LA
ÚLTIMA FECHORÍA
por: Carlos
Canache Mata
Apoyado en el Tribunal
Supremo de Justicia, que le sirve de bastón, el gobierno se ha alzado contra la
Asamblea Nacional y la Constitución. Una camarilla civil-militar ha activado
una guillotina judicial que decapita las leyes que salen del Parlamento y las
decisiones que adopta. Para cercenar las funciones del Poder Legislativo, esa
camarilla a veces actúa por cuenta propia y en otras ocasiones pone música a
una partitura que le escriben desde Cuba. La voluntad popular, representada
desde el 6-D por la Asamblea Nacional, está cercada, pero aguarda la ocasión
para hacerse sentir y valer.
No sólo como bastón, el
Tribunal Supremo de Justicia también le sirve al gobierno al colocar a su Sala
Constitucional como mascarón de proa para sus asaltos al Texto Fundamental.
Acaba de consumarse la
última fechoría de los conjurados contra la democracia y el orden
institucional. La Asamblea Nacional, el 28 de abril, aplicó el artículo 246 de
la Constitución que dispone que “la aprobación de una moción de censura a un
Ministro o Ministra por una votación no menor de las tres quintas partes de los
o las integrantes presentes de la Asamblea Nacional, implica su remoción”. Y, en
ejercicio de su atribución de “control sobre el Gobierno y la Administración
Pública Nacional” (art. 187, numeral 3, de la Constitución), la Asamblea
Nacional había citado a comparecer al Ministro de Alimentación para precisar su
responsabilidad en la grave crisis alimentaria que vive el país y respondiera
algunas acusaciones relacionadas con su gestión, citación que no atendió. Ese
es el contexto en que se produjo el voto de censura, que ahora, sorprendido en
flagrante violación del artículo 246 constitucional, rechaza el gobierno.
La noche del mismo 28 de
abril, Nicolás Maduro, que cumplía en Puerto La Cruz una actividad
gubernamental, declaró: “Yo le digo a usted (se dirigía al presidente de la
Asamblea Nacional): esa decisión es írrita y nula, y, como írrita y nula, no
existe, así de sencillo”. Se adelantaba al pronunciamiento que le correspondía
a la Sala Constitucional, su obsecuente servidora, siempre presta a doblar la
cerviz.
Con arrogancia que no sé en qué la fundamenta, el ocupante de
Miraflores agregó que “al ministro no lo remueve nadie” y envolviendo un papel,
sustitutivo de aquel en que se le participaría la decisión de la Asamblea
Nacional, siguió diciendo, con la vulgaridad característica del difunto del
cual es causahabiente: “Aquí le mando su carta (al presidente de la AN),
devuélvansela intacta, así como está, para ver qué uso le puede dar al papel
que me envió de la carta espuria, írrita y nula de la AN”.
Como Maduro y los
diputados oficialistas, en el debate parlamentario, argumentaron, para sostener
el rechazo al voto de censura, que la Sala había suspendido algunos artículos
del Reglamento Interior y de Debates de
la AN, Henry Ramos les respondió contundentemente al aclararles que ese
Reglamento “forma parte de las normas internas corporis que en ejecución
directa de la Constitución esta Asamblea dicta y que solo esta AN puede
modificar”.
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