¿FIN DE CICLO EN VENEZUELA?
ANDRÉS OPPENHEIMER
Las normas electorales de Venezuela no podrían ser más antidemocráticas
Sin embargo, la oposición podría arrasar en las urnas
el 6 de diciembre
Por primera vez en varios años, la oposicion podría
recuperar la Asamblea Nacional
Las elecciones legislativas del 6 de diciembre en
Venezuela serán la más antidemocráticas que se han visto en la historia
reciente de Latinoamérica, con la excepción de Cuba. Y, sin embargo, es
probable que la oposición gane el voto popular por un margen abrumador, y que
eso lleve al principio del fin de la corruptocracia cívicomilitar que gobierna
ese país.
Las normas electorales del Consejo Nacional Electoral
(CNE) de Venezuela, controlado por el gobierno del presidente Nicolás Maduro,
no podrían ser más injustas. El CNE ha escrito las reglas de tal manera que la
oposición debe ganar más de un 60 por ciento del voto popular y vencer docenas
de obstáculos para ganar una mayoría en el Congreso.
No es ninguna casualidad que Maduro no haya permitido
la presencia de observadores internacionales creíbles de la Organización de los
Estados Americanos o de la Unión Europea. Venezuela sólo aceptará una
delegación de “acompañantes electorales” de la UNASUR, una institución que
según expertos electorales independientes solo hará turismo electoral.
Un estudio publicado la semana pasada por la
Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela y el Instituto Internacional
para la Democracia y la Asistencia Internacional (IDEA) enumera una serie de
irregularidades en las reglas electorales que van mucho más allá de la
utilización masiva de fondos estatales por los candidatos del gobierno, el
control gubernamental de los medios de comunicación, la intimidación de
votantes, las “inhabilitaciones” para que líderes opositores se postulen a
cargos públicos y el encarcelamiento de líderes políticos, como Leopoldo López.
Según las normas vigentes, los estados dominados por
la oposición tienen mucho menos representación en la Asamblea Nacional que los
estados controlados por el gobierno. Por ejemplo, el estado Lara, que tiene 1.1
millones de habitantes y una gran presencia opositora, elegirá sólo dos
legisladores, lo mismo que el estado de Amazonas, que tiene una población de
apenas 87,000 personas, y ha estado en manos del partido gobernante.
Y a pesar de todo esto, los encuestadores dicen que la
oposición arrasará en las urnas, por el colapso económico y social de
Venezuela. La economía del país se contrajo un 8 por ciento este año, y su tasa
de inflación de casi el 200 por ciento es la más alta del mundo.
Una encuesta de la firma venezolana Datanálisis dice
que el 63 por ciento del voto popular irá para los candidatos de la oposición,
y solo el 28 por ciento para los del gobierno.
Alfredo Croes, de la firma encuestadora Venebarometro,
me dijo que a pesar del ventajismo gubernamental en la representación
electoral, es probable que la oposición gane 103 escaños en la Asamblea
Nacional, de 167 escaños. Eso le daría a la oposición más de los 84 escaños que
necesitaría para obtener una mayoría simple, lo que le permitiría controlar el
presupuesto del país, e iniciar investigaciones sobre corrupcion y narcotráfico
de funcionarios gubernamentales.
Mi opinión: Hasta hace poco, creía que Maduro daría un
autogolpe y cancelaría las elecciones del 6 de diciembre. Pero tal vez ya sea
demasiado tarde para eso. Amigos en Venezuela me dicen que, dado el sentimiento
antigubernamental generalizado, Maduro generaría una explosión social y una
condena internacional si anula la elección.
Es probable, entonces, que Maduro permita la elección,
y dé un golpe postelectoral, cuando el mundo esté mirando para otro lado. Para
evitar que la Asamblea Nacional inicie investigaciones sobre corrupción y
narcotrafico, Maduro podría tomar control del nuevo congreso, ya sea mediante
la compra de legisladores de oposición, o mediante un decretazo que limite los
poderes legislativos.
Pero, esta vez, no le va a ser tan fácil. Las cosas
han cambiado. Con los precios del petróleo por el suelo, Maduro tiene mucho
menos dinero para comprar lealtades adentro y afuera del país.
Y con Brasil en medio de una severa crisis que está
obligando a su gobierno a tomar cierta distancia de Venezuela, y con las
encuestas en Argentina que pronostican un triunfo del líder opositor Mauricio
Macri –un crítico abierto de la prepotencia autoritaria de Maduro–, el régimen
venezolano ya no puede contar con que los países más grandes de Sudamérica
validen sus abusos electorales.
Por primera vez en varios años, la oposición
venezolana podría recuperar el congreso y poner al régimen a la defensiva
después del 6 de diciembre.
Las normas electorales de Venezuela no podrían ser más antidemocráticas
Sin embargo, la oposición podría arrasar an las urnas
el 6 de diciembre
Por primera vez en varios años, la oposicion podría
recuperar la Asamblea Nacional
Las elecciones legislativas del 6 de diciembre en
Venezuela serán la más antidemocráticas que se han visto en la historia
reciente de Latinoamérica, con la excepción de Cuba. Y, sin embargo, es
probable que la oposición gane el voto popular por un margen abrumador, y que
eso lleve al principio del fin de la corruptocracia cívicomilitar que gobierna
ese país.
Las normas electorales del Consejo Nacional Electoral
(CNE) de Venezuela, controlado por el gobierno del presidente Nicolás Maduro,
no podrían ser más injustas. El CNE ha escrito las reglas de tal manera que la
oposición debe ganar más de un 60 por ciento del voto popular y vencer docenas
de obstáculos para ganar una mayoría en el Congreso.
No es ninguna casualidad que Maduro no haya permitido
la presencia de observadores internacionales creíbles de la Organización de los
Estados Americanos o de la Unión Europea. Venezuela sólo aceptará una
delegación de “acompañantes electorales” de la UNASUR, una institución que
según expertos electorales independientes solo hará turismo electoral.
Un estudio publicado la semana pasada por la
Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela y el Instituto Internacional
para la Democracia y la Asistencia Internacional (IDEA) enumera una serie de
irregularidades en las reglas electorales que van mucho más allá de la
utilización masiva de fondos estatales por los candidatos del gobierno, el
control gubernamental de los medios de comunicación, la intimidación de
votantes, las “inhabilitaciones” para que líderes opositores se postulen a
cargos públicos y el encarcelamiento de líderes políticos, como Leopoldo López.
Según las normas vigentes, los estados dominados por
la oposición tienen mucho menos representación en la Asamblea Nacional que los
estados controlados por el gobierno. Por ejemplo, el estado Lara, que tiene 1.1
millones de habitantes y una gran presencia opositora, elegirá sólo dos
legisladores, lo mismo que el estado de Amazonas, que tiene una población de
apenas 87,000 personas, y ha estado en manos del partido gobernante.
Y a pesar de todo esto, los encuestadores dicen que la
oposición arrasará en las urnas, por el colapso económico y social de
Venezuela. La economía del país se contrajo un 8 por ciento este año, y su tasa
de inflación de casi el 200 por ciento es la más alta del mundo.
Una encuesta de la firma venezolana Datanálisis dice
que el 63 por ciento del voto popular irá para los candidatos de la oposición,
y solo el 28 por ciento para los del gobierno.
Alfredo Croes, de la firma encuestadora Venebarometro,
me dijo que a pesar del ventajismo gubernamental en la representación
electoral, es probable que la oposición gane 103 escaños en la Asamblea
Nacional, de 167 escaños. Eso le daría a la oposición más de los 84 escaños que
necesitaría para obtener una mayoría simple, lo que le permitiría controlar el
presupuesto del país, e iniciar investigaciones sobre corrupcion y narcotráfico
de funcionarios gubernamentales.
Mi opinión: Hasta hace poco, creía que Maduro daría un
autogolpe y cancelaría las elecciones del 6 de diciembre. Pero tal vez ya sea
demasiado tarde para eso. Amigos en Venezuela me dicen que, dado el sentimiento
antigubernamental generalizado, Maduro generaría una explosión social y una
condena internacional si anula la elección.
Es probable, entonces, que Maduro permita la elección,
y dé un golpe postelectoral, cuando el mundo esté mirando para otro lado. Para
evitar que la Asamblea Nacional inicie investigaciones sobre corrupción y
narcotrafico, Maduro podría tomar control del nuevo congreso, ya sea mediante
la compra de legisladores de oposición, o mediante un decretazo que limite los
poderes legislativos.
Pero, esta vez, no le va a ser tan fácil. Las cosas
han cambiado. Con los precios del petróleo por el suelo, Maduro tiene mucho
menos dinero para comprar lealtades adentro y afuera del país.
Y con Brasil en medio de una severa crisis que está
obligando a su gobierno a tomar cierta distancia de Venezuela, y con las
encuestas en Argentina que pronostican un triunfo del líder opositor Mauricio
Macri –un crítico abierto de la prepotencia autoritaria de Maduro–, el régimen
venezolano ya no puede contar con que los países más grandes de Sudamérica
validen sus abusos electorales.
Por primera vez en varios años, la oposición
venezolana podría recuperar el congreso y poner al régimen a la defensiva
después del 6 de diciembre.
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