El 6D
por DULCE M. TOSTA R. - sep 2, 2015
Independientemente de los ganadores y aun cuando el CNE respete el sentido
de los votos depositados en las urnas, los resultados de las elecciones del 6
de diciembre serán fatalmente espurios, por cuanto la ciudadanía estaría
expresando plebiscitariamente solo una parte de su voluntad: el rechazo o el
consentimiento al régimen madurista.
Ese evento debería tener como objeto la elección de los integrantes de la
Asamblea Nacional, por votación «universal, directa y personalizada» según
ordena el artículo 186 constitucional.
Pero, ¿se cumplirá el objeto propuesto por la Constitución? ¿Elegimos a los
candidatos que llenan de mejor manera nuestras expectativas políticas, o
simplemente convalidamos a los elegidos por las cúpulas de los partidos de uno
y otro lado? ¿Fue democrática la preselección u obedeció a órdenes e intereses
cupulares? ¿La ciudadanía es electora activa o sumisa convalidadora?
Las respuestas a estas preguntas son de suma importancia para entender el
proceso político en el que estamos enfrascados y la gravedad de la situación
nacional. Lamentablemente para nuestra salud cardiaca, no formamos parte de los
que con candor infantil piensan que todos los «buenos» están de un lado y todos
los «malos» del otro; que votar contra el régimen es propio de demócratas y
hacerlo por el madurismo es asunto de locos o de fanáticos. No, la cuestión es
más seria, grave y preocupante: estamos entrampados entre la pretensión del
madurismo de eternizarse en el poder y los deseos de los partidos de la MUD de
engordar al máximo sus nóminas de diputados que, en definitiva, a nadie
representarán, pues no serán electos en virtud del apoyo de sus coterráneos,
sino del hastío y rechazo provocado por un régimen corrompido que prometió
mucho y, en definitiva, arruinó al País.
Esta situación sería muy distinta si la MUD hubiese estado a la altura de su
compromiso histórico, llamando a elecciones primarias transparentes y
universales, de manera tal que sus candidatos obedecieran a los deseos de la
gente y fueran amalgama para construir un gran acuerdo nacional hinchado de
participación popular. Mas no fue así, AD, PJ y UNT apelaron a las tretas de la
vieja política para sacarle ganancias inmediatas al antichavismo, sin
percatarse que están construyendo unas estructuras sin robustez, proclives a
ceder ante el menor sismo político.
No es raro escuchar un sonoro no sé, ante la pregunta
¿nombre del candidato por quién votarás?, o también por el que sea, pues como dijo Poleo, en un ejercicio de cínica
sinceridad «el nombre no importa», arriesgándose a chocar frontalmente con un
aserto en sentido contrario del más ilustre de los caraqueños: «…a veces son
los hombres, no los principios, los que forman los Gobiernos. Los códigos, los
sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que poco influyen
sobre las sociedades ¡hombres virtuosos, hombres patriotas,
hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!»
Así, los opositores no votarán a favor de los postulados por la MUD, sino
en contra de los propuestos por el PSUV; sus votos no significarán apoyo o
simpatía para el señalado, sino un anodino «cualquier cosa es mejor
que esto» o un «seguro que el otro es peor que tu». Triste manera de
acceder a la función legislativa.
Como si no fuera suficiente el vicio de la voluntad de los electores, a
ello se suman las irregularidades del inauditado Registro Electoral Permanente
(REP), los circuitos organizados a la medida de los requerimientos del PSUV, el
uso masivo y obsceno de los recursos del Estado a favor de los candidatos
oficialistas y un CNE y un Plan República evidentemente parcializados.
Tales sumandos no pueden producir otra cosa que una suma absolutamente
corrompida, que no debe tenerse como válida dentro de parámetros democráticos
básicos. Por tanto, los que piensen como estadistas y no como políticos urgidos
de satisfacer sus ansias de poder, deben tener entre sus metas la
reconstrucción de la República, que en lo político debe encontrar su fuente de
legitimidad en elecciones generales libres, universales,
transparentes y, sobre todo, cuyos resultados expresen el real sentir de la
ciudadanía.
Dulce M. Tosta R. – @DulceMTostaR
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