Oswaldo Álvarez Paz
Dieciséis años han sido más que suficientes para determinar
el espectacular fracaso del “socialismo del siglo XXI” como plataforma
revolucionaria. Se trata de una experiencia comunistoide, a la cubana, que
sobre la base de la demagogia y el dinero construyó un régimen autocrático,
totalitario, militarizado y con una insólita concentración de poder político y
económico en las pocas manos que lo controlan. El desastre ha sido total.
Nicolás Maduro ha puesto de su parte para contribuir al derrumbe de la
experiencia, pero la responsabilidad es exclusiva y excluyente del difunto Hugo
Chávez. Se extiende hasta la nominación de su sucesor violando normas expresas
de la Constitución, como la relativa a la nacionalidad y requisitos de
postulación de los candidatos a la presidencia de la república.
El exceso de poder y de dinero son factores que permiten apreciar virtudes y defectos de
quienes logran tenerlos a su servicio. Para bien o para mal. En el caso
venezolano la nación ha sacado terribles conclusiones sobre la condición humana
y política de unos gobernantes que han tardado tanto en alcanzar sus propósitos
por su probada ineficiencia y la desbocada e incontrolada corrupción de ellos
en asociación con sus apóstoles y corifeos, hoy a la vista del mundo entero.
Chávez disfruto de los mayores ingresos fiscales del país
desde la independencia hasta ahora. Enloqueció creyendo que el gasto público,
por sí solo, era suficiente para lograr auténtico desarrollo económico y
bienestar general. Concentró demasiado poder y de allí la tragedia. Ninguno de
los problemas que heredó fue resuelto. A ellos se agregaron otros nuevos, tanto
o más graves que los anteriores. Desgraciadamente Venezuela está infinitamente
peor hoy que en 1999 cuando el drama se inició.
Nicolás Maduro resultó infinitamente peor que su antecesor.
No lo respetan ni en el gobierno, ni en las fuerzas armadas, ni en ninguno de
los sectores que realmente importan. Para mantenerse ha tenido que sumar más
presos y exilados a los existentes, acosar hasta el delirio a los medios de
comunicación y desarrollar una política de factura cubana para controlar al
país sobre la base de la represión, de la violencia física e institucional
generadores de miedo paralizante. Pero resulta que ya la indignación es
superior al miedo y el muro de contención que se venía construyendo se
transforma en acción decidida para poner punto final al régimen.
Petróleos de Venezuela, PDVSA, está quebrada, su producción
va hacia abajo y, para colmo, los precios del petróleo se derrumban
aceleradamente. La crisis de tesorería es tal que no hay como cubrir
elementales gastos ordinarios en materia de sueldos y salarios. Mucho menos
para pagar deudas crecientes nacionales e internacionales. El aparato
productivo está destruido y se acabaron los dólares para las importaciones
masivas de alimentos, medicinas y artículos de primera necesidad. Los
escándalos financieros están a la vista con nombre y apellidos, empresas y
testaferros. Todo empieza a ser del conocimiento de la comunidad internacional.
Las recientes declaraciones de Obama con relación a la
amenaza que significa el gobierno venezolano, camina en defensa de los derechos
humanos contra la corrupción y es un alerta de los vínculos de dirigentes
civiles y militares con núcleos del terrorismo y del narcotráfico. No es una
guerra de Estados Unidos contra Venezuela. Todo lo contrario.
oalvarezpaz@gmail.com Viernes, 13 de marzo de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario