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Elogio de la vieja terapéutica…
Elogio de las sangrías, las lavativas y los
sapos
Rafael Muci-Mendoza
¨De la incapacidad para dejar solos a los que estén bien;
del celo en demasía por lo novedoso y el rechazo por lo que es antiguo;
de anteponer el conocimiento a la sabiduría, la ciencia al arte
y la astucia al sentido común;
tratar a los enfermos como casos;
de volver la curación de la enfermedad más penosa
que la duración de la misma,
líbranos señor¨
Sir Robert Hutchinson (1871-1960)
Chismes del pasado dan cuenta que en 1686,
Charles II de Inglaterra, Escocia e Irlanda (1630-1685),
llamado ¨el alegre monarca¨, en el trigésimo séptimo año de su reinado
ocurrióle que cuando era afeitado de improviso emitió un sonoro grito y se fue
al suelo cuan largo era mientras era sacudido por severas convulsiones.
¿Qué hacer…? ¡Él no podía imponerse sus propias manos! De acuerdo a los
conceptos médicos imperantes en su época, era mandante sacar la enfermedad
recién aposentada por cualquier orificio, natural o antinatural que existiere o
fuera necesario crear... Y así, fue tratado por doce desesperados galenos,
quienes aplicaron toda su sabiduría sobre la humanidad de su alteza real, pues
mientras más poderoso uno sea, más médicos meterán su cuchara en el morado
caldo corporal en que uno se transforma... Si no mírese el triste y penoso caso
del Único en Cuba, pero de eso nos ocuparemos otro día…
El celebrado caso está pormenorizado en las
memorias de Sir Charles Scarborough (1615-1693), quien ocupaba la posición de
honor de ser el ¨jefe médico del rey¨. Ese día, él y sus asistentes con la ayuda
del Más Allá, no dejaron piedra sin remover. En detallada sucesión se da cuenta
de los particulares de la singular ¨cura¨ a que le sometieron o más
propiamente, de sus dieciséis
martirios, sin que
hayamos podido identificar cuál de ellos le dio el ¨coup de
grace¨ al
desventurado monarca... (1). Sangría. (2). Incisión en el hombro y aplicación
de ventosa para extraerle ocho onzas adicionales de sangre. (3). Administración
de un vomitivo y un purgante. (4). Segunda purga. (5). Colocación de una
lavativa antimonial. (6). A las dos horas, repetición del enema con un
purgante. (7). Rasurado del cabello y aplicación ‘in situ’ de un
vejigatorio. (8). Polvo para estornudar con la finalidad de “energizar su
cerebro”. (9). Catárticos repetidos a frecuentes intervalos. (10). Paños
sedativos con licor, agua de cebada y almendras dulces a intervalos regulares.
(11). Emplasto de vino de Borgoña y estiércol de paloma aplicado en los pies.
(12). Continuación de sangrías, purgas y enemas. (13). La condición del soberano
empeora —¿Cómo? ¿empeora...?— Se administran cuarenta gotas de extracto
de cráneo humano. (14). Medicación con piedra de bezoar. (15). Se le receta antídoto de
Raleigh —una
poción contentiva de enorme cantidad de hierbas y extractos animales— El
viernes Scaraborough escribió: ¡Ay, después de una noche nefasta de su Alteza
Majestad Real parecía agotado a tal grado que toda la asamblea de médicos
perdió toda esperanza y se desanimó!¨. (16). ¡E pur si
muove! (¨¡y sin
embargo se mueve!¨), dijo uno de los matasanos parodiando a Galileo
Galilei y le
administra otra dosis de antídoto de Raleigh aderezado con
julepe de perla y amoníaco... ¡Grande finale! Tras una
semana de ese intensivo tratamiento, deshidratado y pálido como la cera, Su
Majestad Serena tuvo el privilegio de descansar en paz, dejando vacante el
trono de Inglaterra
¨Nunca he visto que naide que
se haiga muerto, haiga vivío otra vé¨.
(González, Provisiones, Cuba 1975)
"Casi
todos los hombres mueren de sus remedios, no de su enfermedad¨
Molière (1622-1673)
Yo le pido su indulgencia, desprevenido
lector, por la larga lista que le di a leer... ¡Da a uno en qué pensar! Pero
seguramente usted cree que esto ya no ocurre en los tiempos de tanta tecnología
y ciencia que nos han tocado... Ojee cualquier receta de nosotros, los médicos
¨modernos¨ que ¨cuidamos¨ de su salud... ¡Nada que ver! Sin dolor de nuestras
almas indicamos a un anciano en amarga sucesión, 7 o más medicinas o drogas
–como las llaman en Colombia-. ¿Qué dirán nuestros colegas, por ejemplo, y
para no exagerar, en el año 2155? Posiblemente, ¡Qué clase de solípedos eran
aquellos! Forrados de ¨ciencia¨ trataban las enfermedades por las ramas, pues
con limitadas excepciones, no sabían ni cómo actuaban sus remedios creando
otras dolencias peores que el paciente no tenía cuando llegó a confiarle sus
cuitas... Y si nosotros, profesionales en el arte de curar no lo hacemos ni tan
bien, ¿Qué queda para los médicos comunitarios que tratan de emular la ciencia
hipocrática?
¨El arte de
la medicina consiste en entretener al paciente mientras
la naturaleza
cura la enfermedad¨.
¨Los médicos son hombres que prescriben medicamentos de
los que saben poco, para curar enfermedades de los que saben menos, en seres
humanos de los
que no saben nada¨.
Voltaire,
1694-1778
Afirmar que el sapo -no me refiero a cualquier sapo chavista denunciante o patriota cooperante- cura la erisipela, aunque fuera afirmada mil veces, puede considerarse por muchos como patraña. Los mitos forman parte del sistema de creencias de una cultura o de una comunidad, la cual los considera historias verdaderas. Para algunos que se consideran científicos, la risa, el sarcasmo, la burla sería el precio de tal afirmación. En esa dirección para el antropólogo Bronislaw Kasper Malinowski (1884-1942), refundador de la antropología social británica, los mitos son narraciones fundamentales en tanto que responden a las preguntas básicas de la existencia humana: razón de existir y razón de lo que nos rodea, entre otras. El antropólogo también aclaró que el mito pertenece al orden de las creencias y que si bien es una explicación, no es una explicación racional, sino cultural.
¨Por cada enfermedad que los doctores curan con
medicinas, producen diez en las personas saludables inoculándolos con ese virus
que es mil veces más poderoso que cualquier microbio: la idea de que uno está
enfermo¨.
Marcel Proust (1871-1922)
Sin embargo, desde que era un residente, cuando una
enfermedad infecciosa estreptocócica, el caso de erisipela, a pesar de la
penicilina - -como es lo habitual- se volvía recalcitrante, de repente el
paciente volvía curado, cura que en mi omnipotencia juvenil me atribuía por mi
certero diagnóstico y el tratamiento correcto; sin embargo, entrando en
confianza el dolido me confesaba que le habían ¨pasado un sapo en cruz¨, pues
era vox populi que sin ese recurso el paciente no estaba bien
tratado… De hecho al lado de la medicina alopática que nosotros profesarnos
existe y transcurre a la par otra medicina, llamémosla cultural, bien
preservada por el paciente que prefiere mantenerla anónima para protegerla, y
es así como hay siempre en los hospitales, enfermeras o personas convencidas de
las virtudes terapéuticas de estos batracios así como también dispuestos a
rezar una culebrilla o ¨herpes zóster¨, o preparar un caldo de pichón de paloma
a los muy enfermos y debilitados.
La erisipela es una enfermedad infectocontagiosa aguda
y febril producida por una bacteria llamada Streptococcus, tradicionalmente
combatida con penicilina. La enfermedad se caracteriza por el enrojecimiento y
la hinchazón pronunciada de la piel, principalmente localizada en las piernas,
los pies, los brazos, la cara, los muslos e inclusive las mamas.
¿Y qué me dijo mi paciente?, un testimonio que
posteriormente otros me han ofrecido. El ¨curioso¨ o faculto que emplea la
terapia del sapo, sabe dónde conseguir al batracio y cuál variedad es la más
adecuada. Una vez conseguido el anfibio, se toma de las patas, y se
restriega la panza sobre la parte afectada el enfermo. La adición de pasarlo en
cruz, eleva la plegaria a instancias superiores: De inmediato se observa que la
panza del sapo se enrojece y tiende a hincharse, situación que también
ocurre cuando se le molesta. Luego se abandona el sapo colgando por las patas y
se deja que muera y se seque… Ello completa el exorcismo. En general con una
sola pasada se logra curar la enfermedad, pero si esta persiste, se repite el
tratamiento una o dos veces más.
En días pasados tuvimos un familiar con una erisipela
recurrente donde los antibióticos no habían dado resultado y Graciela y sus veleidades
médicas, sugirió el empleo del exótico tratamiento. Consiguieron un viejito
polifaculto en el Mercado de Quinta Crespo que amablemente se trasladó a la
casa del afectado, y él y el sapo, cumplieron su misión… El cuadro clínico
cedió y el eritema desapareció, dejando alguna pigmentación residual. Mejor
aún, el viejito no quiso cobrar honorarios por su limpio y efectivo trabajo.
Se asegura que por vivir en ambientes húmedos, sucios
y contaminados con diversos microbios, el sapo se defiende secretando una
sustancia venenosa que lo protege del medio que lo rodea. Al parecer, esa
sustancia secretada es la que elimina la infección de manera efectiva y rápida.
La penicilina sigue siendo la indicación de elección, pero aunque no digamos
nada al paciente o su familia, ellos en ese lenguaje ancestral que corre al
lado del médico y sus medicinas, saben que deben recurrir al ¨sapo en cruz¨
para una cura definitiva.
Así que cuando veas un sapo, no lo agredas, no lo
mates, tiene un papel importantísimo en la naturaleza. Nos ayuda a controlar
plagas y puede hasta llegar a curarte de ataques de diferentes tipos de
bacterias. Así que el sapo, de aspecto horrendo, es un benévolo amigo. Esta
anécdota no me la contaron, lo he visto con mis propios ojos en diversas ocasiones
y el Hospital Vargas de Caracas ha sido fuente inagotable de presenciar
tratamientos insólitos. Tenle respeto, porque también me consta que un perro
mordió a un sapo y el precio fue la muerte: se envenenó y observé como echó
espuma por la boca y por más que quisimos reanimarlo, curarlo, fue
imposible.
· Empleo de las secreciones externas
Cierto día encontrándome en la emergencia del
Hospital de Niños J. M. delos Ríos durante mi último año de la carrera médica,
llegó un niño muy desnutrido y febricitante que tenía un cobija húmeda con
fuerte olor a orina rancia. En mi inmadurez le reclamé a la señora cómo había
permitido que el niño llegara a ese estado, que cómo era posible que no se le
hubiera administrado ningún tratamiento. Ella no se inmutó y simplemente me
dijo,
-¨¡Claro que le he dado tratamiento y por una
semana, ¨¡paños mojados en orina ® y saliva
en ayunas®…!¨
Estos ¨remedios¨ parecen ser conocidos para el
tratamiento de infecciones generales, estados febriles y cura de heridas;
también se describen como efectivos, en las infecciones producidas en las
orejas por pendientes o sarcillos. Igualmente es empleado en traumatismos
ligeros, friccionando la zona contusionada y recitando la frase "Sana,
sana, culito de rana…".
La leche de mujer es un remedio bien conocido
en las otitis agudas; se recoge en un dedal y si el oído dolorido es de niña,
dos o tres gotas de leche, deben ser de una mujer que críe a un niño y de la
mama del mismo lado y al revés si es niño. Debe ser administrada por la
mañana en ayunas y solamente durante una semana; el momento de la aplicación es
indeterminado, pero debe usarse cuando duela y mientras dure la dolencia.
La orina es estéril cuando se excreta y por
ello, puedo ser una alternativa más saludable que la mayoría del agua de esta
época nuestra, que por seguro tiene contaminación bacteriana coliforme. Aunque
podría no haber sido muy común, existen pruebas de que la orina se utilizaba
como antiséptico en la época Medieval. El cirujano de Enrique VIII, Thomas
Vicay recomendó que todas las heridas debían ser lavadas con orina, y en 1666,
el médico George Thomson la utilizó durante una plaga, inclusive hubo una
versión embotellada, esencia de orina.
Enema, «clisma», «lavado» o lavativa, es el procedimiento de introducir
líquidos en el recto y el colon a través del ano. Los enemas en la época
medieval fueron realizados mediante dispositivos llamados lavativas. Un enema
es tubo largo de metal con una taza en el extremo donde se vierte el remedio.
El tubo se introduce en el ano y un fluido medicinal se vierte a su través; y
por una serie de acciones de bombeo, de esa forma se introduce el líquido en el
colon. Aunque el agua tibia y el jabón se utilizan para los enemas de hoy día,
en el medievo no se hacía eso… En mi casa veíamos colgar de un clavo en el baño
una bolsa de hule con un tubo de caucho y una cánula. No recuerdo si era para
darse duchas vaginales o para administrar enemas.
· Con relación a la sangría, su historia se pierde en los
mareados tiempos de la historia; nadie conoce cómo surgió, pero es conocido que
se emplea como procedimiento terapéutico desde los más antiguos pueblos, cuando
se consideraba a la sangre corrompida como causa de las enfermedades
justificando así su extracción con fines curativos.
En Grecia fue
introducida por la escuela de Crotona donde Diógenes de Abdera, maestro de
Hipócrates (460-357 a.C.), que abogó por su práctica. Coincide con la lo
postulados de la teoría de los humores identificados como sangre, bilis
amarilla, bilis negra y bilis “flegma”, originados en el corazón, hígado,
cerebro y bazo respectivamente, y de cuyos desequilibrios resultaban las
enfermedades. Los humores
tenían una representación en los astros: la sangre en Júpiter y Venus, la bilis
negra en Saturno, la bilis amarilla en Marte y la flema en la Luna. La
eliminación de este último humor se hacía mediante la sangría, de tal suerte
que la fase y la posición de la Luna determinaban el momento y el lugar del
cuerpo en que debía ser sangrado. Fue así como la sangría se convirtió en un
acto terapéutico racional cuyo propósito era recuperar el equilibrio humoral
perdido, pues extraía la flema pútrida e impura, cuando se realizaba del mismo
lado del cuerpo y cerca del foco de putrefacción; de esa forma, dejaba de ser rito
para convertirse en técnica para remediar casi todas las enfermedades. Las
mejorías alcanzadas significaban para los hipocráticos la evidencia más
importante de la acción perniciosa de la flema. Muy posiblemente el efecto placebo era superior al daño impuesto por la
pérdida de sangre.
En su obra Medicina, uno de los
más celebrados médicos del Imperio Romano, Aurelio Cornelio Celso (25 a.C.-45
d.C.) describió la técnica, sus indicaciones y la oportunidad y lugar de su
ejecución. Afirmaba que su aplicación no tenía límites de edad o sexo
debiéndose considerar solamente la resistencia y la fuerza vital del individuo
a tratar. Claudio Galeno
(131-203 d.C.), añadió a la teoría de los humores su propia concepción del
¨vitalismo¨, afirmando que la sangre era algo más que un líquido nutritivo y
que engendraba la esencia espiritual del hombre: fluyendo desde el hígado al
corazón y al cerebro, adquiría una trinidad de características espirituales
gracias a la combinación de los órganos por los que pasaba. Los árabes
conocieron de la flebotomía a través de sus contactos directos con los griegos,
pero su técnica de empleo se diferenciaba en gran medida de los occidentales.
Uno de los médicos árabes más famosos, Avicena (980-1037 d.C.), en su obra
tituladaPoema de la Medicina, incluye la sangría en el capítulo dedicado
a la cirugía de los vasos. Durante la
Edad Media, las ideas médicas se basaron en el saber galénico y durante los
siglos VIII y IX, la sangría fue ejercida casi exclusivamente por clérigos y
por legos que vivían en los conventos (minutoris).
En la que fue la primera escuela médica del
mundo occidental, fundada en Salerno en el siglo XII, la sangría era muy
utilizada y aparece en el tratado Régimen Sanitatis Salernitanum, escrito en
verso por Arnaldo de Vilanova (1234-1311). En él se le atribuyen efectos como
el refuerzo de la memoria, limpieza de la vejiga, desecación del cerebro,
calentamiento de la espina dorsal, aclaramiento del oído, alargamiento de la
vida, a más de ahuyentar las enfermedades… A pesar de estos beneficios, la
escuela salernitana aconsejaba la cautela; “la sangre extraída no debía ser ni
escasa ni excesiva y siempre se acuerdo con la edad y vigor del paciente, la
época del año y la temperatura corporal”. En los primeros siglos de la Era
Moderna (siglos XV y XVI) la sangría adoptó objetivos terapéuticos o
profilácticos. Jacques Pierre Brissot, llamado también Brissot
de Warville, (1478-1522) defendía la sangría hipocrática (del mismo lado de la lesión)
en contra de la arábiga (sangría revulsiva) y tuvo que abandonar Francia
después de que el Parlamento le vetara. Benjamín Rush (1745-1813), en los
Estados Unidos de América, brilla como el más famoso defensor de la sangría.
Consideraba que todas las enfermedades se originaban como consecuencia de la
sobre estimulación de los vasos sanguíneos, y por tanto, todas debían ser
tratadas mediante la depleción (sangrías y purgas), cuyo volumen debía ser
proporcional a la gravedad del caso. Pero en 1799, luego de la muerte de un paciente tratado con profusas sangrías, Rush fue sometido a un
juicio por mala práctica prohibiéndose la sangría hipocrática. El fallo
absolutorio se dictó el mismo día que el general George Washington moría
afectado por una laringotraqueítis aguda después de haber sufrido 4 sangrías en
menos de 12 horas y la pérdida de más de 2300 ml. de sangre...
Los fracasos
obtenidos durante la epidemia de cólera que asoló París en 1832 y en otra de
fiebre tifoidea de ciudades británicas, ayudaron al definitivo descrédito de
este milenario procedimiento. Lo que vino a demostrar su inutilidad
ocurrió cuando dentro de la medicina surge un nuevo campo: la estadística.
Pierre
Charles Alexandre Louis (1787-1872) introdujo hacia 1825 lo que llamó “la méthode
numérique”. Según él “era necesario contar”, era
imprescindible llevar la cuantificación a la medicina. Con este método sería
posible apreciar el valor de los síntomas, conocer la evolución y duración de
las enfermedades, asignarles un grado de gravedad, saber su frecuencia
relativa, etc. Además, con su método, se podría valorar también la eficacia de
los tratamientos. Realizó un trabajo para determinar la eficacia de la sangría,
que publicó en una serie de artículos en 1828 y que en 1835 reunió en un libro.
Creó un movimiento al que llamó Médecine d’observation y examinó muchas historias clínicas. Valoró la eficacia de la sangría en 78
casos de neumonía, 33 de erisipela y 23 de faringitis. Comparó los resultados
obtenidos con pacientes que tenían la misma patología y que no habían sido
sometidos a esta terapia, y comparó los casos en los que el paciente curaba o
en los que fallecía. No encontró diferencia alguna. Louis demostró, pues, que
la ¨moda de la sangría¨ era totalmente ineficaz en los procesos inflamatorios,
lo que supuso el golpe definitivo al brussismo, que preconizaba justo lo contrario. Sus hallazgos tuvieron gran
repercusión en aquella época, tanto en Francia como en Inglaterra y Estados
Unidos.
La flebotomía
o sangría fue una práctica que se mantuvo durante 25 siglos y es muy
seguro que a lo largo de este largo período haya provocado o acelerado la
muerte de innumerables pacientes. Por fortuna, se fue abandonando a lo largo
del siglo XX para quedar limitada a partir de los años 50 al tratamiento de
algunas patologías aisladas, como el edema agudo de pulmón (efecto depletivo) o
algunas hemopatías como la hemocromatosis, la poliglobulia y aún la porfiria
cutánea.
El Grupo de
trabajo sobre Medicina Basada en la Evidencia (MBE), capitaneado por David
Sackett, un internista de la Universidad McMaster de Ontario (Canadá), en 1992
publicó en la revista JAMA (268:2420-2425), el artículo seminal acerca de la
MBE en el cual, declarándose heredero de la Médecine d´observation de Louis,
propuso un cambio de paradigma para la práctica de la Medicina. En resumen, los
postulados del nuevo paradigma, son:
1.
La experiencia y el instinto clínico (en especial ante
el diagnóstico) constituyen una parte decisiva para llegar a ser un médico
competente. Pero es preciso ser prudente en la interpretación de la información
deducida.
2.
El estudio y la comprensión de los mecanismos básicos
de la enfermedad constituyen guías necesarias pero insuficientes de la práctica
clínica y pueden conducir a predicciones imprecisas acerca de los tratamientos.
3.
Para la resolución de los problemas clínicos, los
médicos deben consultar regularmente la literatura original y ser capaces de
valorar de una manera crítica las secciones de Métodos y Resultados. Así mismo,
los clínicos han de estar dispuestos a aceptar que las enfermedades son
multifactoriales y que existe un importante grado de incertidumbre sobre ellas.
Terminamos con una nueva cita de Voltaire:
¨Nada es más estimable que un médico que,
habiendo estudiado la naturaleza desde su juventud, sabe las propiedades del
cuerpo humano, las enfermedades que lo asaltan, los remedios que lo
beneficiarán, ejercita su arte con cautela y presta la
atención igual al rico y el pobre¨.
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