José Domingo Blanco (Mingo)
Cuatro meses
cumplirá de muerto el hijito de Richard Medina. Y aunque este padre habla con la entereza de
quien hizo todo lo posible por salvar la vida de su pequeño, sus palabras encierran la
impotencia que provoca la
actitud de un régimen que
se ha dado a la tarea de diezmar a la población. Aún no entiende por qué, el gobierno que encabeza Maduro
rechazó la ayuda humanitaria que le hubiera prolongado la vida a su bebé. Desconoce cuál pudo ser la piedra de
tranca que bloqueó toda esperanza de vida para su hijo de apenas 3 años. Mientras lo escucho –debatiéndome
entre la solidaridad, la rabia y la tristeza que me genera escuchar este drama que, además, lamentablemente, no es de su exclusividad- pienso
en los personeros del régimen y la facilidad con la que resuelven sus problemillas de salud:
tomar dinero de las arcas de la Nación, montarse en un avión –también de la Nación- y recibir en otros países la atención médica que necesitan, sin las angustias de ir de hospital en hospital o de farmacia en farmacia, como ocurre hoy en nuestro país.
Es muy duro saber que un hijo padece cáncer.
Eso lo deja bien claro Richard; pero, no por eso, a pesar de las pocas
esperanzas de vida, un padre se queda de brazos cruzados
esperando el desenlace. Richard luchó: pidió ayuda, caminó horas buscando los
remedios, movió cielo y tierra con la esperanza de alargar en el tiempo ese
abrazo y ese beso de buenas noches que, desde hace cuatro meses, ya no puede
dar. Esta vez, como seguirá ocurriendo si el
desgobierno no reacciona, la batalla la ganó el
cáncer. Pero cuesta
resignarse ante la pérdida de lo que uno más ama. No hay razones que expliquen
tanta indolencia de un gobierno. Tantas ganas de que la muerte se encargue de someter a una
Nación. Porque al final, pareciera eso, el deseo
perverso de exterminar a la población. Nadie, por más que se esfuerce, puede
encontrar razones que justifiquen tanto desprecio por
la vida de los venezolanos.
Por eso,
Richard Medina, no se ha callado. Y, quizá, se ha transformado en el portavoz
de otros padres que están a punto de correr su misma suerte. Aclara y recalca que no pertenece a ninguna tolda política. Que no ha
militado en ningún partido. Su intención, y eso se evidencia, es denunciar una situación
que, a mi juicio, va adquiriendo dimensiones de crimen de lesa humanidad. Por
eso, repite incansable lo que dijo en enero
en la Asamblea Nacional: “Dejen de politizar la salud, porque mi hijo no
eligió color, no tuvo elección, no eligió a nadie. Hay personas que están
ahorita luchando por sobrevivir porque no consiguen medicamentos”. Ese es el
reclamo. Sin más aristas ni intenciones politiqueras ocultas. De seguir así, no
será sólo su pequeño de 3 años, sino muchos más lo que verán truncados sus
sueños, sus planes, su futuro…su vida.
Se une a este drama -del que cuesta
recuperarse- la situación de los pacienticos del Hospital J.M de Los Ríos. A la
escasez de medicamentos, se le suma la falta de comida, equipos para atenderlos
y la insalubridad. Ni siquiera una licuadora tienen para preparar el que tal
vez represente el único alimento que recibirán esos niñitos en todo el día. Mientras,
escucho a Huniades Urbina, presidente de la Sociedad Venezolana de Pediatría,
quien fue mi invitado al programa el jueves 7 de abril, me viene a la memoria
el caso del oncólogo pediatra del Hospital de Niños que murió en manos del
hampa. Y pienso en esa muerte inesperada y prematura –sobre la que escribí un
artículo- que dejó acéfalos a tantos niños cuyas esperanzas de curación estaban
en manos de ese doctor que vio su vida prematura e injustamente truncada.
Porque el hampa, en este país gobernado por malandros, es otros de los brazos
ejecutores con los que cuenta el régimen para acabar con la población.
Están muriendo los venezolanos de relevo. Están
muriendo nuestros niños, nacidos para su desgracia en una Venezuela muy pobre,
irreconocible y miserable. La Venezuela concebida por una cuerda de ineptos
morbosos que se rehúsa a reconocer sus errores y, peor aún, rectificar. Una
Venezuela gobernada por indolentes que parecieran disfrutar cada vez que bloquean
las soluciones a esta situación crítica que está acabando con nuestras existencias.
Una cofradía de malandros que asumió el poder para saquear al país y dejarlo
sumido en la más profunda pobreza. Pero, como he dicho y escrito en otras
ocasiones, los crímenes de lesa humanidad no prescriben y algún día, la
justicia se encargará de castigar a los culpables de este exterminio.
@mingo_1
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