17 de mayo de 2015

"YO QUIERO VER A UN GODO COLGADO DE UN FAROL" por Werner Corrales Leal, guayoyoenletras.net, 18 de mayo de 2015

No se, desde luego, las razones que llevaron a Werner Corrales a inspirarse en el ominoso himno de la desventurada "Federación" para titular este magnífico artículo, pero lo creo muy acertado. La mentalidad muy primitiva, del eterno comandante o comandante eterno, nunca salió de la clave de la pre-guerra Federal del siglo XIX. Pareciera que hasta allí leyó y mal la Historia de Venezuela.
 No en balde le oí decir, innumerables veces, a Arturo Uslar Pietri, que: "... la ignorancia de Chávez es enciclopédica". Tampoco es cierto que la barbarie ágrafa de los guerrilleros liberales, fuera la medida del llamado "liberalismo", figuras solventes en lo intelectual, como Felipe Larrazabal, Tomás Lander y Antonio Leocadio Guzmán le daban otra dimensión. Guzmán por otra parte confesó, con transparente cinismo, la sed de poder, sin verdadero aliento de justicia social que en realidad los movía, cuando en un mensaje  admitió: "si ellos hubiesen dicho ¡ federación ! les habríamos respondido ¡ Centralismo !".  
El carácter censitario de la Constitución de 1830, les dio pretextos y razones válidas para la insurrección y una desbordada marea popular, aún no recuperada de los estragos de la Guerra de Independencia los siguió. Los excesos fueron de lado y lado, mi tío-tatarabuelo, el general Luis María Viso y Mirabal, Comandante de Armas del Estado Guárico, fusiló en Calabozo, a un poeta por publicar un verso que hacía befa del General Páez pero, sin duda, la balanza de horrores siempre se inclinó del lado liberal, para las mesnadas amarillas sólo tres requisitos eran indispensables para matar a un "godo": ser blanco, propietario de lo que fuera y saber leer y escribir.
Pasada la gris magistratura del mariscal Juan Crisóstomo Falcón, quien solventaba sus necesidades de caja vendiendo títulos de General (3.000 de entrada), se afianzó la figura del general y abogado Antonio Guzmán-Blanco (hijo de una prima de El Libertador) quien se dedicó a des-enguacalar a los "próceres" liberales, los pulió e hizo presentables. Pero los rezagos del odio social, inspirados en los cinco largos años de guerra, mantuvieron dividida a la sociedad venezolana, hasta bien entrado el siglo XX.
Cuanto tiempo será necesario para restañar las transfusiones de odio y complejos, que nos ha inoculado Chávez, en estos 16 años de desencuentro, sembrar racismo en un país mestizo, lucha de "clases" en una sociedad fluida en la cual ningún privilegio está ligado al origen o al nombre, conflictos religiosos en una sociedad abierta y permisiva. Esos a mi juicio son sus perores crímenes.


ALFREDO CORONIL HARTMANN
Itaca 18 de mayo de 2015


YO QUIERO VER A UN GODO COLGADO DE UN FAROL

… ¿La siniestra respuesta del régimen al riesgo de un estallido social?…

por: Werner Corrales Leal

La presente crisis no resulta principalmente de errores del gobierno chavista, sino de la realización creciente de las dos finalidades que lo inspiran y sus correspondientes estrategias, que no cambiará. Ellas se expresan en la visión de una sociedad colectivizada sometida al control absoluto del estado y en el afán de pillaje que mueve a los jerarcas que lo manejan, para cuya realización el régimen ha montado estrategias y estructuras institucionales eficaces. Predecir que “ganaremos la Asamblea y cambiaremos todo”, que “el agotamiento de los inventarios tumbará al chavismo”, o que “viene un estallido social que lo sacará del poder” es juzgar erradamente al gobierno en su capacidad de mover piezas en sus dos estrategias.
El “Himno de la Federación”,  canción de moda en la Venezuela de hace unos 150 años, ofrecía lindezas como las que titulan este artículo, consignas que ya están reapareciendo en Caracas, para después decirle a los oligarcas que temblasen porque por venía “la espada vencedora del general Falcón”. Si no somos conscientes de lo que podemos vivir en los próximos meses, examinemos cómo evoluciona la crisis y qué podrían hacer en ella Gobierno y Oposición.
Institucionalidad socialista y pillaje, ¿de qué se ha dotado el gobierno?
Para implantar su Socialismo el gobierno ha montado una institucionalidad capaz de controlar y dominar toda actividad o manifestación económica, social y política, y ha desarrollado un sistema cultural-comunicacional que además de impedir la expresión libre de las ideas, falsea la realidad sobre todo hecho relevante. El control generalizado atemoriza a mucha gente; la manipulación cultural-comunicacional estimula la lealtad del “pueblo” y la fuerza armada para con el gobierno, manteniendo viva la idea de las acechanzas de los oligarcas.
En la línea de maximizar el pillaje, la élite chavista ha construido una gestión que se complementa con la política de controles económicos, y ha tejido redes de complicidad en las cuales comparte intereses con actores de otras élites -nacionales e internacionales- para anular iniciativas que podrían poner en peligro su ejercicio del poder, alianzas con terroristas y narcotraficantes, banqueros, empresarios, y hasta operadores políticos de Oposición.
Lo aquí descrito sucintamente constituye la plataforma de base desde la cual el gobierno bolivariano puede implementar mecanismos para navegar en la crisis.   
“Quisiera ver un godo colgado de un farol”: ¿Cómo podría actuar el gobierno frente al agravamiento de la crisis?
A pesar de la hegemonía comunicacional del régimen socialista, día a día se conocen, a través de las redes sociales y los medios internacionales, más eventos que muestran la velocidad con la cual el gobierno pierde su cohesión interna y la gente se atreve más a protestar. El insistente rumor de un “golpe de izquierda” que puso a circular Pepe Mujica, y las repetidas deserciones de jerarcas civiles y altos oficiales de la FAN son señales del debilitamiento de la unidad que dominaba en el gobierno con Chávez. Además de ser cada vez más visible el desabastecimiento,  se conocen todos los días nuevas protestas serias de comunidades como las tomas de carreteras por poblaciones en Falcón y las protestas y disturbios que se vienen dando en Bolívar, Mérida, Táchira y algunas zonas de Caracas como El Valle. Incluso el potencial de violencia sin control se hace cada día más evidente, al conocerse nuevos hechos como el vandalismo y el robo de escuelas e iglesias;  la reciente batalla de los Pranes en Aragua y el progreso de las “vacunas” a empresas y pobladores en Miranda, que avanza sobre Caracas. 
Todas estas expresiones de la crisis dicen que hay un potencial para la movilización política de la sociedad, pero también el peligro de una violencia que el gobierno provoque o manipule a su favor si el liderazgo opositor no actúa o lo hace de manera errada.  Recordemos el Dakazo, muestra de las capacidades del gobierno comentadas antes, cuyo efecto le dio un oportuno respiro por falta de visión estratégica de la Oposición, o el desenlace interno de las protestas de los jóvenes de 2014, que fueron neutralizadas por la participación de algún liderazgo de la Oposición en la campaña descalificadora que convocó el gobierno.  
El régimen enfrenta una situación difícil, pero aún puede emplear su aparato de controles, su panoplia cultural-comunicacional y su absoluta ausencia de escrúpulos para implementar un nuevo y más ominoso Dakazo, avivando el espíritu del Himno de la Federación para que el creciente potencial de violencia estalle si es inevitable, pero lo ayude a aniquilar a los demócratas: “Yo quiero ver a un godo colgado de un farol, y a miles de oligarcas con las tripas al sol”. Quienes tienen acceso a miembros del alto gobierno o a informes de inteligencia conocen indicios de una opción estratégica (no la única) que se plantea parte del gobierno, a la cual se opone Cuba: Un estallido de violencia, seguido de un golpe palaciego que ponga orden.  
¿Qué puede hacer la Oposición para moldear otro porvenir?
El chavismo no está desmayado,  ni la falta de unidad y pensamiento estratégico del liderazgo opositor pueden ser suplidos por el colapso de los indicadores de una economía en ruinas, ni los demócratas pueden conjurar el peligro de la violencia absteniéndose de protestar.
Muchos venezolanos esperan que una explosión social saque al chavismo del poder, mientras la MUD y parte de la población arecieran rechazar las protestas porque ellas podrían conducir a una violencia indeseable, y están esperanzadas en los resultados de una elección que supuestamente sería el comienzo del final del régimen. En ambas posturas está implícito que la economía será el agente del cambio y se minimiza el rol que debería tener la acción política directa, tanto de los ciudadanos como de sus líderes.
Por variadas razones el liderazgo opositor debería mostrar un compromiso efectivo con las razones que tiene la población para protestar, debería acompañarla en la protesta  y debería guiar dondequiera la acción política de calle. No es que debiese abandonar el camino electoral, es que debería combinar voto y verdadera acción de calle… Todavía es tiempo.
Incluso para atraer mucha gente a las urnas y para estar preparados para cobrar el triunfo, los liderazgos tendrían que haber ganado una legitimidad política que hiciese a la gente reaccionar positivamente a sus llamados, legitimidad que no se gana con el marketing electoral.  Y lo más serio de todo, hay que entender que la abstención del liderazgo en la protesta no evitará estallidos, ni estos se fomentarán con su presencia. El potencial para la violencia proviene precisamente de dejar pasar lo que está sucediendo, que es una combinación de condiciones de vida cada día más precarias, atropellos del gobierno y ausencia del liderazgo opositor.

Por último, si la violencia estallase y los líderes opositores fuesen reconocidos por las comunidades como extraños que nunca encabezaron una protesta, como oportunistas electorales, no tendrían el ascendiente que hará falta para que la energía eventualmente desatada  tome canales constructivos en vez de verterse en los  cauces que todos debemos evitar, esos que anuncia el Himno de la Federación que hoy revive el chavismo, que lleven a rojos o azules a columpiarse involuntariamente en los postes del alumbrado público.

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