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Jueves, 15 de mayo de 2014
Coronil Hartmann titula: El poder y la Constituyente
14 de mayo de 2014
En relación al enjundioso artículo del ex-Procurador General de la República, Dr.Jesús Petit Da Costa “Primero tomar el poder, después convocar a la Constituyente” cuyo elemento central comparto y que viene a resultar en cierta medida una respuesta a la posición sostenida, por mi también muy estimado y respetado amigo Luis Manuel Aguana: “Proyecto País Venezuela Reconciliada…Vía Constituyente”. Considero mi deber puntualizar, para ambos articulistas y para los lectores en general, algunos aspectos esenciales en lo que se refiere a la Constitución Nacional de 1947, a su redacción y a la forma en que fue sancionada. Además de señalar que, desconozco un llamado de la juventud democrática a un proceso constituyente en los actuales momentos.
No había querido hasta ahora terciar en lo que cada día toma características de polémica, entre otras razones porque la deplorable experiencia de la última Constituyente, había reforzado mi casi innata resistencia a que un “bojote” de gente, en su mayoría sin calificación para ello, establezcan el Estatuto Político, Constitución, Carta Magna, Ley de Leyes de la República, o como quiera llamársela, quizá es el mal sabor derivado de los Estados Generales de 1792 y su secuela de sangre y destrucción. El jacobinismo estridente y anárquico no puede ser el campo propicio para lo que aspiramos sea la más alta expresión del pensamiento jurídico, que además debería estar destinado a pervivir.
Sé que corro el riesgo de que algún lector me tilde de reaccionario, de ser así me refugio -sin pudor alguno- en la calificación de Don Antonio Machado, en su semblanza de otro inmortal de su generación, cuando lo retrató, en un hermoso soneto: “Admirable Azorín, el reaccionario, por asco de la greña jacobina”.
Creo en la estética, en la afirmación de Albert Camus, que se indignaba y decía que rechazaba el concepto que reservaba a “la derecha” el privilegio de escribir una buena prosa y condenaba a “la izquierda” a un lenguaje áspero y sin gracia. En esas condiciones que opinión puedo tener de la actual Carta de 1999, que empieza, sin abundar en sus defectos de técnica constitucional, por necesitar ser traducida al idioma castellano.
Veamos cómo nació la Constitución Nacional, de 1947, apegándonos estrictamente a los hechos.Después de redactar de su puño y letra, a tres días de transformarse la revolución en gobierno, el 22 de octubre de 1945 el Decreto mediante el cual “los miembros de la Junta se hacen el hara-kiri como candidatos presidenciales” para citar literalmente al presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Rómulo Betancourt, el 17 de noviembre, a apenas un mes de establecido el nuevo gobierno, se designó una Comisión redactora de un nuevo estatuto electoral y de un proyecto de Constitución. La Acción Democrática de entonces, que no era “presupuestívora” ni nepótica, tuvo un solo representante en dicha Comisión, si bien es cierto, de enorme prestigio nacional e internacional, como intelectual y jurista avezado, el Dr. Andrés Eloy Blanco.
Los demás miembros eran reputados catedráticos y tratadistas de Derecho Constitucional, sin vinculaciones partidistas con AD y otros de muy destacada militancia en partidos de oposición, como el Dr. Lorenzo Fernández, del partido Copei y el Dr. Luis Hernandez Solís de URD, la mayoría eran independientes, como los doctores Jesús Enrique Lossada, Nicomedes Zuloaga, Martín Pérez Guevara, Ambrosio Oropeza y Luis Eduardo Monsanto. Excepción que confirma la regla, Germán Suarez Flamerich, considerado entonces como persona de inclinación democrática, miembro de “la generación del 28″ quien iría, años después, a marchitar sus laureles sirviendo de presidente de la Junta Militar de Gobierno, a raíz del asesinato del Coronel Carlos Delgado Chalbaut.
Nadie en la Venezuela de entonces, ni en el exterior, puso en duda los posteriores comicios que eligieron la Asamblea Nacional Constituyente, con el estatuto electoral más democrático de América, si había un 75% de diputados adecos, es porque esa era la conformación del electorado venezolano de ese tiempo, como se confirmó en las elecciones presidenciales que le dieron a Don Rómulo Gallegos casi el 74% de los votos.
Nada de aprovechamiento abusivo de una innegable mayoría nacional, nada de quinos, ni ningún subterfugio de prestidigitador de feria, nada de Franco Quijano… Venezuela en rumbo a la modernidad y la democracia.
Alfredo Coronil Hartmann
Abogado, internacionalista y político venezolano
acoronil2@gmail.com
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