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Itaca 18 de enero de 2015
RESPUESTA DE ALFREDO CORONIL HARTMANN A LA CARTA ABIERTA QUE EL 19 DE DICIEMBRE DE 2014, LE DIRIGIERA ROBERTO GILLES REDONDO
El día 19 de diciembre, el joven politólogo Roberto Gilles Redondo, me dirigió una Carta Abierta, que, casi con un mes de retraso, hoy alcanzo a responder. En absoluto debe asumirse esa inusual tardanza de mi parte a desinterés u ocupaciones estacionales o familiares, la verdad es que la obligatoria y repetida lectura de de su texto, me confirmaba en la necesidad de pesar y sopesar mi respuesta. La misiva está cargada de elementos, cuya profundidad y solidez me obligaba a ponderar cada vocablo, porque, sin él proponérselo ni menos arrogárselo, sus palabras adquirían para mí el carácter de un diálogo entre dos generaciones, en un momento dramáticamente inédito de la Historia de Venezuela. Todo ello enmarcado en ya más de un mes de trastornos de salud más o menos complicados, de los cuales aún no salgo totalmente.
Debo comenzar por agradecerte muy sinceramente, tus generosos conceptos sobre mi persona y trayectoria, mucho me alegra que un joven de tu formación y seriedad intelectual, logre percibir que no siempre en medio de cambiantes circunstancias, por sentido de obligación y respeto por uno mismo, por el país, por los valores, hubo quienes asumimos una actitud crítica, aunque pienso hoy en día, no suficientemente proactiva, para enfrentar el huracán que se venía formando.
Lo que no hicimos o no fuimos capaces de hacer, carece por completo de importancia, lo que la tiene y sobremanera, es lo que seamos capaces de hacer ahora, no mañana, ni pasado mañana. Tú subtitulas tu Carta Abierta como “El deber moral de la solución” y añades que “Para los venezolanos de hoy no debería existir otro tema”. El punto de partida de cualquier acción exitosa es el conocimiento de la realidad, lo contrario sería convertir el destino colectivo en un alea, en un juego de azar. Los venezolanos auténticos, quienes sentimos este país en la sangre y en los huesos tenemos necesidad, necesidad inaplazable, de tener conciencia de ello, no es el momento de torneos oratorios ni juegos florales, dejemos a los histriones en el teatro, a los declaradores de oficio en sus primeras o últimas planas, menos vocación mediática y más afán de trabajo, de obra tangible, de encuentro con el pueblo. Desde hace varios años, he venido repitiendo, con insistencia machacona, que hace ya tiempo perdimos la democracia, el estado de Derecho, y ahora estamos perdiendo la República misma, su territorio, sus riquezas, su soberanía, en resumidas cuentas su Alma, su voluntad de existencia, de permanencia, de vocación de futuro.
Venezuela ha sido un país que ha costado mucha sangre, lágrimas y sufrimiento hacer, no nacimos como la Venus de Botticelli ya adulta, esplendida, formada. La epopeya de la Independencia arrastro 2/3 de la población del país, todo el resto del siglo XIX fue de luchas fratricidas, la “Guerra Larga” o Guerra Federal fueron cinco años más de matanzas, destrucción y saqueos, para terminar dejando algunos beneficios marginales, no buscados por la camarilla gobernante, en el campo social ya atípicamente permeable de este país.
Hasta que el general Juan Vicente Gómez derrotó en Ciudad Bolívar al general Nicolás Rolando, en 1903, Venezuela no había conocido la paz interna, esta duró casi cien años, hasta el cierre del siglo XX, cuando empezamos a transitar esta sedicente “revolución bonita” empeñada en retrotraernos, a contra pelo de la Historia, a los umbrales de la Guerra Federal.
No creo que hayamos “perdido la Patria”, aún no, estamos sí en vías de perderla. De todos nosotros, especialmente de la juventud, pero sin eximirnos los “viejos”, depende que no sea así. La Patria es un concepto de plenitud, en el que todo cabe, la Historia, los anhelos cotidianos y ancestrales, la cultura, las milenarias enseñanzas de la vida. Me permito hacer aquí un inciso, los Libertadores cometieron un grave error, que parece repetirse en cada grupo de poder, me refiero al afán de una sedicente “primogenitura”, todo EMPIEZA con ellos, no es cierto nuestra Historia no es de 200 años, no hay que confundir independencia política con esencia nacional, nuestra Historia arranca de la península ibérica, ese campo de batalla y de mezclas constantes de razas, de culturas y de pueblos, nuestros indígenas carecían de una cultura propia que pudiese haber añadido elementos sustantivos, ni siquiera los timoto-cuicas rama muy secundaria de los chibchas de Colombia.
Tienes toda la razón al sostener que, antes de Hugo Chávez, ya veníamos viviendo un proceso de desmantelamiento de nuestra democracia, debemos tener, en todo momento claro que Chávez no fue causa sino consecuencia. Lo que ocurrió fue que, en lugar de buscar el remedio, se agudizó con empeño la enfermedad. El Estado venezolano ya se había hecho inviable, un hidro-cefálico condenado a muerte. Para 1998 la magnitud del poder constitucional del presidente de la República lo hacía responsable de algo así como el 90 % de las instituciones de la Administración Pública. Semejante cúmulo de atribuciones y obligaciones son inmanejables, ingerenciables. El proceso de descentralización aun estaba en sus pininos y aún así lucia prometedor. Pero la “nueva” República requería aun mas centralización y hemos visto y padecido la incesante acumulación de absurdas, cuando no atrabiliarias facultades, en beneficio de hombres de tan mediana formación y capacidad como Chávez y Maduro y unos gabinetes ministeriales dignos de la corte de los milagros, que pintara magistralmente en sus obras el poeta François Villon.
No tenemos tiempo, es verdad, de escribir Historia, pero es el tiempo de hacerla. Sin conocer las hondas raíces, el trabajo podría terminar siendo superficial y además breve. Chávez y Maduro son accidentes, graves por el daño inferido al cuerpo social, pero accidentes, no pueden repetirse, tienes razón al evocar al cuervo de Edgar Allan Poe “nunca más, nunca más”.
Comparto tu angustia por la ausencia de un liderazgo opositor, no solo capaz de orientar, tampoco de transitar la difícil senda de una indispensable transición. Hay momentos en los cuales me pregunto si la actitud colaboracionista que exhiben, es cómo piensa la mayoría fruto de ambiciones pecuniarias y falta de coraje o si obedece a otro tipo de miedo, el miedo a no saber qué hacer con un país que se deshace, abiertas las costuras y las iras. La MUD plausible iniciativa de crear un aparato electoral de oposición, devino en un hibrido, sin posibilidad de futuro al pretender constituirse en un supra-partido político, para todos los gustos. A mi juicio, su momento y circunstancia histórica periclitaron.
De las alternativas que señalas –fuera de la MUD- voy a referirme, por primera vez públicamente, a una que reviste características de obsesión sicopática entre algunos, muy queridos amigos míos, como Luis Manuel Aguana y en un grado algo menor de vehemencia Oswaldo Alvarez Paz. Me refiero, desde luego, a “La Constituyente” que no es y nunca ha sido una fórmula mágica para el cambio. Una nueva estructura constitucional, un nuevo Estatuto Político, es indispensable para enmarcar el nuevo Estado, inclusivo, democrático, abierto, puerta ancha al futuro, pero primero hay que producir el cambio. Ese futuro requiere ser enmarcado con gran seriedad, por las mejores mentes constitucionales del país, no puede ser un show arrabalero que devenga en un torneo de demagogia y gracias para la galería.
A raíz del 18 de octubre de 1945, la Junta Revolucionaria de Gobierno, designó un estelar equipo de juristas y políticos para redactar el proyecto de la nueva Constitución, es importante señalar que en el escogido grupo no había sino un militante de AD(cierto que valía por muchos) el Dr.Andrés Eloy Blanco. Una vez elaborado, convoco la Asamblea Nacional Constituyente para sancionarla, este segundo paso ya no es necesario, la Constitución de 1999 incorpora la figura de los Referenda, la sanción del soberano no requiere ya correr el riesgo de la asamblea tumultuaria y superficial, las vedetes frustradas pueden quedarse en casa, Venezuela esta sedienta de seriedad y sindéresis.
Yo, al fin y al cabo el solitario voto de un septuagenario no va a cambiar nada, no estoy dispuesto a votar, no creo en ello, no voto. Me acojo a la expresión de Fermín Toro: “mi cuerpo lo podrán llevar, pero Fermín Toro no se prostituye”
Comparto contigo la convicción de que la presión popular, en su marco referencial constitucional, es la única salida realista. Para ello hay que eliminar los pretendidos “intermediarios” que en lugar de canalizar la fuerza mayoritaria del pueblo hacia una verdadera salida de la crisis, lo que hacen es mercadear como hetairas de puerto los anhelos populares en beneficios para sí mismos.
Sobre el Consejo de la Resistencia, en la Francia de la lucha clandestina contra el invasor alemán y contra los franceses colaboracionistas, es necesario hacer algunas reflexiones. En primer lugar, el vocablo “resistencia” evoca necesariamente el de clandestinidad, estamos conversando a través de un medio más que permeable, quizá el G-2 lea antes que tu esta respuesta, pero en todo caso ¿existe, hoy por hoy, un movimiento clandestino capaz de articular un Consejo Nacional de la Resistencia?, yo no lo sé. No se me escapa que quedan muchos aspectos pendientes y sobre todo mi deseo de conocerte personalmente y poder transmitirte “a beneficio de inventario” vivencias y análisis y sobre todo conocer los tuyos.
Recibe un cordial abrazo de un venezolano tan angustiado como tu
ALFREDO CORONIL HARTMANN
CARACAS 17 DE ENERO DE 2015.
CARTA ABIERTA PARA ALFREDO CORONIL HARTMANN
“El deber moral de la solución”
Estimado Doctor
Alfredo Coronil Hartmamm.-
Estimado amigo,
Me he propuesto escribir una serie de reflexiones libres sobre sus muy variados comentarios respecto a la crisis que vive Venezuela. Las escribo sabiendo la enorme responsabilidad que implica para mí, un joven exiliado, dirigirse a uno de los venezolanos más destacados en la carrera diplomática, universitaria, parlamentaria, política y, sin duda alguna, de gran fuste intelectual, cuyas letras han sido publicadas en más de 36 periódicos de habla hispánica de América y Europa, además de ser hijo político de Rómulo Betancourt, ese venezolano que nos abrió la puerta de la democracia. Sin duda, los renglones de Bertrand de Jouvenel bien pueden acomodarme en esta misión, en la que me siento como un “advenedizo solitario, expuesto a errores ridículos o desastrosos”.
El rótulo de estas reflexiones, «El deber moral de la solución», puede advertir desde ya sobre el tema que deseo abordar y que no puede ser sino la crisis venezolana de este siglo XXI. Para los venezolanos de hoy no puede existir, o al menos no debería existir, otro tema. Porque el grado de destrucción de nuestra patria es total, pero mucho más de lo que podemos pensar, sobre todo por el deterioro moral de la conciencia individual y colectiva. Vertiginosamente en quince nefastos años dejamos de ser esa perla de la democracia latinoamericana, para convertirnos en un Estado fallido; ya no somos aquella “Venezuela saudita” y acaso podemos empezar las deleznables comparaciones a los países más atrasados del mundo; ya no somos un pueblo feliz, somos un pueblo triste, explicar esto es llover sobre mojado. Sólo los venezolanos sabemos cuán profunda, cuán amarga, cuán desgraciada es la hora que nos ha tocado vivir.
Hemos perdido la patria. Esta afirmación podrá sonar muy grave, tanto como decir lo que, efectivamente, ha sucedido: perdimos a la Nación, a la República, al Estado, con todas las consecuencias que ello implica. «La república, apunta Pedro Cerezo Galán, es la cosa pública porque es la obra común, convertida en sustancia de la vida, el patrimonio cultural de valores y leyes, recibido de los antepasados, que reclama ser mantenido mediante la lealtad y la activa colaboración de todos». La nación viene a ser el territorio libre, soberano, en el que asocian los ciudadanos, donde además son ellos quienes ostentan y ejercen con exclusividad el poder constituyente. Nuestra nación comprende el territorio que correspondía a la Capitanía General de Venezuela antes del 19 de abril de 1810. El estado, como el fenómeno más importante de la civilización moderna, como afirmó Jesús Fueyo, viene a ser en el pensamiento schmittiano ("der Begriff des Staates setz den Begriff des Politíschen uoraus-) una forma político-histórica de lo político, como definición científica. Esa forma es el conjunto de instituciones, formadas por el poder constituyente de los ciudadanos, que tienen el poder de regular la vida de una nación.
No quiero exagerar retóricamente al hacer estas aseveraciones tan dramáticas, pero sin dudar un solo momento, las sostengo. Tampoco pretendo hacer en esta carta una antología de las causas originarias de esta debacle, las causas son públicas y notorias. El haber perdido a “Venezuela” como patria, como república, como nación y como estado es estremecedor. Es como si hubiésemos echado los doscientos años de nuestra historia en un bolsillo sin fondo.
La responsabilidad de lo que está sucediendo es de todos, sin excepción alguna. El desmantelamiento de la democracia venezolana viene desde antes de Hugo Chávez. Tres momentos pueden aclarar esto. El primer momento, el llamado “caracazo” en 1989, que dejó desnuda la crisis social; un segundo momento es el colapso institucional de las Fuerzas Armadas en 1992 que no era una novedad, todos lo que debían saberlo, lo sabían y, un tercer momento, en 1994 cuando fue enjuiciado Carlos Andrés Pérez. De éste último momento podría decirse que fue el desnudamiento de la democracia y del Estado de derecho, con la complicidad de la mayoría de los sectores de la vida nacional. Incluyendo los dos grandes partidos: AD y COPEI.
Pero no es el tiempo de escribir historia, de especular sobre cómo llegamos aquí, de reseñar la tragedia republicana ni mucho menos de calificar con amplitud el talante totalitario del régimen de Nicolás Maduro o de su antecesor difunto.
Hoy se nos impone es el deber moral de cambiar el rumbo y jurarnos como país libre el “nunca más” este abismo. Deber que de forma inmanente es también derecho.
El modelo comunista de Hugo Chávez y su infausto sucesor ha colapsado. Sin riesgo de equivocarme puedo decirle que el régimen se encuentra contra las cuerdas. El rechazo internacional a la violación de los Derechos Humanos, a la represión y persecución política, así como los tratos crueles, inhumanos y degradantes es contundente. Ahora mismo, cuando le escribo esta misiva leo la noticia la enérgica condena del Parlamento Europeo al régimen de Nicolás Maduro. Ayer la noticia del día fue el histórico (definitivo) acercamiento de La Habana y la Casa Blanca, una puñalada certera de los hermanos Castro que venían preparándose desde el año pasado, casualmente tras la muerte de Chávez, presagiando el fin inevitable de la revolución en Venezuela. Rusia, en palabras de Putin, anuncia una severa crisis económica de al menos dos años, por otro lado, dejando cerrada la puerta al financiamiento a Maduro.
Sin embargo, pese al evidente colapso del modelo y del régimen, hecho que debería sembrar esperanzas en todos los venezolanos, el panorama nacional es muy complejo, principalmente por la ausencia de un liderazgo opositor que oriente a nuestro pueblo sobre lo que se debe hacer y que bajo ningún pretexto puede ser colaboracionista al punto tal que prolongue la permanencia de Maduro y demás esbirros en el poder, como parece ha sucedido hasta ahora.
Esta ausencia del liderazgo opositor se hace notoria, en mi opinión personal, debido a 1) la cuestionable actitud de Henrique Capriles en el año 2013, 2) el abandono político de la MUD a Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado, y 3) la más grave de todas, la bofetada política el 10 de abril de este año a los estudiantes y a la sociedad civil cuando la MUD se sentó en Miraflores a enfriar la calle.
Se podrá decir que no podemos esperar nada más ya de la Mesa de la Unidad Democrática y sus partidos, alegando que esta coalición opositora ha caducado al estar a la altura de este momento trascendental. Y estoy de acuerdo con esto. Pero la MUD es un monopolio que debe acabarse o ceder el paso a nueva y renovada coalición porque ellos con su parsimonia no pueden seguir postergando la transición democrática.
Un gesto de transformación en la MUD puede ser, por ejemplo, la inmediata sustitución del Secretario Ejecutivo Jesús Torrealba.
Fuera de la MUD, hay tres opciones: la constituyente, las organizaciones cibernéticas de la resistencia y el mágico golpe de estado. Esta última la menos seria. Le daré mi opinión sobre estas opciones. Intencionalmente he obviado referirme a las elecciones parlamentarias.
La Constituyente es sin duda un proceso al que debemos concurrir una vez establecida la transición democrática y haya sido desmantelado el Estado fallido, pero no como un mecanismo que forzará la salida del régimen. En días pasados escribía a Luis Balo Farías que «no será una Asamblea Nacional Constituyente la que desmantele al régimen totalitario que padecemos». La terca actitud de Voluntad Popular de convocar la constituyente ha tenido un alto precio porque, pese a que una mayoría evidente del pueblo adversa a Maduro, las firmas recolectadas no cumplen con las expectativas internas del partido.
Las organizaciones cibernéticas son las diversas alternativas, muchas veces son solo incendiarios pronunciamientos a través de las redes sociales, que plantean salidas a la crisis con diversos métodos aunque la mayoría de sus voceros se encuentran en el exilio y su voz no representa a una parte significativa del conglomerado opositor.
Y finalmente, el golpe de estado que formará una junta de gobierno cívico-militar. Una salida bastante cuesta arriba de la que no podemos esperar casi nada porque gran parte de la Fuerza Armada Nacional ha sido corrompida, al menos en sus altos mandos, lo que impide una acción constitucional que restablezca el Estado de derecho y justicia social.
La suma de todas estas opciones no aclara el panorama ni movilizan real y efectivamente a la sociedad. Yo estoy convencido que la calle, apegada al artículo 350 constitucional, es la salida que todos sin excepción deberíamos activar.
Mas el hecho real y concreto es la desunión. Cada uno va por su lado en esta lucha, hecho decepcionante pues todos, en realidad, tenemos un solo objetivo: derrocar a Maduro y retornar a la libertad y a la democracia. Siendo así nuestro futuro inmediato dudoso, equívoco, ambiguo, incierto, el deber moral de solucionar esta crisis urge a los veteranos asumir la vanguardia y orientar al país de forma contundente hacia la transición.
Hace pocos días, Dr. Coronil, Usted me hizo referencia a un artículo de Edgar Cherubini Lecuna, publicado en El Nacional, titulado “RETRATO DE UN HÉROE DE LA RESISTENCIA”, en el que se recordó el Consejo Nacional de la Resistencia francesa «que significó el germen de la reconquista de la libertad, así como del incipiente borrador de los conceptos institucionales democráticos que regirían la futura Francia liberada», como apuntó Cherubini. Dicho artículo me sirvió para especular en la posibilidad de reeditar en estos tiempos venezolanos una organización del mismo peso y de la misma trascendencia. Pero, sin duda, pensar la realización de esto es muy osado, teniendo en cuenta el estado de la unidad nacional de la oposición.
Alfredo,
En esta Venezuela del Tercer Milenio vacilan las creencias, se estereotipan las ideologías más diversas, se cuestionan las tradiciones republicanas en las que ha descansado la organicidad de la vida nacional, se ha perdido la idea de orden moral que organiza y dirige el pensamiento colectivo, se tornan confusos los medios para alcanzar la libertad, prevalece la visión de anarquía en los partidos, y todo, en general, parece ser provisional, transitorio, no hay nada seguro que nos garantice el fin de la crisis.
Existe la sensación del caos social. La impresión de falta de unidad en la oposición hace percibir la realidad como un abismo del que no sabremos salir. Si no hay una verdadera ofensiva, perdemos, como sucede ya, la predisposición a la libertad y nos vamos acostumbrando a vivir en el abismo. Al desconfiarse de los liderazgos y se fía todo a la opinión de la mayoría, aparente, real, o de las redes sociales. Es el antiquísímo tema filosófico de lo uno y lo múltiple, transcrito a veces en el plano histórico como distinción entre épocas orgánicas y épocas críticas.
Resulta, pues, natural que, en este crítico momento histórico, de transición entre dos modelos, se planteen problemas morales que parecen nuevos y sobreabunden los conflictos políticos. Es en este caso, que mi preocupación se relaciona estrechamente con el sentimiento de estancamiento, de inacción y, por tanto, con el modo de pensamiento político dominante en la oposición partidista.
El colapso del modelo totalitario del chavismo tiene como agravante, insisto, el desmantelamiento de Venezuela en todos sus órdenes, en semejante circunstancia sólo puede hablarse de constituir un movimiento de la resistencia que impulse acciones concretas, reales y efectivas, para defenestrar al régimen y establecer la transición. Transición que habrá de cuidarse de ser heredera de los errores que siempre han acompañado este tipo de procesos políticos.
Al respecto, me pregunto ¿Qué piensa, Alfredo Coronil Hartmann, sobre la constitución de un Consejo de la Resistencia (CR)? Dicho CR, en el exilio o en Venezuela, debería ser presidido por un grupo de notables que orienten al país de forma real y efectiva para ponerle punto y final a este régimen.
El Consejo de la Resistencia habrá de manejar las emociones que están cocinándose en nuestro pueblo y que sólo nos advierten un desastroso estallido social a corto plazo. Ese evento del que nos han quedado amargos recuerdos en la historia contemporánea (1989), forzaría a la Fuerza Armada Nacional a tomar una decisión respecto al destino del país.
Estoy seguro que su larga experiencia política y diplomática puede aclararnos a los venezolanos sobre el quo vadis de esta emergencia nacional.
Quedo a la espera de su pronta respuesta, mientras le reitero mis sentimientos de alta estima y consideración.
En el exilio, 19 de diciembre de 2014
Robert Gilles Redondo
A Roberto Gilless lo invito a publicar su respuesta de antier a esta potente misiva: "Meditación", sobre la cual no tengo reparo en comentar sobre algo que él plantea: << Con mucho esfuerzo y más sentido común la MUD debe ir a la vanguardia de lo que el pueblo quiere: calle. >>
ResponderEliminarLos que están "en el exilio" pareciera que no se dan cuenta que nuestra gente ya está obstinada de la calle, desengañada de tantas acciones infructíferas y ahora con incontables colas callejeras para obtener -si es que encuentran- lo más esencial. Por demás, es falaz el dictaminar en nombre de lo que "*el pueblo*" quiere. Ese concepto está desvirtuado por ser tan esquivo como manipulable hasta la saciedad.
La urgente "salida" no es para este régimen, que apenas es fiel reflejo del cada vez más decadente y perverso esquema cultural, social, económico y religioso en que estamos inmersos. Hay que elegir entre sortear o coadyuvar al cambio de paradigmas que está en desarrollo a nivel local y global, que indudablemente nos conduce a una nueva forma de vivir y relacionarnos.
¿Qué tan "mejor o peor" será la resultante? Pues sin duda ocurrirá acorde lo que cada quien perciba y resuelva vivir. De allí que lo apremiante es *meditar* y envisionar una salida ajustada a nuestros cuantiosos recursos y extraordinario potencial, aplicando el método científico y hechando mano de la más avanzada ciencia y tecnología que podamos accesar, en función de co-crear el mayor bienestar integral posible para todos los seres sintientes de esta convulsionada Tierra de Gracia.
Y dado que para llegar lejos hay que apuntar alto, invito a profundizar sobre el contenido del documental Paraíso o Perdición https://www.youtube.com/watch?v=6u3YcD429ws con el objeto de tomar consciencia sobre lo que podemos conquistar y materializar, pero solo si desechamos aquellos obsoletos y rígidos esquemas mentales que nos mantienen no solo limitados sino en riesgo de trágica extinción.