Con la brillantez que lo caracteriza, el Dr. Antonio Sánchez García, aborda el tema, al menos resbaladizo, de alertar contra el aspecto de "diversión" en su acepción estrictamente militar, de la indignante tragedia de París. Alerta necesaria en este país volatil y dado a la dispersión que es el nuestro. Salud
ALFREDO CORONIL HARTMANN
ITACA 15 DE NOVIEMBRE DE 2015
FLUCTUAT NEC MERGITUR
PENSANDO EN PARIS
“En plena Plaza de la República, un colectivo de street art pintaba el lema de París: Fluctuat Nec Mergitur. Su traducción transcribe lo que muchos sentían ayer: ‘Batida por las olas, pero no hundida’”
El País, 14 de noviembre, 2015
Antonio Sánchez García @sangarccs
Paris vivió ayer lo que los venezolanos venimos sintiendo desde el 4 de febrero de 1992: el horror causado por el desborde de la maldad, convertido en gobierno por la insólita liviandad de nuestra cultura ante el deslave de la barbarie. El fanatismo, la ignorancia, blindados por la religión, la ambición o la ideología: a fin de cuentas pueden constituir la legitimación de los más bajos y ancestrales instintos para satisfacer las pulsiones asesinas que cuatro millones y medio de años, la edad que se le calcula a nuestra especie, no han terminado por poner en vereda.
Resulta incómodo reseñarlo, pues nada más odioso que una comparación de hechos luctuosos, pero a esas alturas del mes, sólo en 11 días, habían ingresado a la Morgue de Bello Monte de Caracas 154 cadáveres. Veinte y cinco víctimas del odio homicida por encima de los 129 que dejaron los tres atentados del odio yihadista en Paris. Cifra que se suma a los que ya deben alcanzar más de veinte mil asesinatos cometidos en el curso de este annus horribilis en todo el país. Y será banal recordarlo una vez más, pero el odio homicida de los esbirros del régimen se saldó con 45 víctimas mortales como consecuencia de las órdenes impartidas por las autoridades de gobierno para enfrentar las protestas estudiantiles suscitadas a partir del 12 de febrero de 2014. Los asesinos procedieron con la misma saña, la misma impudicia y la misma horrorosa impunidad con que procedieron “los ocho hermanos del Estado Islámico” que pretendieron vengar las acciones realizadas por Francia en Siria.
No habrá en Paris una fiscal general que coordine las acciones para inculpar de los hechos a los asesinados o encontrar en alguno de los activistas por los derechos humanos a quien condenar a trece años de prisión por los asesinatos cometidos por los criminales de la Yihad. Pero no es ocioso traerlo a colación para que el espanto por el horroroso crimen cometido en las cercanías de la Place de la Republique, en los circuitos 10 y 11 de Paris, pueda ser contrastado con nuestros propios horrores, cometidos por un Estado miembro de la comunidad de Naciones, que puede cometer las más odiosas y oprobiosas acciones contra los derechos humanos, sin provocar ni el escándalo ni la repulsa internacional que provocan los sucesos de Paris. Y que horas antes del espantoso atentado parisino se veía envuelto en un ocioso crimen de narcotráfico en el que se ven involucradas las más altas autoridades de gobierno.
Hay más razones para parangonar el espanto, la dimensión y los alcances de los actos de terrorismo reseñados desde ayer debido al llamado Estado islámico con la trágica situación porque atraviesa nuestro país. Existen suficientes pruebas e indicios del papel que juega el gobierno venezolano, aliado al extremismo talibán, como plataforma de ingreso y respaldo del yihadismo en América Latina. No es necesario mencionar a dichas autoridades. Son de sobra conocidas y sus actividades en respaldo del yihadismo públicas y notorias. Coludidas, además, según las propias revelaciones de los sobrinos de la Primera Dama, con las acciones de los carteles narcotraficantes venezolanos.
De allí el especial dolor que siente el pueblo venezolano por el sufrimiento de quienes perdieron a sus familiares, amigos y conocidos en el horror que asoló a la noche parisina este 13 de noviembre. Palpita en nuestras cercanías. Por ahora, nadie está libre de la amenaza del horror. Se ha hecho mercancía de nuestro sufrimiento y nuestras preocupaciones cotidianas. Pero al igual que el lema de Paris, FLUCTUAT NEC MERGITUR,tampoco nuestra nave, hoy sacudida por la tormenta, se irá a pique. Como nos lo recuerda Pierre Brassens en su bella canción, “Les copains d’abord”, en nuestro caso, siempre, en medio de la tormenta perfecta que nos atribula “los libres, los demócratas primero”.
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