"LA GANGRENA DEL POPULISMO "
Mientras el PSUV y la MUD escenifican este
simulacro de combate por el campeonato mundial del populismo, el país se
derrumba en sus brazos. Por populista. Que Dios nos pille confesados."
Antonio Sánchez García
En el trascendental escenario de la asamblea nacional se libra una pelea a
dentelladas por obtener el Gran Premio al Primer Populista de la República. Es
una competición en equipos donde se enfrentan dos bandos: el de los populistas
viejos y resabiados y el de los populistas jóvenes, inexpertos y recién
estrenados, que grosso modo podrían usar los distintivos del partido PSUV,
unos, y el de la federación de partidos o MUD, otros. Si bien la similitud de
colores y el diseño de sus uniformes exigirían una acuciosa observación para, a
la distancia, distinguir con exactitud quién es quién. Visto desde las
tribunas, la caracterización no permite equívocos. Ya desde fuera del recinto,
las similitudes son inmensamente más notorias y significativas que las
diferencias.
No es, desde luego, la edad su característica principal. Si lo fuera, no se
daría el caso de viejos populistas de la era democrática de la República –
1959-1999 – que colman las filas del primero de los bandos y ocupan prominentes
espacios en el segundo. El atributo principal que los diferencia es su
participación – o su marginación - del bloque populista que disfruta del Poder
pleno del Estado, controla sus instituciones y viste sus uniformes.
El atributo
principal es el grado de privilegio de que disfrutan en ministerios, embajadas,
cuarteles, empresas. O su absoluta orfandad ante los beneficios del estatismo.
Pues el premio en disputa es, precisamente, el control y dominio del llamado
Estado venezolano. Poco importa su densidad propiamente estatal. Incluso si
dejó de existir y ya no es más que una pandilla de encaramados. Lo decisivo es
el control del erario, el manejo de sus finanzas, la disposición de sus
riquezas. Y un asunto de capital importancia: la administración de puestos,
cargos, galones y empleos públicos.
Las diferencias no hacen ni a las ideas, las ideologías, los motivos ni los
propósitos históricos. Ambos son esencial, ontológicamente populistas, ambos
descreen de la iniciativa privada, el libre mercado y apuestan con denuedo al
control del Estado. Ambos aborrecen del liberalismo Ambos son, en esencia,
igualmente socialistas, izquierdistas, estatólatras y clientelares. La empresa
a cuyo control aspiran es la misma: el Estado. Es ése en rigor el premio en
disputa: hacerse con el dominio del Estado.
Que cumplir con mayor cabalidad el decálogo del populista era el centro de
aspiraciones y objetivos en disputa por el Estado quedó más que evidenciado
cuando durante la campaña presidencial de 2006 la máxima ocurrencia de su
entonces máximo aspirante a la presidencia, el hoy encarcelado líder del
partido socialdemócrata UNT Manuel Rosales, antepuso a la tarjeta CADIVI y
otras enseñas del clientelismo populista del régimen la tarjeta MI NEGRA.
Sus inventores siguen en el mismo bando. Los clientes prefirieron seguir en
conuco viejo.
Pues en disputa entre el PSUV y la MUD no está un diseño alternativo de
país que haga a sus rasgos esenciales: el papel del Estado en el control
político, económico y social de la República, el rol a jugar por el petróleo y
las condiciones específicas de su propiedad, la función de la empresa y la
industria en la generación de nuestras riquezas, el alcance y papel a jugar por
las fuerzas armadas en la ordenación del Poder político o su pura y simple
desaparición, que no se han lucido por ganar ninguna guerra, la estatización o
la privatización de los medios y fuerzas productivas, la independencia,
autonomía y capacidad gerencial de sus universidades, etc., etc., etc.
En disputa
está el control del aparato estatal para recibir el privilegio de su disfrute
gracias al tradicional intercambio de favores entre los ciudadanos – vulgo: el
pueblo – y el bando que se ha adueñado del gobierno. Uno garantiza casas
gratis, educación y salud gratis, becas, préstamos, empleos, jubilaciones,
subvenciones y granjerías de toda suerte a cambio de votos. Tú me eliges y yo
te mantengo. Punto.
De manera que el votante no escoge entre distintas propuestas de país que
hacen a su esencia: escogen entre los mejores postores a los viejos dones de la
mágica cornucopia del estado petrolero. Tal como ha quedado dramáticamente de
manifiesto en ese exhibicionismo de medianía, incultura, mendacidad, pobreza
espiritual, ignorancia, oportunismo e inescrupulosidad de los diputados de
ambos bandos en la sesión de ayer: unos ya dieron las pocas casas, pero las
quieren sujetas a compromisos electorales.
Otros también quieren darlas – las
mismas – pero libres de compromisos, de modo que sus beneficiados – sin una gota
de sudor – puedan votar por ellos. Unos ofrecen miserables jubilaciones, otros
ofertan jubilaciones mejores. Pero ambos mienten, pues se inundó la cueva de
Alí Baba y ya no hay dinero con el que construir casas ni repartir
jubilaciones.
Mientras el PSUV y la MUD escenifican este simulacro de combate por el
campeonato mundial del populismo, el país se derrumba en sus brazos. Por
populista. Los clientes pasan sus días en interminables colas, agonizan en los
ambulatorios y los disponibles camastros de los arruinados hospitales o mueren
en sus lechos mientras sus hijos desfallecen de hambre y de mengua. Venezuela,
el monumento supremo al populismo latinoamericano, se pudre de populismo a ojos
vistas. ¡Pero hay de aquel o de aquella que ose denunciar la causa de la
gangrena y exija levantar alternativas reales para un país que opte por otro
camino! Irá a la cárcel o le caerán a palos. Para eso están las fuerzas armad
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