Juan Manuel Santos a la deriva
Por Elizabeth Burgos
Revista Zeta, Caracas
3 de septiembre de 2015
Con la derrota sufrida en un asunto de Derechos Humanos y donde una serie de países miembros de la OEA evidenciaron su falta de envergadura política, el presidente colombiano Juan Manuel Santos está ahora atrapado en una telaraña que el mismo ayudó a tejer cuando aceptó conversar con las FARC en Cuba, siendo Venezuela el país garante. El “nuevo mejor amigo” erró al no comprender la implacable línea política que lo tenía, no de comparsa, sino de instrumento.
Juan Manuel Santos, cayó en la tela de araña que le tendió La Habana. El resultado de la votación que se efectuó el lunes en la Organización de Estados Americanos (OEA) rechazó la realización de una reunión de cancilleres del continente para tratar la crisis entre Colombia y Venezuela, surgida tras la decisión de Maduro de expulsar a los ciudadanos colombianos afincados en territorio venezolano y de cerrar la frontera con Colombia de los estados fronterizos.
Con 17 votos a favor, 5 en contra, 11 abstenciones y una ausencia (Dominica), el Consejo Permanente de la OEA rechazó celebrar la reunión de ministros de Exteriores solicitada por Colombia ante lo que considera una “grave crisis humanitaria” con “deportaciones arbitrarias y malos tratos” a ciudadanos colombianos residentes en Venezuela. Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina y Brasil, se plegaron a los deseos del gobierno de Venezuela de que era la Unión de Naciones suramericanas (Unasur) el lugar indicado en donde debía abordarse la crisis, porque a juicio del lobby bolivariano, la OEA no era eficaz para tratar estos conflictos como si lo es Unasur.
Una vez más, los gobiernos de esos países demostraron su falta envergadura política. Una vez más, demostraron una falta de ética elemental. Una vez más, demostraron una vergonzosa ausencia de principios. No bien fue anunciado el resultado del voto en la OEA, Unasur canceló la reunión convocada para ese jueves, bajo pretexto de la imposibilidad de la canciller venezolana, Delcy Rodríguez de asistir a la misma, por encontrarse de viaje con el presidente Nicolás Maduro en China. Otra demostración de la falta de institucionalidad de esa casta que constituyen esos gobiernos que se dicen de izquierda.
Por cierto, no deja de intrigar que Nicolás Maduro, tras haber hecho estallar la crisis entre Colombia y Venezuela, supuestamente tras un ataque de supuestos contrabandistas a un grupo de militares venezolanos, se haya ausentado del país, realizando una gira por Vietnam y China, acompañado de sus principales ministros. La deserción en un momento de crisis en que cualquier presidente no se movería de su puesto, demuestra que su presencia no es necesaria. Maduro dirá que desde el momento en que los cubanos están a cargo de la situación, él no tiene por qué no ausentarse. Por cierto, que Nicolás Maduro realiza su gira en un avión que lleva la insignia de Cubana de Aviación.
Para el gobierno del presidente colombiano, el resultado del voto de la OEA significa una verdadera afrenta, dándole así la razón a quienes critican en Colombia, en particular el expresidente Álvaro Uribe, la manera cómo se están llevando a cabo las negociaciones con las FARC en La Habana.
La verdad es que el presidente colombiano está cosechando lo que ha sembrado. Santos ignoró que el régimen bolivariano forma parte de un proyecto global cuyo objetivo es el de concluir el “sueño interrumpido de Bolívar” que consiste en la formación de un bloque de poder integrado por los países liberados por él. Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia. Proyecto que se vio obstaculizado debido la actitud firme de Álvaro Uribe durante los dos períodos presidenciales en que gobernó. Uribe no sólo combatió y debilitó a las FARC, sino que se dio perfecta cuenta de los designios de Hugo Chávez, en realidad, lo correcto sería decir de Fidel Castro.
Sin Colombia, país que abrigaba el núcleo del futuro ejército continental bolivariano (Farc), no era posible la realización del sueño bolivariano. Del Perú se tenía la certeza de que Ollanta Humala se iba a integrar a dicho bloque. De allí la voluntad de hostigar a Colombia. El hostigamiento, no sólo contra el presidente Uribe, sino contra la democracia colombiana, es tal vez la única línea política con la cual el chavismo ha sido consecuente. La exacerbación del chovinismo venezolano contra los colombianos ha sido constante, al extremo de a acusar a la “oligarquía colombiana de haber asesinado a Simón Bolívar”.
Desde el comienzo del gobierno de Hugo Chávez, se designó un enemigo: Colombia, que durante el gobierno de Uribe, jugó el papel del dique de contención de las aspiraciones mesiánicas de Hugo Chávez.
Las computadoras incautadas en el campamento tras el operativo de las Fuerzas Armadas colombianas en territorio ecuatoriano, a raíz del cual resultó muerto Raúl Reyes, demuestran con creces la complicidad de Hugo Chávez con las FARC. Las relaciones de Cuba con las FARC, son de todos conocidas. Cabe entonces preguntarse las razones que llevaron a Juan Manuel Santos a cambiar de postura tan drásticamente hacia el régimen de Caracas: a cerrar los ojos ante las violaciones de los derechos humanos en Venezuela y a aceptar que las conversaciones con las FARC que deberían culminar con un acuerdo de paz, se realicen en La Habana. Decisión que parecería ser producto de una gran ingenuidad, algo que aparece inaudito tratándose de un político colombiano procedente de una familia influyente, perteneciente a la corriente conservadora de la política colombiana, estratos que no se caracterizan precisamente por la práctica de la ingenuidad.
Indudablemente que la aceptación de Santos de que se realizaran en La Habana las conversaciones de paz, significó una victoria de gran importancia para Cuba y para el proyecto bolivariano. Es de hecho, una de las grandes victorias diplomáticas logradas por Raúl Castro en los últimos meses. Desde enarbolar la presidencia de la Celac, saltándose la condición de presidir un gobierno democrático, hasta el reconocimiento, sin condiciones, por EEUU y la reanudación de las relaciones diplomáticas con Washington, ha significado un paso de gran envergadura que le ha abierto a Cuba la posibilidad de desarrollar aún más su influencia en América Latina.
Una de las democracias más sólidas del continente al aceptar acudir a La Habana a conversar con las FARC, se colocó voluntariamente en una actitud de inferioridad. En La Habana, las FARC están en su casa. Gozan de todas las comodidades, en particular, la libertad de movimiento; la libertad de disponer de mecanismos de control y de vigilancia de la delegación oficial de Colombia. A la par, Cuba aumenta su influencia en los medios políticos colombianos.
El que el ex presidente Samper haya sido elegido Secretario General de Unasur, no es un hecho casual. Su falta de prestigio debido a la sospecha que pesa sobre él acerca del uso de dinero de la droga en su campaña electoral, hace de él un hombre maleable. Y la prueba, pese a ser colombiano, tomó el partido de Maduro en el momento del estallido de la crisis. Posición idéntica, fue la de las FARC, que apoyaron sin condiciones al gobierno de Nicolás Maduro.
Juan Manuel Santos, cayó en la tela de araña que le tendió La Habana. Su dilema: o se comporta como hombre de Estado que se respeta y exige que Venezuela ya no forme parte del grupo de apoyo en las conversaciones de paz y decide que Colombia abandone Unasur, o continúa dejándose manipular por La Habana, Caracas y las FARC. El papel que le está haciendo jugar a Colombia es lamentable.
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