22 de febrero de 2015

"PRIMARIAS, OPORTUNISMO Y TRAICIÓN" por Antonio Sanchez García, 22 de febrero de 2015





PRIMARIAS, OPORTUNISMO Y TRAICIÓN

Eso se llama traición. Uno de los más letales efectos colaterales del oportunismo político.

Antonio Sánchez García @sangarccs

            Un balde de agua fría habrán recibido quienes, como el ex presidente chileno Sebastián Piñera, alzan sus voces contra el despliegue dictatorial de Nicolás Maduro e incluso exigen la convocatoria a una reunión extraordinaria de cancilleres latinoamericanos para tratar la grave crisis venezolana y ponerle un freno al despliegue totalitario del hombre que obedece las instrucciones de los Castro en Caracas, al leer la insólita declaración con que Julio Borges responde al brutal secuestro del Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma: “la oposición convoca a la realización de primarias para comienzos de Mayo”.

            No fue un despacho desde Caracas anterior a la noticia que irrumpiera con estridencia en las salas de redacción de los principales medios del mundo: el secuestro del alcalde metropolitano por esbirros encapuchados y fuertemente armados, violando todos los principios constitucionales. Fue la noticia dada a conocer como inmediata respuesta al anuncio de Nicolás Maduro de detener y procesar por conspiración al alcalde metropolitano y de adelantar el proceso electoral, las dos caras de una misma moneda.  Una estrategia decidida en La Habana – adonde corriera el hombre de Fidel en Caracas a recibir las correspondientes instrucciones, como lo viene haciendo desde que iniciara su carrera de agente del G2, mucho antes del asalto chavista – para frenar el derrumbe ya inexorable del régimen que lo mantiene con vida. Encarcelar a la principal autoridad opositora – Antonio Ledezma - y sofrenar las previsibles protestas tirándole a los perros sumisos de la oposición venezolana otro hueso electoral.

            Un elemental conocimiento de cómo se cuecen las habas en los calderos castristas, permanentemente alimentados con las informaciones que les proveen los agentes caraqueños del G2 – de José Vicente Rangel, el procónsul, a Nicolás Maduro, el sátrapa – puede imaginar sus pasos. La dirigencia política venezolana, como por lo demás la élite política e intelectual de América Latina, tal como lo ha descrito con lujo de detalles Elisabeth Burgos, está trasminada de castrismo, de oportunismo carente de los más elementales principios morales y dispuesta a vender a sus hijos por capitalizar la parcela de poder del que ya se hayan apropiado. Como sucede con la vieja dirigencia política venezolana. O por invadir y apropiarse de los disponibles, en una furia de ambición y oportunismo desenfrenado, como sucede con Primero Justicia. Todos ellos, sin excepción, son lo que Burgos califica de “rehenes de los Castro”. Juan Manuel Santos o Michelle Bachelet, Lula da Silva o Cristina Kirchner, Evo Morales o Rafael Correa, Pepe Mujica o Dilma Rousseff. Son la última y más cabal expresión de ese insólito fenómeno de sumisión moral en que está hundida América Latina desde el 1 de enero de 1959.

            Como lo han reconocido los grandes intelectuales latinoamericanos - Mario Vargas Llosa o Enrique Krauze -, y muy destacados políticos - como los ex presidentes Andrés Pastrana o Sebastián Piñera -, el régimen de Nicolás Maduro es el eslabón más débil de esa cadena de Poder tácito o explícito que manejan los hermanos Castro desde La Habana. Y, muchísimo más esencial pues el gobierno venezolano es la fuente de financiamiento de la que depende la vida de la tristemente célebre revolución cubana.

            En otras palabras: en Venezuela se juega la vida de todo un ciclo histórico, abierto el 1 de enero de 1959, y la sobrevivencia de todo un andamiaje castrocomunista, en el que ocupan sus sitios y cumplen sus funciones todos los gobiernos foristas de la región. Sin tener plena conciencia de este complejo andamiaje de causas y efectos, no se entiende la acción política de sus protagonistas. Y una medida de tan grave alcance y de tan funestas consecuencias como el grito emitido por Julio Borges desde Caracas para relativizar la crisis del régimen y abrir un cauce de espera a toda acción que pueda conducir al desalojo del régimen castrocomunista venezolano, puede pasar inadvertida para las principales víctimas de esta dictadura. Fuera o no fuera ese el propósito del principal dirigente de Primero Justicia, su llamado a primarias, expresado inmediatamente después del secuestro del alcalde Ledezma no tenía otra función práctica que relativizar la gravedad del suceso,  abriendo un compás de espera a cualquier acción nacional o internacional definitoria del desenlace de la dictadura castro madurista. Un crimen de lesa política.

            Nadie pone en cuestión la pertinencia de participar en ese o cualquier otro proceso electoral, si él forma parte de una estrategia global y coadyuva al desalojo del régimen y garantiza la transición pacífica hacia la democracia. Nada en absoluto indudable, pues también puede coadyuvar, como coadyuvara el diálogo, a sacarle las patas del barro a un régimen que, según muy livianas e irresponsables apreciaciones del coordinador de la MUD, “está caído”. Con lo cual insinúa que en lugar de empujarlo para que se caiga de una buena vez, habría que sostenerlo. Sepa Dios por qué razones. Lo que resulta inaceptable es que dicha participación forme parte de la particular estrategia de los partidos de la MUD por prolongar la agonía del régimen tanto como sea posible garantizándose así la aparentemente fácil y podrida cosecha de sus frutos.  Una cosa es Venezuela. Otra muy distinta y diferente son los partidos que integran la MUD. Al correr a vociferar que ellos siguen aferrados a las elecciones, descalifican cualquier acción nacional o internacional que vaya en desmedro de la sobrevivencia del régimen. Pues ¿a qué convocar a los cancilleres de la región a una reunión extraordinaria si en Venezuela, como lo afirma Julio Borges  “la oposición” está llamando a primarias? ¿Y si Maduro ya está caído?

            Eso se llama traición. Uno de los más letales efectos colaterales del oportunismo político.



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