros para protegerse de las “invasiones”. Otro artículo escrito
bajo pseudónimo se queja de que en Austria los nacionalistas son perseguidos
mientras los islamistas son recibidos con los brazos abiertos. De repente,
autores más cultivados citan a Hobbes y a su imaginario contrato social. Por
supuesto, alguna declaración brutal de Maquiavelo, e indirectamente, casi
siempre, de Carl Schmitt, quien pese a su fría lucidez era un enemigo declarado
de la democracia parlamentaria.
Nunca van a citar a Locke. Kant no existe. Hannah
Arendt o Jürgen Habermas son invisibles. El Estado es para ellos la instancia
que asegura la homogeneidad cultural de cada nación. La Europa que ellos conciben
es, por lo mismo, una Europa de naciones culturales. Cada cultura debe ser
envasada dentro de una nación. La nación es para ellos –y este es el punto de
relación más estrecha que mantienen con el antiguo fascismo- una individualidad
orgánica. Esa es la razón por la cual la diversidad, la multiculturalidad, la
ambivalencia, es decir, los valores más caros del Occidente político, deben ser
erradicados. En ese punto, los neo-fascistas no se diferencian de los
yihadistas.
“El escándalo de la ambivalencia” fue precisamente el
tema central de un clásico de Zygmunt Bauman (“Modenidad y Holocausto”). Para
el destacado sociólogo, la cultura política del fascismo puede ser comparada
con la mentalidad del jardinero moderno cuya tarea es arrancar “la mala hierba”.
El jardín alemán, por lo menos el que imperaba hasta mediados del siglo XX,
debía ser un jardín homogéneo. Ese jardín corresponde según Bauman con el ideal
de nación culturalmente homogénea. Ese es también el ideal de los redactores de
Junge Freiheit, al fin y al cabo representantes intelectuales de una chusma
enardecida frente a todo lo que aparezca como extraño en el mezquino mundo
donde habitan.
El fenómeno alemán es preocupante. Mientras en Francia
el neofascismo aparece concentrado en un enorme partido, Frente Nacional, el
neo-fascismo alemán es segmentario.
En el primer segmento, y en sus rincones más oscuros,
pululan los militantes del nazismo “puro”, sus grupos de choque; los que
golpean a los extranjeros y los que incendian refugios para emigrantes.
En un segundo segmento nos encontramos con un partido
aparentemente republicano, pero igualmente xenofóbico y ultranacionalista:
“Alternativa para Alemania”, cuya votación aumenta sin parar.
El frente de masas, o movimiento social del
neo-fascismo, el tercer segmento, PEGIDA (“Patriotas europeos contra la
islamización de Occidente”) aglutina a todos quienes sienten odio o simplemente
miedo frente a las migraciones islámicas.
Luego viene la caja de resonancia formada por los
sectores más conservadores del socialcristianismo, sobre todo del bávaro, que
ya han hecho del anti-merkelismo una doctrina de acción.
En el último y quinto segmento están los “pensadores”: escritores,
intelectuales y académicos como los que escriben en Junge Freiheit.
He decidido subscribirme a la revista Junge Freiheit. A los enemigos hay
que conocerlos. A través de las páginas de esa revista es posible darse cuenta
como Europa se encuentra amenazada por dos peligros internos. El terrorismo
islamista o yihadismo y el auge del neo-fascismo. Que ambos enemigos se
necesitan y retroalimentan, es mi fuerte convencimiento. Seguiré escribiendo
sobre el tema.
Fernando Mires
mires.fernando5@gmail.com
@FernandoMires1
Alemania
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