10 de agosto de 2012

EN AMBAS RIVERAS DEL “ARAUCA VIBRADOR”.


EN AMBAS RIVERAS DEL “ARAUCA VIBRADOR”.
Por: Alfredo Coronil Hartmann*

Esp. El Colombiano 

     Melómano y fanático de la opera, siempre tuve inmensa admiración por la gran soprano Adelina Patti, quien estuvo por más de cincuenta años en las grandes plateas del mundo, cuando uno ha cumplido igual número de años, fatigando las teclas ( ayer de una maquinilla, a la cual dediqué un poema “Adler 70”, hoy de una computadora “up to date”)     sabiendo que uno no es, definitivamente, una Adelina Patti del periodismo, sufre a veces temores de primerizo, de allí que, pese al importante estímulo intelectual de iniciar colaboraciones de un diario de la entidad y circulación de El Colombiano, me haya tomado más tiempo del que el cabria esperar de un viejo luchador en este oficio, para iniciar estos artículos.
 La convicción de que Colombia y Venezuela comparten un destino. Destino que se afianza y supera en la antigua Nueva Granada y que vacila y retrocede en la “nueva”  Capitanía General de 1777.  La demora no podía continuar. Cuando, durante su primera presidencia, el Dr.Rafael Caldera viajó a Bogotá, llevó en su comitiva al humanista venezolano Arturo Uslar Pietri, durante el vuelo le dijo: “Arturo dame una frase para mi discurso de llegada”  el aludido, tomó un papel y escribió sin una vacilación: “ He venido de Caracas a Bogotá, sin salir de la patria de Bolívar”  y ese fue el titular a ambos lados de la frontera.
Hoy, más allá del anecdotario mediático de “el nuevo mejor amigo” y las concesiones y guiños a la galería, es un hecho que supera las “intenciones” de sus gobernantes, que existen diferencias mucho mayores que aquellas que conocimos en el pasado –que fueron muchas- porque en está ocasión esas diferencias no provienen de las “buenas o malas tripas” de uno o dos individuos, sino que son intrínsecas a dos sistemas, a dos modelos de desarrollo, a dos líneas de conducta política profundamente incompatibles y enfrentadas. El presidente constitucional de Colombia podrá obtener beneficios comerciales inmediatos –muchos de ellos, como deudas preexistentes- de innegable justicia, el comandante-presidente de  la “República Bolivariana de Venezuela” podrá mitigar las injustificables carencias –especialmente alimentarias- que sus erradas y erráticas “políticas económicas”, algún nombre habrá que darles, produjeron: la destrucción del aparato productivo nacional, tanto agropecuario como industrial.
Más allá nada se resuelve. Todos los venezolanos –no creo que sea distinto en Colombia- que hemos tenido alguna participación en los asuntos públicos tenemos, más o menos cerca, familiares, maestros o amigos vinculados a las desandanzas bilaterales. Mi tío el Dr,Julian Viso, redactor del primer Código Civil de Venezuela y Canciller de la República, fue negociador de diferendos territoriales, mi abuelo el Dr. Domingo Antonio Coronil, tuvo la responsabilidad de lidiar con un supuesto “casus belli” cuando fue enviado como embajador (entonces Ministro Plenipotenciario de Venezuela en Bogotá) en 1922 hasta 1925, nadie es ajeno de aquel o de este lado “del Arauca vibrador” a similares o parecidas circunstancias. No tenemos por que horrorizarnos de las dificultades que se avecinan, tengo gran confianza en la sabiduría de la Casa de Nariño, así como en la del Palacio de San Carlos, del lado venezolano, hoy, no existe una cancillería digna de tal nombre, la Casa Amarilla es un campamento más de “misioneros” improvisados, nuestros veteranos embajadores o catedráticos de Derecho Internacional, tienen más de una década extrañados de la vieja e histórica casona. Así resulta que, independientemente de que sea justo o no, a los “colombianos” les va a tocar pensar y actuar por las dos partes. Venezuela marcha hacia el final de un régimen militarista y autoritario, que ha provocado y agredido verbalmente a todos o casi todos los países del continente y del mundo. Colombia ha merecido el “privilegio” de los mayores dislates verbales. No obstante en estos años de ignominia, la democracia venezolana ha encontrado entre sus hermanos colombianos apoyo y solidaridad, cuando conocí a Don Eduardo Santos, Venezuela transitaba horas de democracia y progreso, pero sentí el afecto y la solidaridad de Don Alfonso López Michelsen en este “tiempo del desprecio” –apropiándonos el título de Andre Malraux- durante largas horas de conversación, en su modesta casa de Miami o en algún restaurante o café de la ciudad floridiana o en sus llamadas siempre oportunas para aludir al drama venezolano o al colombiano. Le tocará pues a la Casa de Nariño, marcar la pauta, en el año que venimos de iniciar se cierra un capítulo de la historia venezolana, pareciera hoy aventurado adelantar hipótesis sobre la forma y las características de ese cambio impostergable. Tocará pensar “en grande” no en intereses más o menos subalternos, en preservar la honda e indestructible afinidad y fraternidad de dos pueblos y dos economías que se complementen y potencian. Tengo fe en que Colombia no sucumbirá a cantos de sirena. El futuro será cada vez mejor si lo enfrentamos codo a codo, así será.

* Polítologo y abogado venezolano, MS y Ph.D. en Administarción Pública, exparlamentario, catedrático universitario, dirigente de la oposición. 

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