¿QUÉ
HACER?
por: Carlos
Canache Mata
Tenemos un gobierno que no
se ha declarado como dictadura, pero que se comporta como tal. Ha prohibido
disentir, comete fraudes electorales, tortura a luchadores democráticos, cuenta
con varias decenas de presos políticos, lanza venezolanos al exilio, pisotea la
separación de poderes y se burla de la Constitución. Como detentador del poder,
acrecienta cada día su perfil despótico.
Cumpliendo órdenes del
Poder Ejecutivo, la Sala Constitucional del TSJ, en sentencia del 11 de este
mes, ha declarado “inconstitucional” la Ley de Amnistía y Reconciliación
Nacional sancionada por la Asamblea Nacional el pasado 29 de marzo. En esa
sentencia, a) se desconoce que la valoración política de la oportunidad y conveniencia
de la amnistía es un derecho privativo de la Asamblea Nacional (artículo 187, numeral
5, de la Constitución) y se pasa por alto que la Sala tenía limitado su control
judicial a la formalidad de que la Ley
no “colida” con la Constitución (artículo 336,numeral 1, de la
Constitución); b) se invoca fraudulentamente el artículo 29 de la Constitución
al pretender que los favorecidos por la Ley cometieron delitos que los
excluirían de los beneficios de la amnistía.
Hay que destacar que la
ONU, en voz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Zeid Ra´add Al
Hussein, declaró lo siguiente: “Estamos muy sorprendidos por la sentencia de
ayer por parte de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Venezuela
contra la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional. La Ley que fue aprobada
por la Asamblea Nacional el 29 de marzo de este año, podría haber servido como
base de un camino de diálogo y reconciliación en Venezuela…A petición del
Gobierno, desde el Alto Comisionado se envió un análisis legal de esta Ley a
Venezuela, observando que el texto estaba, generalmente, en conformidad con los
estándares internacionales de Derechos Humanos”.
Sobre el agrietado piso
político en que se apoya el Gobierno, el país marcha aceleradamente, sin que se
haya podido detener hasta ahora, hacia una gran ruina. Tenemos la más alta
inflación del mundo que lleva a la población a bordear el hambre, el año pasado
la contracción económica escaló el 5,7% del PIB, y, como señaló el exjefe de la
banca de inversión Barclays Capital, el economista Alejandro Grisanti, “en 1982
éramos el segundo país más rico de la región, pero en 2015 fuimos el cuarto más
pobre”, añadiendo que “el país tiene acreencias por 161,1 millardos de dólares,
lo que representa una deuda consolidada de 130% del PIB”. La escasez de
alimentos y fármacos es de tal gravedad que la Federación Médica Venezolana habló
de un “holocausto en salud”. Hasta el Papa Francisco clamó, el domingo de
resurrección, por “las difíciles condiciones en las que vive” el pueblo venezolano.
El ocupante de Miraflores,
Nicolás Maduro, acaba de amenazar a la
Asamblea Nacional diciéndole que a ella también “le va a llegar su hora”.
¿Qué hacer? Lo comentaremos la próxima semana.
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