24 de mayo de 2015

Al límite, por LUIS GARCÏA MORA: "¿SE JUGARAN EL TODO POR EL TODO?", PRODAVINCI 24 DE MAYO DE 2015


Al límite // ¿Se jugarán el todo por el todo?; por Luis García Mora

Por Luis García Mora | 24 de mayo, 2015
640 Al limite se la jugaran
Con el desbordamiento del dólar paralelo, la cada vez menos improbable locomotora hiperinflacionaria muestra sus fauces. Y ni Minfinanzas, ni la banca pública ni el Banco Central de Venezuela dicen esta boca es mía.
Guardan un silencio de carroza fúnebre.
El colapso muerde la almendra y coloca al país en alerta máxima, ante la posibilidad de una explosión social. Esto se desborda, justo cuando el estado de las relaciones con Estados Unidos parecía privar sobre cualquier cosa.
Y es que pareciera que frente al affaire del presidente de la Asamblea Nacional (tal como están las cosas, que el tema se nombra con pinzas y está prohibida su investigación), ¿qué importancia puede tener para la salvación del país?
Hasta el Presidente de la República se juega el todo por el todo. Ha sido bastante claro al advertir que “quien se mete con Diosdado, se mete con nosotros”, que “quien se mete con Diosdado, se mete conmigo”. Sin que, como ocurriría con cualquier otro caso en un país “democrático”, se abra investigación alguna y se le tire al asunto un cerco judicial, demandando a quien abra el pico. Inútilmente, pues dada la globalización, el caso ya es pasto planetario.
Aunque sí tiene razón Maduro, no se trata de “cualquier ataque”. Y aquí, con perdón del lector, valga una digresión ante el uso del término “ataque” en el argot de un Presidente civil, que con un origen civil compra sin beneficio de inventario al estamento militar su lenguaje de guerra.
¿Por qué?
Porque es sumamente peligroso. Más en situaciones límite, ésas hacia donde nos arrastra este tren atolondrado cuyos mandos él  aún sostiene en las manos. Los militares (ente que respetamos como corporación, pues ha sido instaurada e institucionalizada, o eso creemos, para la defensa civil) han sido entrenados (profesionalmente) por la Nación para la guerra. No para la política. Y es por eso que convierten en cuerpo al combatiente y, por ello, toda guerra es guerra de exterminio.
De ahí que el finado gritara con un megáfono: “¡Extermínenlos!”.Y no a sus adversarios militares, porque jamás los tuvo como tampoco los tiene Maduro: a sus adversarios civiles.
Es decir: desarmados.
¡Valiente militar!
Pero regresemos al principio. Es sumamente peligroso para un presidente civil, dejarse arrastrar confundido o ingenuamente, en el colmo de los acontecimientos, no a la solución de un problema (concreto, preciso), sino a la persecución del otro.
Su semejante civil. Su origen. En una guerra que no existe. Y que satura. Que ciega. Que ensordece. Que como la ficción que es, ya no soporta más argucias, más artificios ni más leña.
Es falsa. Y lo que existe, por el contrario, es la amenaza del caos. La ingobernabilidad. Y la necesidad de una salida ante este caos. Que no es militar, es civil, democrática: electoral. No mediante la guerra: mediante la política.
¿Cabello?
Cabello es una circunstancia. Un ítem. Uno más de todos los elementos que conforman el dato fáctico de que nuestro desajuste luce abierto. Al borde. Al hábil o inhábil manejo de nuestra actual circunstancia.
¿Que es el más importante? Eso tendría que pensarlo (el Presidente, quiero decir) ante el despeñadero.
Y no es que le tengamos mala voluntad a nadie. Porque uno no sabe si hay culpabilidad o inocencia, o si esa investigación (la de las autoridades judiciales de Estados Unidos) tiene fundamento o no. O si es promovida por el clima de tensión entre Venezuela y Washington.
No,
Lo que resulta una desproporción, tanto del Gobierno como del TSJ y la Fiscalía, es que este asunto se enfrente como lo han hecho estos organismos a los que les está vedado (constitucionalmente) emitir opinión como una sentencia anticipada, sin investigación ni juicio previo, en contra de los medios que reprodujeron tal noticia. Excede la institucionalidad y por tanto la desintegra.
CRÁTERES
– El caso de los medios afectados (circunstancia que nos afecta como periodistas) revienta un basamento del ejercicio de las libertades democráticas que quizás viene desde Sullivan contra elThe New York Times y que rige este ejercicio, y trata de que, al margen de cualquier circunstancia, cuando un medio de comunicación hace un reportaje sobre un funcionario público (cosa que aquí no ocurre, por miedo a las represalias), el campo de acción del reportero al acudir a sus fuentes y la razonabilidad de lo que se ha planteado con base en esas fuentes (investigadas, contrastadas), basta para habilitar esa publicación sin que se pueda considerar una difamación. Eso está en la esencia del proceso democrático. Ahí no se está hablando de la vida privada de alguien. De asuntos de interés privado o de los negocios particulares de un ente privado. Junto a otro asunto más grave: esto que El NacionalTalCual y La Patilla publican, proviene de fuentes internacionales, de agencias de noticias y medios en el exterior. Hay hasta un libro de un periodista que habló con un funcionario quien atestiguó sobre estas materias. Pero es que luego aparece otro reportaje en el Wall Street Journal que habla de otras fuentes policiales que confirmarían una sola cosa: que hay una investigación andando.
– Cualquier funcionario público en Venezuela, que no la deba ni la tema, lo que debería es promover una investigación (en Venezuela) sobre los hechos que mencionan esos reportajes. Y así se aclara qué es lo que puede estar pasando. Ahí (es casi tonto advertirlo) en buen lenguaje democrático, hay lo que se conoce como una notitia criminis. Se trata de funcionarios venezolanos, de hechos que supuestamente ocurren en el territorio nacional. La respuesta no puede ser acallar a los que informan; tirarle un zarpazo a la libertad de expresión. Se trata de un funcionario público venezolano. Es a Venezuela, y al funcionario mismo a quien más le interesa que el asunto se aclare.
– Junto a otra consideración de estricto orden político que demuestra el desorden en nos estamos moviendo. Primero, Obama con ocasión de los DDHH toma unas medidas y son protestadas aquí, y pasa todo lo que sabemos. Que si las firmas y tal. Y el presidente Maduro y toda la nomenklatura se ponen manos a la obra. Y he aquí que simultáneamente, el encargado de negocios de Venezuela se va a Washington a decir que se estaba invitando al señor Thomas Shannon a visitar Caracas (que a resultas Shannon ha venido dos veces) y se abre una distensión y un proceso de conversaciones entre Caracas y Washington (que supuestamente hasta ahora dizque marchan bien). Y de pronto aparecen 16 diputados de aquí que escriben una carta a Obama para pedir que no se escale en las sanciones, que se abra a un diálogo con los líderes venezolanos y las gestiones de UNASUR.
– Lo que vendría a confirmarnos entonces por simple lógica, que en el estamento político del Gobierno nacional y en el de Estados Unidos, hay interés en una relación que se puede mejorar (salvo que este señor encargado de negocios en Washington esté actuando por la libre, invitando y reuniéndose sin acuerdo con el presidente de la República, que es quien dirige la política exterior del país de acuerdo con la Constitución.
– Entonces, si uno sigue sanamente el hilo de las cosas, si uno de los elementos que está perturbando las relaciones es que no hay cooperación (desde hace varios años) en el enfrentamiento del tráfico de drogas, es de entender que entre las conversaciones que se buscan está un acercamiento entre los organismos de ambos países que se encargan de luchar contra el problema. ¿Piensa el presidente Maduro que él puede llevar esa relación sacando de la agenda ese tema?
– Sabemos que es un tema delicado de tratar, sobre todo por las aparentes carencias de garantías democráticas que se tropiezan en medio del torbellino en que nos adentramos con singular velocidad. Pero hemos de tener cuidado, pues el Estado progresivamente puede irse poniendo al margen de la ley, que es la expresión de anomia más severa. Es una preocupación tangible dentro y fuera, que Venezuela pueda entrar en un peligrosísimo estado donde las instituciones no puedan encarar ni siquiera los problemas más agobiantes e inmediatos.
Luis García Mora 

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