por: GUSTAVO CORONEL
El hambre y la muerte por carencia de atención médica; los apagones, el agua no potable, los 300.000 venezolanos asesinados durante el régimen chavista, el robo de miles de millones de dólares por parte de los funcionarios del régimen y sus amigos, los narco-generales, el exilio de más de un millón de venezolanos, el colapso financiero del país, todo ello configura una tragedia de gigantesca magnitud, solo comparable a los peores momentos de la primera república.
Pero las estupideces de Maduro, Aristóbulo vestido de militar, el forcejeo sin resolución entre el Tribunal de Justicia y la Asamblea Nacional, pertenecen al campo de la ópera bufa. La ineptitud del gobierno, la lasitud del pueblo y la parsimonia de la MUD han producido situaciones trágicas pero jocosas.
Por ejemplo, la noticia que nos llegó ayer es que Venezuela ya no tiene dinero para hacer dinero. Obligado el país a imprimir cuantiosos billetes que valen cada día menos dinero, ya no puede pagar el costo de la impresión. Esta es una situación absurda frente a la cual es imposible evitar una carcajada.
La Asamblea Nacional destituye al Ministro de Finanzas pero el Presidente dice que ese ministro no se mueve de su puesto. Y, sin embargo, Hermán Escarrá, con su pelo engominado, dice que en el país no se ha roto el orden constitucional.
Sin embargo, que lo diga Escarrá, quien cobra por decirlo, no es tan sorprendente como el pedido de los diputados de la oposición a la OEA. Ellos han viajado a Washington para pedirle a la OEA que NO se le aplique a Venezuela la Carta Interamericana. Esta gente vino a pedirle a Luis Almagro que solamente promueva una declaración de esa organización de “apoyo a la democracia venezolana”, es decir, un saludo a la bandera. Argumentaron que ya el país estaba “suficientemente aislado”.
La tragedia y la farsa corren en paralelo en Venezuela. Cada nueva tragedia parece generar una nueva farsa, una acción que ni remotamente se corresponde con la gravedad de la situación.
Aún las mejores intenciones de las organizaciones más respetables son expresadas en lenguaje excesivamente cauteloso. Comunicados de las organizaciones de la sociedad civil, como el que hemos leído de la Conferencia Episcopal, al mismo tiempo que piden respeto del gobierno por la oposición, piden diálogo con la pandilla chavista, piden paz y nada de violencia social, como si la dictadura chavista no llevara a cabo cada día actos de extrema violencia contra un pueblo humillado y de rodillas.
La actitud predominante de la sociedad venezolana es decir que la situación es inaguantable pero aguanta. Por ello, aunque la dictadura sea brutal, nuestros diputados viajan a la OEA a pedirles que le envíen un “regaño” al régimen pero que no lo sancionen. Los empresarios aguantan callados, los trabajadores aguantan callados, las sociedades profesionales aguantan calladas.
Cuando el país aguanta callado en el exterior se ve la situación venezolana como si el país hubiese decidido irse al diablo en silencio, aceptando su tragedia como algo inevitable.
Yo hubiera preferido ver el pueblo en la calle, en una inmensa huelga indefinida de brazos caídos, hasta que haya un cambio político. ¿Después de todo, cual es la diferencia? el país está ya paralizado. Solo hay trabajo dos días a la semana, mientras el pueblo está enfermo, hambriento y desmoralizado.
El país muere de mengua, paralizado frente a un régimen de payasos ineptos, apoyados por una fuerza armada corrupta y traidora.
Como dijo Carlos Andrés: Hubiera preferido otra muerte.
Viernes, 29 de Abril, 2016
Publicado por Gustavo Coronel en 5:04 N
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