por: Leopoldo López Gil
Gabriel García Márquez definió al periodismo con la acertada
frase: “el mejor oficio del mundo y el más bello”.
No obstante, cuando el periodismo se ejerce bajo subyugación,
con periodistas convertidos en
mandaderos y editores en sirvientes, el
régimen gana el camino por el derrotero
de la desinformación y eliminación del periodismo autentico, ese que se informa para luego informar. En la
democracia traicionada, deliberadamente se desinforma para deformar.
Cuando se eliminan derechos fundamentales como el de la
investigación periodística y la información de sus resultados, se pretende mutilar
el derecho del informante que intenta provocar algún tipo de cambio en la
sociedad y el curso de la historia.
El único periodismo valioso es aquel que se hace en libertad,
con convicción, responsabilidad, ecuanimidad y respeto a las leyes. Periodismo
dirigido con el designio de evitar la desnudez de la verdad no es
respetable.
Fue su nacimiento el 3 de agosto de 1943, cuando don Henrique
Otero y su hijo Miguel encargaron a Antonio Arraíz la dirección del periódico, que en el
transcurso de los años ocuparía el sitio que hoy ostenta como el medio de
información más importante y de mayor influencia en la historia del periodismo
venezolano.
Desde su brote del cascarón de una nación que recién salía de
las tinieblas, El Nacional ha sido un medio que con su cara descubierta, sin
capucha, ni antifaz, se ha descarado
y ha
dado el pecho con marcada intención de provocar cambios democráticos en
la nación. Cambios profundos en la política de una sociedad inconsciente de los
valores republicanos.
Creció en el tiempo de la mano de las mentes más significativas
del pensamiento y la cultura venezolana, como
Antonio Arraíz, Miguel Otero Silva, Ramón J. Velásquez, Arturo Uslar
Pietri, Oscar Palacios Herrera, José R. Medina y Alberto Quirós, hasta fondear
en la turbulencia de la revolución que hoy azota el destino de Venezuela y que
pretende convertir al “oficio más bello del mundo” en el eco de la traición y
la mentira de una historia profanada.
Hoy la traición a la democracia se enfrenta a un formidable
enemigo, hombres y mujeres valientes y valiosos que a diario se la juegan por
elevar su profesión y desempeñarse cual guardianes vigilantes de la protección
de nuestros derechos y albedrío.
Dicen que lo que se hereda no se hurta, ciertamente, hoy
agradecemos el compromiso de la nueva generación que con coraje mantienen en
alto el estandarte recibido de las manos de sus arrojados antecesores.
Son 72 años de una lucha digna y firme, con argumentos que se
robustecen arropados con las banderas de la libertad.
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