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8 de marzo de 2016

LA DESVESTIDURA, DESDE ALEMANIA, por: FERNANDO MIRES, El Republicano Liberal / pararescatarelporvenir.blogspot.com 8 de marzo de 2016

MARTES, 8 DE MARZO DE 2016



ESPAÑA: LA DESVESTIDURA, DESDE ALEMANIA 


por: FERNANDO MIRES

Los debates orientados a formar gobierno, o de pre-investidura, ordenados por el Rey Felipe, han sido productivos en términos políticos. No estuvieron exentos de emocionalidad y agresiones pero también hubo giros retóricos y matices bien logrados de ironía. En cierto modo los cuatro partidos hicieron honor a la política, así como la concebía Max Weber: Rompieron con el aburrimiento que caracterizó al tiempo del bi-partidismo.

Para el gran sociólogo alemán, el aburrimiento en la política era muy peligroso pues puede generar reacciones anti-políticas y anti-parlamentarias (pienso en la Alemania de hoy). La política, escribía Weber en su clásico Política como Profesión, requiere de cierta espectacularidad y el parlamento puede ser el gran teatro en donde los representantes  desencadenen las pasiones de quienes los siguen o denuestan.
Aunque el resultado de los debates era conocido de antemano y por lo mismo ya se suponía que la investidura de Pedro Sánchez estaba destinada a fracasar, la opinión pública siguió la discusión, si no electrizada, con mucho interés. A la gente, como ocurre a los buenos lectores de novelas, no les interesa tanto el argumento como la narración de la historia. La monotonía de los años bipartidistas ha terminado. Y, al parecer, para siempre.
Más allá del espectáculo, los debates tuvieron la virtud de sincerar a los partidos políticos ante seguidores y contrarios. Como pocas veces los políticos mostraron sus intenciones ante la luz pública. En ese sentido la polémica sobre la investidura terminó siendo una verdadera desvestidura.
De Rajoy en representación del PP ya se conocía su línea. “Somos el partido mayoritario y como tal no se puede formar gobierno sin nosotros”. Esa lógica sobredeterminó todas sus frases (o nos siguen o nada). Lógica perfecta para un sistema presidencialista pero no para uno predominantemente  parlamentario y multipartidista a la vez. Como es sabido, lo más importante en un sistema de predominio parlamentario es que las mayorías sean formadas por alianzas convergentes y en dirección hacia una gobernabilidad.
Pedro Sánchez, como si fuera un héroe trágico, ya conocía su destino. Al no poder gobernar quería, pero no podía ni debía unirse con Podemos. Razones elementales de ética y principios lo impiden.
 El programa social de Podemos es irrealizable en términos económicos. La posición frente al euro y frente a Europa de Podemos es exactamente contraria a la del PSOE. Y la alianza contraída con los mal llamados independentistas, sobre todo con los catalanes, atenta contra la integridad de la nación, siempre defendida por el PSOE. De este modo, toda alianza con Podemos -si Pablo Iglesias no cedía en puntos para él cruciales- pasaba por la subordinación del PSOE a Podemos. Eso es precisamente lo que ha estado  buscando con denuedo Iglesias.
La intención de Iglesias es gobernar con el PSOE pero a la vez imponer todas sus condiciones. Para cumplir ese objetivo son necesarios algunos requisitos: o el PSOE se divide en dos fracciones  irreconciliables o en una segunda vuelta el PSOE obtiene menos votos que Podemos. Así se explica por qué el partido más interesado en hacer fracasar la investidura fue Podemos. Tanto en estilo, forma y contenido, el mensaje lanzado por Podemos a través de Iglesias fue destructivo. Sobre todo lo fue frente al PSOE
La principal característica de Podemos es su destructibilidad. Como muchos partidos llamados populistas no nació para unir sino para dividir a la nación. Pero a diferencia de otros destructivismos parciales, Podemos es destructivista en los tres pilares básicos de la política: social, nacional y partidista.
Desde el punto de vista social, Podemos abraza la clásica dicotomía de las izquierdas radicales: una política concebida como una lucha entre “pobres” y “ricos”. Desde el punto de vista nacional, Podemos ha unido su suerte con los sectores segregacionistas, sean de izquierda o de derecha. Y desde el punto de vista partidista, el éxito de Podemos pasa por la división interna del PSOE.
No extraña así que Podemos haya concentrado sus fuegos en contra del cuarto partido en discordia: Ciudadanos. Y desde su punto de vista, con toda razón. A diferencias de Podemos, Ciudadanos es el partido más unionista de la política española. Desde el punto de vista social, asume una política no rupturista, desde el nacional se plantea en contra de la división de España, y desde el partidista, no pone condiciones insalvables a ningún partido, ni siquiera a Podemos. Razones suficientes para que Podemos haya declarado la “guerra a muerte” a Ciudadanos e intente presentarlo –hasta ahora sin éxito- como un PP más moderno.
Ciudadanos ha sabido leer la realidad política. Percibiendo que la mayoría de la población se inclina por una alternativa centro-izquierda, abrió sus alas hacia el PSOE. Tal vez mirando en perspectiva hacia una segunda elección, Sánchez aceptó la oferta de Ciudadanos, sustentada en un programa social y económico realizable y hecho a base de mutuas concesiones. Si esa alianza perdura puede ser lograda hacia más adelante una superación de la crisis de gobernabilidad que hoy vive España.
La dificultad de que en una segunda elección PSOE ý Ciudadanos alcancen mayoría puede ser superada durante el tiempo de la campaña si es que ambos partidos se presentan como una fuerza unida (y no como durante la campaña previa al 20-D, cuando el PSOE cometió el gran error de demonizar a Ciudadanos) Y si no es así, ya Rivera abrió la posibilidad de una gran coalición formada por PP, PSOE y Ciudadanos, pero bajo la condición de que el líder del PP no sea Rajoy, algo que podrían aceptar sin muchas dificultades gran parte del PSOE y del PP. La oferta es módica y realista. Ocho de cada diez españoles creen que el tiempo de Rajoy ha terminado.
En política hay derrotas que pueden ser vistas como victorias y victorias que pueden ser consideradas derrotas. Por ejemplo, la victoria electoral del PP, al no ser absoluta, reveló ante la opinión pública la incapacidad de Rajoy para concertar alianzas. A la vez, Podemos parece haber perdido varios puntos. La obsesión de Iglesias por presentarse como un pubertario enfant terrible de la política no produjo ningún efecto positivo. Sus brutales agresiones verbales, sobre todo al PSOE, lo mostraron más como una versión española e izquierdista de Donald Trump que como el joven “alternativo” y “rebelde” que intenta representar. Las evaluaciones no se hicieron esperar. De acuerdo  a un sondeo realizado por Metroscopia, un 73% atribuye el desacuerdo final a Podemos (38%) o al PP (35%). Solo un 17% culpa  al PSOE (15%) o a Ciudadanos (2%).
Todo indica entonces que, si no ocurre un milagro, habrá segundas elecciones.
Por el momento es difícil, si no imposible, hacer predicciones. Pero se presiente que una segunda elección arrojará resultados diferentes al 20-D. Ya ha pasado suficiente agua bajo los puentes, la investidura se transformó en desvestidura y algunos políticos ya han perdido su inocencia.
Fernando Mires
mires.fernando5@gmail.com
@FernandoMiresOl
@FernandoMires1
Alemania

24 de noviembre de 2015

FERNANDO MIRES - LA CULTURA POLÍTICA DEL NEO-FASCISMO ALEMÁN, DESDE ALEMANIA, mires.fernando5@gmail.com, 24 de noviembre de 2015

FERNANDO MIRES - LA CULTURA POLÍTICA DEL NEO-FASCISMO ALEMÁN, DESDE ALEMANIA





Me estoy tomando el trabajo molesto pero necesario de ir a las fuentes intelectuales del pensamiento neo-fascista alemán. Y sin duda una de las más apreciadas entre ellas es la revista Junge Freiheit, editada en Berlín.

De acuerdo a la idea de Hannah Arendt relativa a que el fascismo surgió como una alianza entre determinadas elites con la chusma (Mob), parece ser importante concentrar la atención no solo en las manifestaciones de masas, sino también en el pensamiento de las elites neo-fascistas, sobre todo en momentos como los actuales signados por el terrorismo islámico y las masivas migraciones que avanzan desde Irak y Siria hacia Alemania.

Los colaboradores de Junge Freiheit serían por supuesto los últimos en declararse fascistas. Casi todos insisten en distanciarse del ideario del Tercer Reich. Ellos se entienden como conservadores, nacionalistas, patriotas, críticos de Europa. Sin embargo, basta un ejemplar para darse cuenta que desde el comienzo hasta el final sus artículos están marcados por el sesgo cultural que una vez fuera monopolio del nazismo.

Por de pronto, la mayoría de los autores orientan sus diatribas en contra de la clase política europea, como si ella fuese una dictadura impuesta por el destino y no el resultado de elecciones periódicas y soberanas. Esa clase, según ellos, sin convicciones nacionales, burocratizada, cobarde, consensual, es la responsable de la decadencia de Europa  (durante el periodo nazi los intelectuales de Hitler nos hablaban, de acuerdo a las tesis de Oswald Spengler, de la “decadencia de Occidente”). Esa decadencia se expresaría hoy en dos fenómenos: la ocupación (término usado frecuentemente) de Europa por la población islámica y el auge del terrorismo. Para todos los columnistas de Junge Freiheit, terrorismo y migración son fenómenos inseparables. Incluso, sinónimos.

En casi todos los artículos encontramos una perversa inversión de los términos. Las migraciones no son el resultado de la acción del terrorismo islámico sino a la inversa, el terrorismo aparece como consecuencia de las migraciones. En otras palabras, todos los que vienen desde la zona islámica son sospechosos. ¿De qué? De lo que sea. Antes de llegar – así lo dijo Daniel Cohn-Bendit en un foro televisivo haciendo un paralelo con el caso de los judíos que llegaban a Alemania antes del surgimiento del nazismo- los emigrantes ya están estigmatizados por una “sospecha”, cualquiera que ella sea. El judío era el “sospechoso” de antes. El musulmán es “el sospechoso” de hoy.

Naturalmente, los emigrantes no son ángeles. Más de uno ha sido o será reclutado por alguna organización terrorista. Tampoco hay que decir que la vida será más hermosa con ellos que sin ellos. La mayoría son jóvenes, y la juventud es de por sí peligrosa. Algunos caerán en actividades delictivas, suele suceder.

Pero también hay datos que demuestran como muchos jóvenes participaron activamente en las sublevaciones de la mal llamada “Primavera Árabe” antes de que estas fueran arrolladas por los movimientos islamistas. Cierto; esas sublevaciones fracasaron. Pero existieron; y eso es muy importante. Su sola existencia demuestra como el mundo islámico no es una antípoda de occidente sino, además, está cruzado interiormente por líneas occidentales.
La contradicción islam-occidente es falsa y esa falsedad es divulgada copiosamente por publicaciones como Jugend Freiheit. Si hay contradicciones, en el estilo planteado por Samuel P. Hungtinton (“El choque de las Civilizaciones”), estas son mucho más fuertes en el interior de cada cultura. Millones de musulmanes están plenamente integrados a las normas de la vida europea, prestan sus servicios ocupacionales, pagan sus impuestos y cumplen con las leyes.

Llama la atención, con relación al fenómeno migratorio, que ninguno de los artículos de la revista defina a los emigrantes como emigrantes. La mayoría se refiere a ellos como una “Überschwemmung” (inundación) o como una “Überflutung” (rebalsamiento) esto es, como a fenómenos de la naturaleza frente a los cuales es necesario protegerse. Incluso, el ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, sin duda un demócrata, se refirió a los refugiados de guerra con el término “Lavine” (alud). ¿Qué significa eso?  Muy simple: los neo-fascistas están imponiendo su lenguaje aún entre quienes están alejados del pensamiento fascista. Hecho peligroso: La hegemonía política siempre ha comenzado con el uso tendencioso de las palabras.

Cultura y nación, concebida esta última como estado-nación, constituyen para los articulistas de Junge Freiheit, elementos inseparables. El Estado es para ellos el agente destinado a asegurar la cultura-nacional, así se lee en la editorial del último número. Michael Paulwitz, un redactor, pone como ejemplo “luminoso” para Alemania el de los ex países comunistas que erigen alambradas y muros para protegerse de las “invasiones”. Otro artículo escrito bajo pseudónimo se queja de que en Austria los nacionalistas son perseguidos mientras los islamistas son recibidos con los brazos abiertos. De repente, autores más cultivados citan a Hobbes y a su imaginario contrato social. Por supuesto, alguna declaración brutal de Maquiavelo, e indirectamente, casi siempre, de Carl Schmitt, quien pese a su fría lucidez era un enemigo declarado de la democracia parlamentaria.

Nunca van a citar a Locke. Kant no existe. Hannah Arendt o Jürgen Habermas son invisibles. El Estado es para ellos la instancia que asegura la homogeneidad cultural de cada nación. La Europa que ellos conciben es, por lo mismo, una Europa de naciones culturales. Cada cultura debe ser envasada dentro de una nación. La nación es para ellos –y este es el punto de relación más estrecha que mantienen con el antiguo fascismo- una individualidad orgánica. Esa es la razón por la cual la diversidad, la multiculturalidad, la ambivalencia, es decir, los valores más caros del Occidente político, deben ser erradicados. En ese punto, los neo-fascistas no se diferencian de los yihadistas.

“El escándalo de la ambivalencia” fue precisamente el tema central de un clásico de Zygmunt Bauman (“Modenidad y Holocausto”). Para el destacado sociólogo, la cultura política del fascismo puede ser comparada con la mentalidad del jardinero moderno cuya tarea es arrancar “la mala hierba”. El jardín alemán, por lo menos el que imperaba hasta mediados del siglo XX, debía ser un jardín homogéneo. Ese jardín corresponde según Bauman con el ideal de nación culturalmente homogénea. Ese es también el ideal de los redactores de Junge Freiheit, al fin y al cabo representantes intelectuales de una chusma enardecida frente a todo lo que aparezca como extraño en el mezquino mundo donde habitan.

El fenómeno alemán es preocupante. Mientras en Francia el neofascismo aparece concentrado en un enorme partido, Frente Nacional, el neo-fascismo alemán es segmentario.

En el primer segmento, y en sus rincones más oscuros, pululan los militantes del nazismo “puro”, sus grupos de choque; los que golpean a los extranjeros y los que incendian refugios para emigrantes.
En un segundo segmento nos encontramos con un partido aparentemente republicano, pero igualmente xenofóbico y ultranacionalista: “Alternativa para Alemania”, cuya votación aumenta sin parar.
El frente de masas, o movimiento social del neo-fascismo, el tercer segmento, PEGIDA (“Patriotas europeos contra la islamización de Occidente”) aglutina a todos quienes sienten odio o simplemente miedo frente a las migraciones islámicas.

Luego viene la caja de resonancia formada por los sectores más conservadores del socialcristianismo, sobre todo del bávaro, que ya han hecho del anti-merkelismo una doctrina de acción.

En el último y quinto segmento están los “pensadores”: escritores, intelectuales y académicos como los que escriben en Junge Freiheit.

He decidido subscribirme a la revista Junge Freiheit. A los enemigos hay que conocerlos. A través de las páginas de esa revista es posible darse cuenta como Europa se encuentra amenazada por dos peligros internos. El terrorismo islamista o yihadismo y el auge del neo-fascismo. Que ambos enemigos se necesitan y retroalimentan, es mi fuerte convencimiento. Seguiré escribiendo sobre el tema.

Fernando Mires
mires.fernando5@gmail.com
@FernandoMires1

Alemania