¿CUAL FUERO PRIVILEGIADO?
EL INTELECTUAL O EL MILITAR
Por: Alfredo Coronil Hartmann
Tengo verdadera aversión a los fueros privilegiados, ya casi una mera referencia académica en lo que se refiere a la Iglesia, los militares, los nobles y alguna otra clase o categoría social que hubiese disfrutado de ellos en algún momento de la Historia.
Hoy casi todos han desaparecido como resultado del principio universal de la igualdad de todos los hombres ante la ley, pero han surgido otros nuevos o al menos novedosos, y derivados –sin excepción- de las mejores intenciones y de la aplicación deformada de derechos, en abstracto impecables, pero que terminan bajo su amparo por convertirse en una patente de corso, para jugar con los nombres y las reputaciones de otros, los derechos de expresión y de información, sagrados en la mejor acepción del término, han servido para no pocas infamias y desvaríos.
El derecho venezolano no reconoce fueros privilegiados, los delitos comunes son juzgados por los jueces de la República, el fuero militar solo existe para los delitos y las faltas estrictamente militares, mientras en Venezuela hubo Estado de Derecho, hoy absolutamente desaparecido, funcionaba la justicia militar y funcionaba la justicia civil, y estoy seguro que mejor que ellas funcionaban y espero sigan haciéndolo los Tribunales Eclesiásticos.
El fuero que si es intangible, inalcanzable, supremo es el del diletantismo, que permite a una sola persona ser acusador, juez y verdugo, de a quien bien tenga procesar, ya que tampoco se requiere la actuación de más nadie… Tampoco está limitado a juzgar personas, se despacha, sin más contemplaciones gremios, instituciones, vocaciones y, posiblemente, hasta duerme bien.
Es el burladero –en lenguaje taurino- del intelectual-puro siempre que llene el mínimo esfuerzo de ser “de izquierda” al menos verbalmente y escribir con cierta corrección la lengua de Cervantes.
TODOS los venezolanos de hoy, tenemos el derecho de estar desilusionados de nuestras fuerzas armadas, la institución castrense ha caído al más bajo punto de credibilidad y aprecio entre sus conciudadanos, sentimiento que crece cada día ante la ausencia de actuaciones firmes, en temas en los cuales –como la mujer del César- tienen que estar por encima de la sospecha: la defensa del territorio, el cumplimiento de la Constitución y las leyes, la obediencia SÓLO a las autoridades legítimas venezolanas –perdonen la redundancia- y el patriotismo.
Echarles en cara que no han ganado “una guerra exterior por lo menos, desde 1824” es una afirmación digna de un papanatas. Es motivo de legítimo orgullo nacional el que Venezuela no haya traspasado sus fronteras sino para libertar otros pueblos en lugar de someterlos. La suerte de la guerra, es cierto, nos permitió tener connacionales presidentes de Bolivia, el Perú, Ecuador y Colombia y hasta el nieto de un prócer fue cuatro veces presidente del Brasil y afirmaba a quien lo quería oír “yo soy llanero, del estado Guárico”. Pero anécdotas aparte la no vocación imperialista fue una constante aún entre nuestros más estrafalarios presidentes militares…
Estigmatizar la institución armada es no solo un dislate, en la crisis gravísima que atraviesa la República, su concurso como institución y como individuos es indispensable.
No es un secreto para nadie el grado alarmante de desprestigio en el cual ha caído la institución armada, infinitamente superior al que se manifestó a raíz del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y sus razones -lamentablemente- son tangibles y visibles. Trabajo va a costar recuperar el respeto, y mucho más el afecto, de la ciudadanía.
Para mí, la Historia en general y desde luego la de mi país, no es una "materia" o un tema, es una pasión de vida. La independencia fue una gesta de civiles que empuñaron las armas, con muy escasas excepciones, como Antonio José de Sucre, los "militares" con formación profesional fueron escasísimos, en el tormentoso siglo XIX republicano, la figura del "Doctor y General" llena el panorama.
Hoy por hoy, donde el país no tiene salida constructiva sin el concurso de sus Fuerzas Armadas, el anti-militarismo de pega es, además de injusto, muy peligroso. Betancourt, Leoni, Caldera, no hubiesen podido establecer la democracia civil que le dio a Venezuela sus mejores tiempos, sin el apoyo de las FAN.
Hay que recordar que en Chile la particpación domocrática fue una condición necesaria, mas no suficiente, para el retorno a la democracia ¿ Que habría pasado si aquella noche de octubre de 1988, el General Matthei y los otros dos comandantes generales ( de la Armada y de Carabineros) se hubiesen plagado a los deseos de Pinochet? Ciertos opinadores deberían ponderar la importancia de los factores de poder, una lectura a Lasalle y Weber sería recomendable. El gran político chileno Patricio Aylwin, primer presidente civil después de la dictadura, quien acaba de fallecer, reconocía en privado que, sin la colaboración de Augusto Pinochet, le hubiese resultado casi imposible la transición de Chile a la democracia
Asi veo yo, entre muchas otras cosas, el papel de los intelectuales en esta hora menguada de nuestra Historia, como impulsores del restablecimiento del clima de cordialidad y de integración, entre todos aquellos que integramos lo afirmativo venezolano como solía decir mi ilustre primo Don Augusto Mijares. Sumar, sumar, gente de bien, de civil o de uniforme…
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