Se me había adjudicado el tema de "La desobediencia civil como mecanismo no tradicional de defensa constitucional" como tengo el buen o mal hábito de hacer, en los días anteriores leí y releí varios textos sobre el tema, apegado al tiempo previsto de exposición regresé a mi "nido de águila" ahíto de conceptos y opiniones, es así que quienes me escucharon en el foro, encontraran aquí algo mas de lo allí dicho. Salud
ALFREDO CORONIL HARTMANN
EL
GRUPO DE LOS 20.
LA
DESOBEDIENCIA CIVIL COMO MECANISMO NO TRADICIONAL DE DEFENSA CONSTITUCIONAL.
Alfredo
Coronil Hartmann, Ph.D.
El
“Grupo de los 20”, al organizar este encuentro, en los propicios espacios del
diario El Nacional, me ha encomendado abordar brevemente el tema de lo que en
doctrina jurídica se conoce como “resistencia a la opresión”, en este breve pie
para el debate, debo comenzar diciendo que, es posiblemente el más tradicional,
aunque poco frecuente, mecanismo de defensa constitucional.
“Estas no son de hoy, ni de
ayer, sino de siempre
Fueron y son
Y de su aparecer primero
Nadie sabe
Y yo con transgredirlas
Por temor de algún hombre,
no debía
entristecer
a los dioses”
Son
palabras de Sófocles, en boca de su inmortal Antígona, cuatrocientos años antes
de Cristo, versos admirables sobre la opresión y la resistencia.
La
prosapia milenaria y la belleza estética, no son derecho positivo, dirán los
abogados fundidos a la pirámide de Hans Kelsen, los estudiosos del derecho
somos, por razones prácticas, mayoritariamente ius-positivistas, la defensa de
la seguridad jurídica nos obliga a ello. No obstante todos, abogados o no,
escuchamos como un eco creciente las palabras de Antígona, cada vez que la opresión
levanta sus cabezas de hidra y se cierran al pueblo los caminos formales y
pacíficos de resistirse a ella. Es la fuerza intangible y paradójicamente
avasallante del Derecho Natural, el “derecho
de la justa razón” como lo definiera inmejorablemente Marco Tulio Cicerón.
No
obstante, en el derecho positivo, los antecedentes tienen prosapia y pátina
histórica, los barones ingleses, en la “Carta
Magna” de 1215, arrancada a Juan “sin tierra”, lo expresan con inequívoca
claridad: “Hay leyes del Estado,
derechos que pertenecen a la comunidad. El Rey debe respetarlas, si las viola,
la lealtad cesa de ser un deber y los súbditos tienen el derecho a
insubordinarse”. En “La Bula Aurea” de Andrés II de Hungria
en 1222, “El Privilegio de los Aragoneses”
de Alfonso III en 1287, en ”Las VII Las
Partidas” de Alfonso X de Castilla “el sabio” (1252-1284), en la “Declaración de Independencia de los Estados
Unidos” de 1776, y en la “Declaración
de los Derechos del Hombre” de la Revolución Francesa de 1789. Por ejemplo.
En
realidad, en la Europa posterior a la desintegración del Imperio Romano, dos
corrientes de pensamiento jurídico se enfrentan y entrelazan, la tradición
imperial romana absolutista del bajo imperio, marca la dirección centralista y
el culto al poder absoluto, aún más divinizado,
de los “Césares”, que marcó la pauta para los titulares del Sacro Imperio
Romano Germánico quienes, pese al redundante título que ostentaban, fracasaron
en sus propósitos, neutralizados por el carácter electivo de sus emperadores y
hondas raíces culturales germanas y sajonas y la Francia capética “La hija primogénita de la Iglesia”, que
con enorme paciencia e innata sabiduría llegó a construir el absolutismo más
sólido de Europa.
En
efecto, para “los barbaros” en este
caso los normandos, celtas y sajones. El poder siempre está sometido, en algunas
materias o instancias, a la aprobación de los vasallos. En cambio, para la
culta Francia, país de legistas, donde algunos monarcas, como Felipe IV “el
hermoso” y su ilustre abuelo Luis IX “San Luis” fueron ellos mismos, hondos
conocedores del derecho, la marcada y sostenida tendencia es a la
centralización total y el absolutismo monárquico, ello se patentiza al extremo,
cuando un hombre, de olímpico desprecio por el boato y las formas, que se
vestía con una sencillez irritante y se rodeaba de gentes del común, como Luis
XI, es –precisamente- el primer monarca que adopta el título de “Majestad”,
hasta entonces reservado a los titulares del Sacro Imperio Romano Germánico, en
lugar del tratamiento de “Alteza”, que utilizaron sus ancestros y los demás
reyes de Europa y no contento con ello declara: “El Rey de Francia no reconoce
superior sobre la tierra”.
No
obstante ser un convicto y confeso francófilo, debo admitir que en esta materia
simpatizo con los “barbari”.
La
Constitución de Venezuela de 1961 en su artículo 250 lo consagra y el actual
Estatuto Político lo reitera en el artículo 333 y lo amplía en el 350.
De
tal manera que, tanto en la fuente inmutable del Derecho Natural, como en la
transitoria del Derecho Positivo, el derecho de Resistencia a la Opresión tiene
en nuestro país legalidad plena, indiscutible y justa. Desde luego siempre en
el entendido que las vías ordinarias no sean practicables. Si hay libre juego
democrático, separación de poderes, respeto a los derechos humanos, libertad de
expresión plena, respeto a la propiedad privada, derecho a la salud, a la alimentación, a la educación, pluralidad, justicia confiable,
seguridad jurídica y personal e inclusión, no hay opresión.
De
allí que algunos déspotas inteligentes, traten de no dar pié al recurso de
“resistencia a la opresión” que en el fondo no es otra cosa que la lucha por la
justicia. Hasta nuestro dictador emblemático, el General Juan Vicente Gómez,
quien no fue un hombre de grande frases, sino de expresiones cazurras y sabias
lo sintetizó en su lacónico lenguaje: “Gobierno no busca pleito”.
Qué
duda cabe, para cualquier régimen no cabalmente democrático y aún más para una
dictadura, el mejor negocio es una sociedad civil alejada de las preocupaciones
por los problemas colectivos, volcada a sus trabajos o a la administración de
sus haberes, “hombres de trabajo” mientras menos se les irritara mejor.
Pasada
la transición incruenta de Carlos Delgado Chalbaud, la “dictablanda” como la
llamaron algunos, las contenidas aguas de la tiranía se propagaron. El muy
desmejorado “alumno” del Benemérito, que fue Marcos Pérez Jiménez, enfrentado a
una colectividad más moderna, por algo habían pasado por las aguas lustrales
del trienio democrático 1945-1948, encarceló y torturo mujeres y persiguió a
los familiares de los resistentes, hechos impensables en los “27 años de paz” –del
hombre de La Mulera- Marcos Evangelista violó flagrantemente el decálogo
gomecista, practicó torpemente el fraude electoral y mantuvo una conducta
personal nimbada por el escándalo de las orgias sexuales con vistosas artistas
importadas, por sus ministros de alcoba, sus motonetas y extravíos, la Base
Naval de La Orchila fue escenario de su exhibicionismo, ya la ostentación y el
nuevo riquísmo impregnaron el estilo venezolano de despotismo. No obstante, al
menos en público, en programas televisivos en apariciones oficiales, se
respetaron las formas, la magistratura, la República. Nos avergonzábamos
puertas adentro.
Fue
necesario que a los 15 ó 20 años de decadencia de la democracia civil,
respondiera con apabullante superficialidad, esta sociedad inmadura y
escandalosamente frívola como es la nuestra, eligiendo ampliamente como
presidente a un personaje deplorable, inconmensurablemente ignorante, primitivo
hasta la rusticidad, a un grado que pocas veces he visto en lo peones de mi
tierra llanera.
¡Mentira!
mil veces falso, que lo eligió una pobresía abandonada y sufrida, ignorada por
los 40 años de la democracia civil, todos los estratos socio-económicos contribuyeron
a ello. Recuerdo como encontrándome en el bar “El Pingüino” en la señorial (es
lo único señorial que allí queda) sede del Caracas Country Club, con un grupo
de amigos, entre ellos, que yo recuerde Valentina Azpurua de García Vallenilla,
Carlos Morales Paul y Federico Uslar Braun, se nos acercaron un par de “burritos
de oro” a felicitar a Federico, por el triunfo de Chávez que, según ellos, era
la reivindicación de Isaías Medina Angarita (¿?) desde luego, mi muy querido
Federico, ajeno por completo a las sutilezas, los despachó con cajas
destempladas y nos quedamos hablando del analfabetismo de nuestras “altas
clases”. Pues sí, desde esas altas clases, una gran porción de la clase media
profesional y desde luego elementos de las denominadas clases populares se
sumaron en un lamentable “voto castigo” contra las ya desvencijadas estructuras
partidistas, capitaneadas por lo más mediocre de las dirigencias, otrora
esclarecidas, de los partidos políticos.
Lo
que hemos vivido, a partir de entonces, no tiene parangón histórico, ni en
Venezuela ni en el mundo, Ecuador, es cierto, tuvo un Abdala Bucaram –lo liquidó
rápido- y Bolivia su Mariano Melgarejo –pero al menos era valiente- hoy padece
al medio-Evo grotesco y sedicente novelista-historiador que afirmara que los
bolivianos “derrotaron a las legiones romanas” ¿cuántos centuriones y soldados
perderían los conquistadores del mundo, en el aún no descubierto altiplano? ¿Quién
sería el derrotado general: Pompeyo “El Grande”, Agripa, Julio César o Trajano? En todo
caso es un digno alumno de Chávez y del incunable Maduro.
El
actual régimen, la revolución bonita, ha removido uno tras otro los supuestos
que inhiben el derecho de resistencia a la opresión: la libertad de expresión,
de reunión, de culto, de protesta pacífica, las elecciones libres, universales
y secretas (contra las cuales aplica un permanentemente renovado arsenal de
fraudes), la propiedad privada de los medios de producción y comercialización,
el derecho a la vida, a la salud, a una educación para la vida y para la hombría
de bien, sustituida por una caricatura para-militar, el irrespeto reiterado a
los símbolos patrios, la profanación de los restos de El Libertador, la
falsificación reiterada y continuada de la Historia Nacional y Universal –ayer me
encontré en plena Avenida Libertador, un retrato exaltando a José Stalin,
repudiado hasta por el Partido Comunista Soviético- en pocas palabras a
destruido el alma del país, sus valores, sus logros históricos.
¿Es
posible la resistencia a la opresión en la Venezuela de hoy? Tristemente no lo sé,
de lo que si estoy seguro, es que no serán los próceres de la MUD quienes
propugnen su activación, son, en el mejor de los casos, unos bueyes cansados, el
peso les queda, dentro de una espantosa desigualdad de medios, a los limpios
hombros de la juventud venezolana, que Dios nos de vida y fuerza para
ayudarlos.
paraescatrelporvenir.blogspot.com
Dr. Coronil, por favor no descalifique a la MUD. Es lo único que tenemos para tratar de ganar las próximas elecciones, y yo creo que usted desea que derrotemos a la dictadura. Ninguna expresión que estimule la abstención favorece los objetivos de la democracia y los demócratas, incluido usted.
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