¡Gracias, Maestro Jenaro Aguirre!
El tiempo y el olvido luchan en todo momento por arrebatarnos el recuerdo del maestro; pero no cuentan con el alto blindaje de nuestro corazón que es el lugar en donde celosamente guardamos las cosas más queridas: Los recuerdos y las lecciones.
Mientras el tiempo y el olvido afanosamente hacen su trabajo, los discípulos de JENARO AGUIRRE, todos los días, nos esforzarnos en darle vida al mensaje aprendido del maestro, vivir el presente dando testimonio y construir un mejor futuro para el mundo.
Todos los días, derrotamos de forma terminante al olvido… al olvido, y al tiempo.
Hoy JENARO AGUIRRE vive su pascua.
Al recordar que un ocho de abril de mil novecientos once inició su peregrinaje terrenal el maestro JENARO AGUIRRE, en la PASCUA DE SU RESURRECCIÓN, comparto contigo mi canto: ¡GRACIAS… MAESTRO! …………………. Yo crecí en APROFEP… Recordar es sencillamente mirar atrás y volver a intentar pisar un camino ya recorrido.
Recordar lo bueno, la dicha y la felicidad del pasado, nos refresca el alma. Recordar las dificultades también es bueno, porque nos indica que después de todo somos seres humanos. Recordar los tropiezos para sentirnos vulnerables, porque ciertamente sentirse vulnerable es bueno, e incluso necesario.
La nostalgia se concibe como «Tristeza causada por el recuerdo de un lugar donde se ha vivido o por el recuerdo de personas que están lejos». Yo suelo pensar que la nostalgia nos retrotrae a momentos que nos dejaron alguna marca, momentos que nos hicieron felices y que hoy no tenemos, de ahí la nostalgia.
Al recordar que nací en «Tadea» aprovecho para reinventar millones de recuerdos de muchos años en una hermosa jornada de nostalgias. «Tadea» es una sencilla colina de los Andes que sirvió de taller para que en una oculta ermita un fraile poeta y artesano se dedicara a tallar la imagen del crucificado. Ante sus limitaciones pidió la ayuda de un ángel escultor que rompió las nubes de los cielos con un martillo y un escoplo para venir a cincelar un rostro alegre a pesar del sufrimiento de la cruz. De aquel caserío, siendo muy pequeño me trasladé a La Grita, la otra aldea donde se venera esa imagen desde hace más de cuatrocientos años.
Las alpargatas de mi infancia me permitieron recorrer ese territorio «con sus calles que van subiendo al cielo, para poder tocar las nubes con las manos… Calles de mi niñez calles tranquilas, que empinando se van detrás de la neblina…». La ausencia de instituciones universitarias en aquellos linderos de la patria nos obligó a sumarnos a la diáspora andina, pero esa dispersión fue una bendición. El éxodo nos permitió conocer a APROFEP el hogar lleno de calor humano con la presencia de nuevos hermanos.
A esta altura de mi vida puedo asegurar que nací en Tadea, me crié en La Grita y crecí en APROFEP. A partir de eso soy lo que soy.
Desde ese mil novecientos sesenta y cinco APROFEP fue mi aldea y fue mi familia y fue el millón de amigos que es como decir el millón de hermanos, con sus costumbres invencibles y tercas, con los gestos y palabras de acuerdo a cada lugar de origen que son no solo comunes sino indispensables, con las historias, los cuentos repetidos, las anécdotas que hicieron de ese «nuestro allá» y que nos dejaron marcadas formas de expresarnos, de revelarnos, de presentarnos al mundo y de crear amistades; ese todo que choca con otros usos, que se estrella con otras costumbres, que apaciguamos o moderamos porque seguramente no nos van a entender, porque quienes integramos la gran Familia de APROFEP portamos un estandarte grato, acogedor y lleno de gente que nos recibe con los brazos abiertos y que aún pensamos que la patria es «esta urgencia de decir nosotros» de la que habló Benedetti y ese «abrazo» que dejamos alguna tarde con el íntimo deseo de volver a encontrarnos.
A la familia de APROFEP le debo todo… A partir de esa experiencia, soy lo que soy.
Los años pasaron volando… Estaba terminando el año mil novecientos sesenta y ocho. Esa estación me resulta inolvidable, pues se desbordaba el ambiente navideño en el último trimestre de ese tiempo que representaba el final de nuestra formación en el histórico Instituto Pedagógico.
En el centro de Caracas se rodaba una gran película protagonizada por Peter Sellers. En uno de los ángulos de la plaza O’Leary del Silencio, estaba el teatro Junín que exhibía en pantalla ese largometraje identificado como «La Fiesta Inolvidable». Para quienes vivimos en las «RESIDENCIAS DE APROFEP» podemos identificar ese lapso como el tiempo de «La Fiesta Inolvidable». En ese mes de julio de mil novecientos sesenta y nueve llegó el alumbramiento del amor…
Inolvidable proceso de formación académica universitaria e inolvidable proceso de formación humana y cristiana en las «RESIDENCIAS DE APROFEP».
Fue en el hogar de las «RESIDENCIAS DE APROFEP» donde me encontré a «La Negra» siendo una adolescente y juntamos nuestras manos para impulsar la piragua de nuestras vidas compartidas.
En ese lejano mes de Julio del año mil novecientos sesenta y nueve, apenas se hizo público el compromiso porque el amor ya existía. Era un gajo de sol, una rueca de ríos, un puñado de savia, que fue creciendo y se fue fortaleciendo. En millones de oportunidades habíamos cruzado las miradas en aquellos «obligatorios encuentros» que dentro del proceso de formación organizaba el maestro JENARO AGUIRRE. Los días lunes en los «Círculos de Estudio», los días martes en «Charlas de Formación», los días miércoles en los «Ensayos del Grupo Coral», los días jueves en las «Jornadas de Oratoria» y los días viernes en la preparación de la solemne «Eucaristía» que compartíamos en el templo de «La Coromoto».
En aquel mes de julio de mil novecientos sesenta y nueve con sólo unir nuestras manos se rompieron los diques del asombro y en un alumbramiento de olas y huracanes iniciamos en pareja esta marcha por caminos y veredas en donde los dos hemos rebanado el pan del tiempo sobre un plato de verdad recién lavada. Fue en el hogar de «APROFEP» donde nuestros ojos aprendieron a leer el alfabeto de la atracción en los textos del sentimiento y se intercambiaron los signos que dan nombre al enamoramiento. La vida en «APROFEP» sirvió para intercambiar las miradas, porque la espera es la promesa mientras que la cita es la esperanza.
Y… apareció la savia de floración del amor a la luz de las germinaciones que tiene por simiente el encuentro de sueños compartidos bajo el racimo de sol que alumbra los caminos.
Y… comenzamos a recorrer idénticos senderos, transitando rutas desconocidas, porque los enamorados caminan ignorado las trochas y llegando a cualquier lugar con la plenitud de las manos vacías.
Y… El maestro JENARO AGUIRRE presidió la celebración eucarística de nuestra unión matrimonial que hemos vivido durante más de cuatro décadas, multiplicada en los hijos que nos han regalado varios nietos; por eso afirmo que crecí en APROFEP y que a partir de eso soy lo que soy.
En esta estación recordamos que un ocho de abril de mil novecientos once inició su peregrinaje terrenal el maestro JENARO AGUIRRE, en un pequeño pueblo de la tierra Vasca.
Ese visionario hizo posible que construyéramos la familia de APROFEP y nuestras propias familias.
Al valorar todo cuanto nos regaló el maestro JENARO AGUIRRE, sólo nos queda proclamar nuestra gratitud.
Maestro JENARO AGUIRRE, queremos agradecerte en nombre de todos tus discípulos de APROFEP porque el aprendizaje que nos regalaste fue un aprendizaje especial, un aprendizaje sincero y asombroso, ese que no enseñan en las academias pero que tú te atreviste a propiciar.
Maestro JENARO AGUIRRE, queremos agradecerte en nombre de todos tus discípulos de APROFEP porque con tu aprendizaje experimentamos tranquilidad, alegría, seguridad, vida, sueños, posibilidades, esperanza…
Maestro JENARO AGUIRRE, queremos agradecerte en nombre de todos tus discípulos de APROFEP porque con tu aprendizaje nos enseñaste a dejar de ver los imposibles y empezar a ver solo los posibles.
GRACIAS… MAESTRO
…………
Prof. Felipe Guerrero
http://www.elconesvida.net/index.php?option=com_content&view=article&id=1277:gracias-maestro&catid=66:alternativa-familiar-alfa&Itemid=97
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