17 de mayo de 2015

"ELOGIO DE LOS PERROS Y DEL ERROR", por el Doctor Rafael Muci-Mendoza, El UNI-PERSONAL, opinión virtual, Año 1, Nº43, 17 de mayo de 2015

Excelente artículo, conceptual y estéticamente, del humanista y científico, Doctor Rafal Muci-Mendoza, Presidente de la Academia Nacional de Medicina, que: pararescatarelporvenir.blogspot.com, se complace en reproducir para ustedes. Salud


ALFREDO CORONIL HARTMANN

Itaca 17 de mayo de 2015




Elogio de los perros y del error...

por: Rafael Muci-Mendoza


Elogio de los perros y del error...
Rafael Muci-Mendoza

Ladran Sancho, señal de que son perros... Tanto hemos oído o leído sobre supuestas verdades que no se ajustan a la realidad, reiterados errores repetidos, celebrados y comentados sin sonrojo... pero que se siguen repitiendo y repitiendo como un eco. Epónimos de enfermedades en las cuales el supuesto descriptor no es el verdadero sino que otro, primariamente hizo el recuento; citas de frases famosas que nunca fueron pronunciadas por los supuestos protagonistas de ellas o testimonios de figurones que fueron tergiversados. Vivimos en tiempos de yerro irresponsable y repetido, la ignorancia nos acogota al punto de que podríamos decir con Jouvert: ¨La mediocridad es excelente en los ojos de los mediocres¨.

Veamos algunos ejemplos que tratan de explicar este aserto:
·¨Ladran, Sancho, señal que cabalgamos¨ (sic, por ¨Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos¨). Esta frase frecuentemente atribuida al Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, no aparece en ninguna parte del famoso libro. Se cree que podría ser una forma evolucionada de un proverbio árabe: ¨Los perros ladran, la caravana pasa¨, o como piensa Ortega Morán, se origina en el Poema Labrador de Goethe (1808):¨Pero sus estridentes ladridos/ sólo son señal de que cabalgamos¨. Por error, hacia la primera mitad del siglo XX se adicionó el nombre de Sancho. Duda no cabe que la disidencia venezolana, que no ha podido ser destruida en más de tres lustros, origina aullidos, gruñidos, bramidos y ronquidos entre quienes han asaltado y arruinado el país.
· ¨Elementary, my dear Watson¨: ¨Elemental mi querido Watson¨, es en forma casi unánime frecuentemente atribuido a mi amado personaje, el detective aficionado Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle: un verdadero profesor de medicina según enseño a mis alumnos, pues concibió un virtuosismo ¨diagnóstico¨ en el que apegado a la realidad, partía de la observación de hechos insignificantes que al través de una argumentación sencilla, diáfana e impecable, al igual que un clínico práctico, le conducía a sorprendentes inducciones y deducciones y al exitoso cierre del complejo caso. Sin embargo, en sesenta publicaciones, 56 historias cortas y 4 novelas, la frase de marras no aparece... No obstante, sí vemos a Sherlock diciendo, ¨Superficial, mi querido Watson¨ o ¨Elemental¨, ambos por separado. En libros, películas e historietas posteriores de otros autores es donde se leen las combinaciones, ¨Elemental, mi buen Watson¨ o ¨Elemental, mi querido Watson¨. Pero es que mi ductor virtual ha sido tan importante que hasta se le considera un personaje viviente e inmortal, y como tal ha dado lugar a otras concepciones equivocadas: Nunca existió en la brumosa Londres de entonces el 221b de Baker Street; Sherlock nunca utilizó la gorra de cazador de venados (deerstalker) con que frecuentemente se le relaciona, y el hecho de que tengamos asociada la imagen de Holmes fumando en una pipa curvada es falsa y se le debe a William Gillette el actor que interpretó en 1899 por primera vez al famoso detective encima de un escenario de teatro.
Es como la revolución bolivariana, pura ficción, hombres menudos, para poco y de nuevo cuño para reemplazar al paradigma del gentilhombre, al hombre generoso, lleno y liso...
· ¨Alejarnos de la realidad del país sería muy peligroso (...) La guerra económica no es ningún discurso, ni es ninguna entelequia, es una realidad objetiva el daño que algunos sectores desde afuera y desde adentro quieren hacerle al pueblo de Venezuela para buscarle un punto de inflexión en su moral y  para acabar con la revolución bolivariana¨, dice hace poco el ministro de la defensa. Si no fuera discurso ni entelequia, ¿Para qué aclarar...? El sector que ha declarado la guerra al pueblo venezolano ha sido el régimen mismo que ha regalado la soberanía patria, y el grupo que ciegamente le acompaña que se lo ha permitido. La inflación que sobrepasa el 100%, el valor del bolívar negro que remota los 300, las endemias y epidemias emergentes y reemergentes desatadas y sin control, el estado de la red hospitalaria, el paludismo en cotas que hacen revolcarse al Maestro Gabaldón en su tumba, y la enfermedad de Chagas ya presente a nivel urbano Caracas, entre ellas, las descomunales colas bajo un tórrido sol robando a la gente el tiempo para construir una nación a que la improvisación e ineptitud por qué no decir perversidad les obliga, donde no hay piedad con ancianos ni discapacitados, ni  con las madres con sus hijos a cuesta ni embarazadas que darán a luz criaturas de bajo peso y cerebro pequeño por desnutrición y para colmo sin libertad. Hablan y hablan, gesticulan y señalan mientras el lenguaje corporal les denuncia recordando la cita de Alexander Pope (1688-1744): ¨Ocurre con la gente de mente pequeña lo mismo que con las botellas de cuello estrecho. Cuanto menos contiene, más ruido hacen al vaciarlas¨.
Sir William Osler (1849-1919), patólogo, clínico, educador, bibliófilo, historiador y escritor del Hospital Johns Hopkins de Baltimore, llamado Padre de la moderna medicina¨ y el Hipócrates Norteamericano, decía lo que podría aplicarse a la Venezuela de nuestro tiempo: ¨El enemigo más peligroso que tenemos que combatir no es la carencia de conocimientos, es la apatía, el desinterés, es la indiferencia de cualquier causa¨ y ¨Mientras mayor la ignorancia, mayor será el dogmatismo¨.
Según la frecuentemente comentada leyenda española cuya veracidad no descansa en ninguna documentación, al salir de Granada camino de su exilio en las Alpujarras y cuando coronaba un collado, Boabdil, último sultán de Granada -llamado como el nuestro, el desdichado -, volvió la cabeza para versu ciudad por última vez y lloró, escuchando la recriminación de su madre la sultana Aixa: ¨Llora como una mujer lo que no supiste defender como hombre¨.
¿Irá a llorar esta gente mirando en derredor su propio daño?


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