No en balde le oí decir, innumerables veces, a Arturo Uslar Pietri, que: "... la ignorancia de Chávez es enciclopédica". Tampoco es cierto que la barbarie ágrafa de los guerrilleros liberales, fuera la medida del llamado "liberalismo", figuras solventes en lo intelectual, como Felipe Larrazabal, Tomás Lander y Antonio Leocadio Guzmán le daban otra dimensión. Guzmán por otra parte confesó, con transparente cinismo, la sed de poder, sin verdadero aliento de justicia social que en realidad los movía, cuando en un mensaje admitió: "si ellos hubiesen dicho ¡ federación ! les habríamos respondido ¡ Centralismo !".
El carácter censitario de la Constitución de 1830, les dio pretextos y razones válidas para la insurrección y una desbordada marea popular, aún no recuperada de los estragos de la Guerra de Independencia los siguió. Los excesos fueron de lado y lado, mi tío-tatarabuelo, el general Luis María Viso y Mirabal, Comandante de Armas del Estado Guárico, fusiló en Calabozo, a un poeta por publicar un verso que hacía befa del General Páez pero, sin duda, la balanza de horrores siempre se inclinó del lado liberal, para las mesnadas amarillas sólo tres requisitos eran indispensables para matar a un "godo": ser blanco, propietario de lo que fuera y saber leer y escribir.
Pasada la gris magistratura del mariscal Juan Crisóstomo Falcón, quien solventaba sus necesidades de caja vendiendo títulos de General (3.000 de entrada), se afianzó la figura del general y abogado Antonio Guzmán-Blanco (hijo de una prima de El Libertador) quien se dedicó a des-enguacalar a los "próceres" liberales, los pulió e hizo presentables. Pero los rezagos del odio social, inspirados en los cinco largos años de guerra, mantuvieron dividida a la sociedad venezolana, hasta bien entrado el siglo XX.
Cuanto tiempo será necesario para restañar las transfusiones de odio y complejos, que nos ha inoculado Chávez, en estos 16 años de desencuentro, sembrar racismo en un país mestizo, lucha de "clases" en una sociedad fluida en la cual ningún privilegio está ligado al origen o al nombre, conflictos religiosos en una sociedad abierta y permisiva. Esos a mi juicio son sus perores crímenes.
ALFREDO CORONIL HARTMANN
Itaca 18 de mayo de 2015
… ¿La siniestra
respuesta del régimen al riesgo de un estallido social?…
por: Werner Corrales Leal
La
presente crisis no resulta principalmente de errores del gobierno chavista,
sino de la realización creciente de las dos finalidades que lo inspiran y sus
correspondientes estrategias, que no cambiará. Ellas se expresan en la visión de
una sociedad colectivizada sometida al control absoluto del estado y en el afán
de pillaje que mueve a los jerarcas que lo manejan, para cuya realización el
régimen ha montado estrategias y estructuras institucionales eficaces. Predecir
que “ganaremos la Asamblea y cambiaremos todo”, que “el agotamiento de los
inventarios tumbará al chavismo”, o que “viene un estallido social que lo sacará
del poder” es juzgar erradamente al gobierno en su capacidad de mover piezas en
sus dos estrategias.
El “Himno
de la Federación”, canción de moda en la
Venezuela de hace unos 150 años, ofrecía lindezas como las que titulan este
artículo, consignas que ya están reapareciendo en Caracas, para después decirle
a los oligarcas que temblasen porque por venía “la espada vencedora del general
Falcón”. Si no somos conscientes de lo que podemos vivir en los próximos meses,
examinemos cómo evoluciona la crisis y qué podrían hacer en ella Gobierno y Oposición.
Institucionalidad socialista
y pillaje, ¿de qué se ha dotado el gobierno?
Para implantar
su Socialismo el gobierno ha montado una institucionalidad capaz de controlar y dominar toda actividad o manifestación económica,
social y política, y ha desarrollado un sistema cultural-comunicacional que además
de impedir la expresión libre de las ideas, falsea la realidad sobre todo hecho
relevante. El control generalizado atemoriza a mucha gente; la manipulación
cultural-comunicacional estimula la lealtad del “pueblo” y la fuerza armada
para con el gobierno, manteniendo viva la idea de las acechanzas de los
oligarcas.
En la
línea de maximizar el pillaje, la élite chavista ha construido una gestión que
se complementa con la política de controles económicos, y ha tejido redes de
complicidad en las cuales comparte intereses con actores de otras élites -nacionales
e internacionales- para anular iniciativas que podrían poner en peligro su ejercicio
del poder, alianzas con terroristas y narcotraficantes, banqueros, empresarios,
y hasta operadores políticos de Oposición.
Lo aquí
descrito sucintamente constituye la plataforma de base desde la cual el
gobierno bolivariano puede implementar mecanismos para navegar en la crisis.
“Quisiera ver un godo colgado
de un farol”: ¿Cómo podría actuar el gobierno frente al agravamiento de la
crisis?
A pesar
de la hegemonía comunicacional del régimen socialista, día a día se conocen, a
través de las redes sociales y los medios internacionales, más eventos que
muestran la velocidad con la cual el gobierno pierde su cohesión interna y la
gente se atreve más a protestar. El insistente rumor de un “golpe de izquierda”
que puso a circular Pepe Mujica, y las repetidas deserciones de jerarcas
civiles y altos oficiales de la FAN son señales del debilitamiento de la unidad
que dominaba en el gobierno con Chávez. Además de ser cada vez más visible el
desabastecimiento, se conocen todos los
días nuevas protestas serias de comunidades como las tomas de carreteras por
poblaciones en Falcón y las protestas y disturbios que se vienen dando en
Bolívar, Mérida, Táchira y algunas zonas de Caracas como El Valle. Incluso el
potencial de violencia sin control se hace cada día más evidente, al conocerse
nuevos hechos como el vandalismo y el robo de escuelas e iglesias; la reciente batalla de los Pranes en Aragua y
el progreso de las “vacunas” a empresas y pobladores en Miranda, que avanza
sobre Caracas.
Todas
estas expresiones de la crisis dicen que hay un potencial para la movilización política
de la sociedad, pero también el peligro de una violencia que el gobierno
provoque o manipule a su favor si el liderazgo opositor no actúa o lo hace de
manera errada. Recordemos el Dakazo, muestra
de las capacidades del gobierno comentadas antes, cuyo efecto le dio un oportuno
respiro por falta de visión estratégica de la Oposición, o el desenlace interno
de las protestas de los jóvenes de 2014, que fueron neutralizadas por la
participación de algún liderazgo de la Oposición en la campaña descalificadora
que convocó el gobierno.
El régimen
enfrenta una situación difícil, pero aún puede emplear su aparato de controles,
su panoplia cultural-comunicacional y su absoluta ausencia de escrúpulos para implementar
un nuevo y más ominoso Dakazo, avivando el espíritu del Himno de la Federación
para que el creciente potencial de violencia estalle si es inevitable, pero lo
ayude a aniquilar a los demócratas: “Yo
quiero ver a un godo colgado de un farol, y a miles de oligarcas con las tripas
al sol”. Quienes tienen acceso a miembros del alto gobierno o a informes de
inteligencia conocen indicios de una opción estratégica (no la única) que se
plantea parte del gobierno, a la cual se opone Cuba: Un estallido de violencia,
seguido de un golpe palaciego que ponga orden.
¿Qué puede hacer la Oposición
para moldear otro porvenir?
El chavismo
no está desmayado, ni la falta de unidad
y pensamiento estratégico del liderazgo opositor pueden ser suplidos por el
colapso de los indicadores de una economía en ruinas, ni los demócratas pueden
conjurar el peligro de la violencia absteniéndose de protestar.
Muchos
venezolanos esperan que una explosión social saque al chavismo del poder,
mientras la MUD y parte de la población arecieran rechazar las protestas porque
ellas podrían conducir a una violencia indeseable, y están esperanzadas en los
resultados de una elección que supuestamente sería el comienzo del final del
régimen. En ambas posturas está implícito que la economía será el agente del
cambio y se minimiza el rol que debería tener la acción política directa, tanto
de los ciudadanos como de sus líderes.
Por
variadas razones el liderazgo opositor debería mostrar un compromiso efectivo con
las razones que tiene la población para protestar, debería acompañarla en la
protesta y debería guiar dondequiera la
acción política de calle. No es que debiese abandonar el camino electoral, es
que debería combinar voto y verdadera acción de calle… Todavía es tiempo.
Incluso
para atraer mucha gente a las urnas y para estar preparados para cobrar el
triunfo, los liderazgos tendrían que haber ganado una legitimidad política que
hiciese a la gente reaccionar positivamente a sus llamados, legitimidad que no
se gana con el marketing electoral. Y lo
más serio de todo, hay que entender que la abstención del liderazgo en la
protesta no evitará estallidos, ni estos se fomentarán con su presencia. El potencial
para la violencia proviene precisamente de dejar pasar lo que está sucediendo, que
es una combinación de condiciones de vida cada día más precarias, atropellos del
gobierno y ausencia del liderazgo opositor.
Por
último, si la violencia estallase y los líderes opositores fuesen reconocidos por
las comunidades como extraños que nunca encabezaron una protesta, como
oportunistas electorales, no tendrían el ascendiente que hará falta para que la
energía eventualmente desatada tome canales
constructivos en vez de verterse en los cauces
que todos debemos evitar, esos que anuncia el Himno de la Federación que hoy
revive el chavismo, que lleven a rojos o azules a columpiarse involuntariamente
en los postes del alumbrado público.
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